Aunque los
gobiernos burgueses traten de disfrazar la realidad, lo cierto es que la crisis
de la economía capitalista mundial se profundiza y abarca, con diferentes
ritmos, a todas las regiones del planeta. Europa se ha convertido en el centro
de la crisis. Cuando los gobiernos y banqueros imperialistas respiraban con
cierto alivio porque habían evitado, o más bien postergado, el default de Grecia,
un problema aún mayor golpeó las puertas de la Unión Europea:
España, cuyo “riesgo país” sigue subiendo, al igual que la cantidad de
desocupados, la que ya alcanza aproximadamente los 5 millones. Si Grecia, que
sólo representa el 2,6% del Producto Bruto de la Unión Europea (UE),
amenaza con arrastrar a toda Europa -y mas allá también- a una catástrofe
financiera, la mayor envergadura de la economía española hace temblar las
bolsas de todo el mundo. Esta perspectiva amenaza la ya de por si débil e
inestable recuperación de EEUU, basada
en una desenfrenada emisión de dólares.
No estamos en presencia de una crisis más, una
de tantas que se sucedieron durante todo el siglo pasado. Es una crisis que por
su carácter es comparable a la década del 30. Una crisis de sobreinversión que
fue postergada por la burguesía por más de 30 años a fuerza de especulación
financiera y ataque a las condiciones de vida de millones de trabajadores y
sectores populares en todo el mundo. La especulación financiera encontró su
límite y explotó en 2008, convirtiendo en una necesidad de vida o muerte para todos
los capitalitas y sus gobiernos, socialdemócratas o abiertamente antipopulares,
una ofensiva encarnizada contra toda conquista que los trabajadores hayan
arrancado en épocas de crecimiento económico. Sin embargo la magnitud de la
actual crisis es tal que no se resolverá ni aun redoblando la superexplotación
de las masas populares. La estructura productiva mundial tiene demasiado
capital acumulado, por lo que la valorización de ese capital mediante la
explotación de la clase obrera resulta cada vez más difícil. El mercado mundial
se ha vuelto demasiado estrecho para tantas potencias imperialistas y otras aspirantes
a serlo, que compiten entre sí por porciones cada vez más limitadas por la
recesión. Una crisis del capitalismo mundial de estas características exacerba
la lucha por “los mercados”. A las guerras comerciales y las barreas
proteccionistas, le suceden los enfrentamientos militares, indirectos y
directos por el nuevo reparto de “la torta”. En ese marco, la rapiña por los
recursos naturales, en particular los energéticos, ha significado la masacre lisa y
llana de pueblos enteros. Afganistán, Irak, y actualmente las amenazas de
guerra contra Irán son la vía indirecta de la lucha de unas potencias contra
otras, por el dominio sobre el mercado mundial y el control del petróleo.
Una crisis histórica del capitalismo mundial
Tras la caída
de la URSS y la
restauración del capitalismo en Rusia y en el resto de los países gobernados
por los partidos de la burocracia stalinista, la burguesía, a través de toda su
maquinaria de propaganda, declamaba en tono triunfal, que el capitalismo era el
único sistema posible y que a lo máximo que se podía aspirar era a reformarlo (o
“humanizarlo”, como decían los dirigentes de la CTA), es decir a “corregir” sus
aspectos más nefastos o “salvajes”, dado que el “socialismo real” o “el comunismo” había
fracasado en los hechos. Doble mentira. En
primer lugar el comunismo, como afirmaban Lenin y Trotsky, sólo es posible con la conquista del poder
por la clase obrera a nivel mundial derrotando al imperialismo. El llamado
“socialismo real” no fue más que una brutal deformación burocrática del primer
intento revolucionario de crear un estado obrero. Lo que fracasó fue solamente la utopía estalinista de pretender
sostener el “socialismo en un solo país”
y convivir pacíficamente con el imperialismo frenando la revolución obrera
mundial. La burguesía necesitó de varios siglos para imponer su sistema, el
capitalismo. La clase obrera apenas hizo su primera experiencia histórica y todavía
no rindió su examen final. Distintas corrientes políticas defienden posturas
reformistas planteando que la lucha no es contra todo el capitalismo sino sólo
contra el neoliberalismo, por un capitalismo “productivo” y por un modelo
“nacional y popular”. Pero el capitalismo es como una moneda que se compone de
ambas caras inseparables, y su verdadero rostro lo único que tiene de humano
son las marcas de sangre de innumerables masacres cometidas contra los
trabajadores y los pueblos oprimidos. Cada día que pasa se hace más evidente
que el capital financiero es la cara dominante, más aun en épocas de crisis
como la actual, y que la utopía más grande es querer “reformarlo”. Las nuevas generaciones de la clase
trabajadora están experimentando con toda crudeza lo que tiene para ofrecerles
éste que según pretenden los reformistas burgueses y pequeñoburgueses sería el
“único sistema posible”. Si las cifras de desocupación superan el 20% en los países
más golpeados por la crisis, como España, entre los jóvenes asciende a más del
50%. Pero no sólo los jóvenes, sino todas las capas de la población trabajadora
están afectadas. Causó un gran impacto en Europa, en donde no son comunes las
“inmolaciones”, el suicidio de un jubilado griego que antes de matarse declaró
gritando que no soportaba la humillación de tener que sobrevivir revolviendo la
basura después de una vida de trabajo.
A Cristina se le cae el maquillaje
El gobierno de Cristina paso del verso de que
la economía argentina estaba “blindada” contra la crisis internacional, a la
necesidad de una “sintonía fina”, es decir al ajuste. Si la ofensiva del
gobierno contra el pueblo trabajador, con el aval de toda la oposición patronal
no es aun tan brutal como en Europa es sólo porque la crisis mundial golpea con
ritmos desiguales en cada región: Europa está en un pozo recesivo, Japón en un
estancamiento que se prolonga desde hace décadas, EE-UU en una recuperación
coyuntural “débil”, los llamados emergentes del BRIC (Brasil, Rusia, China e
India) en un “aterrizaje” todavía no definido entre “suave y forzoso”. Pero la economía es una unidad mundial, y la
crisis no se limita a una región en particular, sino que afecta a todos los
países. En la Argentina los años de crecimiento a “tasas chinas” ya son
historia. Desde el 2009 el kirchnerismo viene manoteando y vaciando cuanta caja
tiene al alcance de la mano, para prolongar lo máximo posible un “modelo económico”
que se surgió de la recuperación económica posterior a la crisis 1998-2003, basada
en la devaluación del peso y la reducción de los salarios a la mitad. Este
“modelo” tuvo aire para sostenerse mientras soplaba el “viento de cola” de la
economía internacional. Para todos los sectores de la burguesía fueron años de
“vacas gordas”, pero aunque franjas importantes
de trabajadores en blanco recuperaron el nivel salarial anterior a la
crisis, un 50% de trabajadores sobrevive con sueldos promedio de $3.500 por
mes, mientras los niveles de pobreza se mantienen en el orden del 30%. Ahora
que el “viento” de la economía internacional empieza a soplar en contra, y las
contradicciones internas del propio “modelo” hacen que a “las vacas” se le
empiecen a ver las costillas, el gobierno “nacional y popular” se ve obligado a
utilizar el capital político ganado en las últimas elecciones para atacar las
condiciones de vida del pueblo trabajador. Y aún cuando el ajuste está en sus
primeros e indecisos pasos, los trabajadores empiezan a ver cómo se va cayendo
el maquillaje popular que encubre el verdadero rostro propatronal y
proimperialista del gobierno kirchnerista. La masacre de Once, consecuencia
inevitable de un sistema de transporte donde las patronales, con la complicidad
del gobierno y los burócratas sindicales, se llenan los bolsillos sin invertir
un peso, mientras los trabajadores viajan como ganado y en peligro permanente,
demuestra para quién gobierna Cristina. La defensa, con represión incluida, de
los pulpos mineros imperialistas mientras
cacarean un discurso “nacionalista” sobre Malvinas o sobre la expropiación
parcial de Repsol-YPF –con la cual se van a beneficiar los capitalistas amigos
y otras petroleras imperialistas-, también va debilitando la confianza o
esperanza que muchos compañeros tienen en este gobierno. Es por eso, por el temor a que el discurso demagógico
no alcance para contener la respuesta obrera y popular al ajuste, que Cristina
y el conjunto de las patronales aceitan y pertrechan el aparato represivo. La
ley antiterrorista viene a reforzar las herramientas a disposición de una
Justicia al servicio de los intereses patronales para atacar a quienes se
atrevan a enfrentar el ajuste. La huelga y el piquete se transformaron en “extorsión”
en el lenguaje K. La gendarmería espía a los activistas obreros y populares, y
a fuerza de palazos despeja las rutas que pueblos enteros cortan para impedir
el saqueo y la contaminación ambiental de los amigos megamineros de Cristina. Una
numerosa cantidad de efectivos de la Gendarmería y la Guardia de infantería es
destinada a amedrentar a los choferes de la línea 60 que luchan por derechos
obreros elementales.
La necesidad urgente de un partido revolucionario
Lo que en Argentina asoma como una incipiente
resistencia de los trabajadores y el pueblo a pagar los costos de la crisis
capitalista, en el resto del mundo toma dimensiones que ponen los pelos de
punta a la burguesía imperialista. Las masas obreras y populares de África del
Norte y Medio Oriente se levantan contra los regímenes títeres del imperialismo
y las dictaduras seudo-nacionalistas que los oprimieron durante tres y cuatro
décadas buscando romper las cadenas de tantos años de explotación, y de opresión
política y social. La clase obrera europea, en alianza con la juventud movilizada,
se levanta contra los brutales planes de ajuste y miseria. En EEUU los jóvenes
y sectores de la clase obrera despiertan a la lucha. Sin embargo la enorme predisposición
a la lucha de millones de personas no logra frenar la ofensiva de la burguesía.
En Europa Las burocracias sindicales y los reformistas de distinto pelaje logran
por ahora contener esta presión por abajo. Cuando se hace insostenible recurren
a paros generales de 24 horas aislados en el tiempo y en cada país para liberar
de forma lo más controlada posible la energía revolucionaria de las masas.
Grecia es un
ejemplo que sirve para sacar conclusiones: En las elecciones de fines del 2009
los trabajadores votaron al Pasok (partido socialdemócrata) contra el partido
Nueva Democracia (conservador de derecha) creyendo que la socialdemocracia no
avanzaría con los ajustes en su contra. Una vez en el poder, el Pasok aplicó un
durísimo ajuste, y luego se unieron en una coalición parlamentaria para
sostener al gobierno de Papademos (un “tecnócrata” ex integrante del pulpo
financiero Goldman Sachs). Es decir, reformistas de la “tercera vía” similares
al kirchnerismo o al FAP binnerista, aliados a conservadores similares a Macri
o Scioli; están juntos, en contra de los trabajadores, para sostener el orden
burgués. En el curso de estos últimos dos años los trabajadores griegos ya
realizaron entre 18 y 20 paros generales de 24 y 48 hs contra las políticas
antiobreras. Pero el gobierno, bajo la presión de la burguesía imperialista
europea siguió adelante. La conclusión está a la vista para el que la quiera
ver: Sólo se puede impedir que “la crisis la paguen los trabajadores” volteando
al gobierno burgués e imponiendo un gobierno de los trabajadores apoyado en
todos los sectores explotados del pueblo. Como en Grecia, España, Portugal, y
en todos los países en los que siguiendo como la sombra al cuerpo del
desarrollo de la crisis crecen las luchas obreras y populares, se hace sentir la
misma necesidad. Y aún con más agudeza en Túnez, Egipto, Libia, Siria, en donde
al costo de gran cantidad de vidas, los partidos de las burguesías “islamista”
acuerdan con las potencias imperialistas para frenar los levantamientos
revolucionarios a la vía muerta de un retaceado régimen democrático burgués.
La impotencia
de la clase obrera ante esta situación refleja la ausencia de una dirección
revolucionaria. Porque para avanzar en esta tarea histórica los trabajadores
necesitamos una organización que prepare y dirija la lucha, un partido de
trabajadores revolucionario.
En Argentina,
los trabajadores recién están empezando a hacer su experiencia con el gobierno
Kirchnerista. Los primeros meses del tercer mandato están dejando al descubierto que el gobierno de Cristina no
es “popular” y que no está con los trabajadores. El frío de la decepción se apodera
de los que antes estaban más entusiasmados y comienza un importante proceso de
reflexión política tratando de entender que es lo que pasa. Comienzan las
primeras luchas en los sectores que han logrado desplazar el control de la
burocracia. En este marco, todavía se mantienen para una franja de la
vanguardia obrera y popular, como un eco de las últimas elecciones, las
expectativas en el FIT. Para muchos compañeros parecía ser el inicio de una
nueva perspectiva, que permitiera la unidad de los trabajadores y jóvenes
antiburocráticos, clasistas, revolucionarios socialistas o “anticapitalistas”
en general. Sin embargo el FIT, como tal, está prácticamente paralizado. En
lugar de proponer mecanismos que permitieran organizar de manera amplia a una
parte significativa de los trabajadores de vanguardia, se limitaron -cada uno
por su lado- a la captación individual partidaria. En lugar de llamar a ampliar
la participación en el FIT a los grupos que quedaron afuera de la alianza
electoral, pero que apoyaron aunque fuera críticamente su campaña y con los que
se puede compartir importantes acuerdos programáticos clasistas, ni siquiera
pueden sostener el acuerdo entre ellos. Hasta ahora, y a pesar de las
declaraciones de los dirigentes que generaron falsas expectativas, la realidad ha
demostrado que el FIT sólo se trataba de un acuerdo limitado electoral, y que
así como en la campaña electoral se reflejó un desenfrenado oportunismo
electoralista, a la hora de buscar la unidad para intervenir en la lucha de
clases se expresa un extremado y estéril sectarismo.
Tampoco alcanzaron
a impulsar ninguna orientación política unificada como FIT, cediendo la
iniciativa a la CTA Michelista y a los partidos afines al FAP (Binner).
Mientras
todos los días se cruzan en discusiones
de aparatos y ni siquiera se ponen de acuerdo en una orientación común
para las elecciones sindicales, por lo cual los acuerdos que alcanzan en
algunos gremios son según las circunstancias y conveniencia política de cada
partido, ahora el FIT convoca a un acto por el día internacional de los
trabajadores el 1º de mayo. Seguramente en los discursos se hablará de la
necesidad de la unidad internacional de los trabajadores, de revolución y
socialismo. O sea, a la unidad para las elecciones podríamos sumarle ahora esta
unidad para “los días de fiesta”.
Los
trabajadores también en la Argentina necesitamos un partido revolucionario que
sea parte de una organización internacional obrera revolucionaria. Nosotros
pensamos que ninguno de los partidos que integran el FIT, cada uno por su lado,
o unificados, son ese partido revolucionario que necesitamos. Sin embargo, no descartamos que bajo la presión de un
ascenso obrero y popular los partidos que integran el FIT puedan cambiar la orientación
sectaria actual y buscar mecanismo de acción unificada; paso imprescindible,
para impulsar en conjunto, con las organizaciones revolucionarias que no
integramos actualmente el frente, la unidad de la vanguardia juvenil, obrera y
popular, para actuar unificadamente en la lucha de clases, en las luchas
sindicales y también en la lucha política, y permitiera en su seno la discusión
democrática de las diferencias, se habrá avanzado un paso importante, porque
sólo de una delimitación de posiciones sobre la base de la experiencia común de
un amplio sector de vanguardia en la lucha de clases se podría avanzar en la
construcción de ese partido. Pero lamentablemente, las direcciones del FIT
hasta ahora han demostrado que no están a la altura de las circunstancias. El PRS
y la Corriente de Trabajadores hemos constituido un Comité de Enlace. En base a
un acuerdo de principios y mediante la actividad conjunta en la lucha de clases
y la discusión fraternal estamos preparando nuestra unificación. No pretendemos
que de allí vaya a surgir automáticamente, por acumulación individual, EL
partido revolucionario, sino que esperamos que la unidad de nuestras fuerzas
sea un paso adelante en el necesario reagrupamiento de los revolucionarios. Y es por eso que invitamos a los jóvenes y
trabajadores a incorporarse a nuestras organizaciones para que desde esta
trinchera luchemos por la construcción de un partido de trabajadores
revolucionario que reclama con fuerza la situación actual.
Comité de Enlace
PRS/Corriente de Trabajadores