miércoles, 7 de diciembre de 2011

La crisis de la economía capitalista mundial ante un callejón sin salida


Europa, hundida hasta el cuello

El 9 de diciembre parece ser la nueva fecha clave. Se espera que en esa fecha, en la que se realizará una nueva cumbre europea, Alemania y Francia anuncien un nuevo “plan” que contenga la crisis o por lo menos la limite, evitando una bancarrota generalizada que hunda la economía mundial en la depresión. Sin embargo, nada es seguro en Europa, aunque lo respalden las principales potencias. Ya pasaron otras fechas claves, y reuniones “cumbres” de las cúpulas políticas europeas, sin que se haya encontrado una salida a la crisis.

Unos tras otros se sucedieron los planes de “rescate” a Grecia. Las tensiones se aliviaron de manera efímera, hasta que se comprueba que en la práctica no son suficientes, o no se pueden aplicar, ya sea por las contradicciones internas de los estados miembros de la UE, o porque la resistencia de los trabajadores y jóvenes griegos amenaza con transformarse en un levantamiento obrero y popular si la burguesía griega quiere aumentar el ajuste como se lo exige Alemania y Francia. Esta situación es la que arrastró a la renuncia al gobierno socialdemócrata (PSOK) de Giogos Papandreu.

Mientras que la burguesía imperialista europea, comandada por Alemania y secundada por Francia, no lograba resolver la crisis griega (una nación marginal desde el punto de vista económico), Italia entraba de manera turbulenta en la zona de riesgo, superando incluso la complicada situación de España. Como en Grecia, el agravamiento de la crisis italiana obligó a renunciar a Berlusconi, y en las recientes elecciones españolas cayó derrotado el PSOE de Zapatero ante la derecha recalcitrante del PP. La banca francesa es a la vez la más expuesta a la crisis griega e italiana. Ya no se trata de los países “marginales” del euro, sino de sus principales integrantes.

Si a la burguesía griega le tiembla la mano ante la necesidad de profundizar el “ajuste” por la resistencia del movimiento obrero y popular, los ajustes que requiere la crisis española e italiana se enfrentarán a una clase obrera todavía más poderosa. Es verdad que hasta ahora las burocracias sindicales han logrado contener al movimiento obrero, pero una profundización del ajuste puede resultar intolerable para las masas obreras y hacer saltar las barreras que se oponen al desarrollo de la lucha de clases. Así, la burguesía europea, para tratar de evitar una bancarrota financiera generalizada, se encuentra ante la necesidad de profundizar la ofensiva contra los trabajadores y correr el riesgo de un ascenso de las luchas. Para esta tarea, los dirigentes políticos de Grecia (Papandreu) e Italia (Berlusconi) renunciaron dejando paso a sendos “tecnócratas” (Papademos y Monti) representantes directos del capital financiero (1). En estos países la democracia muestra ahora su verdadera cara, sin intermediarios políticos: es el régimen de dominación del capital financiero imperialista. En el caso de Grecia, de una manera grotesca, ya que Papandreu tuvo que retroceder después de haber anunciado la convocatoria a un referéndum, cediendo a las presiones de Alemania y otros países del euro.

A su vez Alemania está recibiendo las presiones de Francia, Italia y otros países -e inclusive de un sector de su propia banca (Deustche Bank) expuesta por los préstamos a los países más afectados-, para que el Banco Central Europeo (BCE) emita “eurobonos”, actuando como prestamista de última instancia de los países en riesgo de default, o que directamente emita una gran cantidad de euros (como hace la reserva federal norteamericana con el “relajamiento cuantitativo” en dólares) para dar “liquidez” a los bancos. Sin embargo, una y otra vez el gobierno alemán rechazó estas alternativas, que implicarían una escalada inflacionaria en su economía y trasladarían todo el peso de las deudas de los países del euro sobre las espaldas de su sistema financiero. Los cada vez más desesperados llamados a una intervención alemana de rescate generalizado, plantean que si esta no ocurre, sería la liquidación de la “unidad” europea y en particular la desintegración de la unidad monetaria de la zona del euro. En este marco de crisis aguda, en la cual hasta los bonos alemanes no encontraron compradores en la última oferta de noviembre, Alemania y Francia estarían preparando, en conversaciones secretas, un “plan de estabilización” que incluiría sólo a algunos países del euro (Alemania, Francia, Italia, España y unos pocos más), tratando de trazar un cerco de protección que logre salvar sus economías de una debacle financiera, dejando a la deriva a los países más débiles.

Sin embargo, a pesar de que la economía alemana es la más sólida del continente, su PBI ya ha empezado a retroceder, lo que llevó al Bundesbank a rebajar las previsiones de crecimiento para el 2012, las que en junio eran de entre el 1% y 1,8%, a un insignificante 0,5%, en tanto en 2011 el PBI todavía registraría un promedio de alrededor del 2,5%.

Según el diario alemán Der Spiegel, las finanzas de Alemania no son tan saludables como parecen. La deuda pública con respecto al PIB supera ya el 80% (mayor que la de España), y para bajarla tendría que alcanzar un superávit primario del 2,7% de promedio durante la próxima década.

Por si esto fuera poco, la prensa especializada indica que Inglaterra será el próximo país en entrar en la zona de riesgo financiero. El Reino Unido cuenta con un endeudamiento total (si contamos la deuda del gobierno, la deuda en manos de las familias, empresas y bancos) del 497% del PIB, el mayor nivel por delante del 492% de Japón, el 366% de España o el 341% de Francia.

Pero la crisis es general…

Si bien los informes periodísticos se han concentrado momentáneamente en la situación europea, la crisis afecta a todo el sistema capitalista mundial. Según un reciente informe (del 24/11), el Instituto Internacional de Finanzas (IIF) ha asegurado que la zona del euro ya entró en recesión, desde el mes de octubre. Pero la economía de EE-UU, que tampoco logró una recuperación firme desde la última recesión, está en descenso y prácticamente en el punto del estancamiento. Además, también está afectada por la posibilidad de una crisis bancaria, ya que el sistema financiero está estrechamente vinculado por una multitud de vasos comunicantes en el plano internacional. Recientemente declaró la quiebra una de las grandes financieras norteamericanas, la MF Global. El economista Nouriel Ruobini acaba de llamar la atención acerca de la situación de que varios bancos de inversión como Goldman Sachs, Barlcays, Morgan Stanley o Jefferies podrían ser los próximos en entrar en la lista de quebrantos.

Por su parte la calificadora Fitch advirtió que el riesgo de contagio "sigue creciendo" por lo que la perspectiva del sector bancario "empeorará" si no se resuelve de forma "ordenada" la crisis de deuda en Europa.

En estos días también se conoció que se deteriora la situación del principal banco comercial de EE-UU, el Bank of América, que estaría al borde de la quiebra, y el gobierno de Obama le ha reclamado al Citigroup que reduzca su exposición a la deuda europea.

Las ilusiones de que China actúe como contrarrestante de la crisis en los centros imperialistas, se está esfumando rápidamente, al chocar contra los datos de la cruda realidad. Los datos de noviembre indican un retroceso de la producción manufacturara china, dedicada mayoritariamente a la exportación a Europa y EE-UU. Según informa The Wall Street Journal (23/11) “La actividad del sector manufacturero de China ha perdido fuerza desde hace meses, pero esta es la primera evidencia concreta de que estaría entrando en una contracción”, en referencia al índice que mide la actividad industrial, el cual cayó a 48 puntos en noviembre –el más bajo desde el pico anterior de la crisis en marzo de 2009-, frente a los 51 puntos de octubre, siendo que una cifra por debajo de 50 indica contracción.

Por otra parte, diversos analistas señalan que hay una “burbuja” inmobiliaria cuyo estallido provocaría severas consecuencias en el sistema financiero y con ello afectaría seriamente el crecimiento de la economía china.

“Los primeros síntomas ya han aparecido. Más de 10.000 obreros de la provincia de Guangdong (sur de China), corazón productivo del país, se lanzaron esta semana a una huelga indefinida por la caída de la demanda y la falta de trabajo. Hace más de un año que la región no se enfrentaba a un estallido de protestas similar. De hecho, la “locomotora” económica del sur del país es también una de las principales amenazas del régimen. Decenas de millones de personas sobreviven gracias al músculo exportador de China. Sin trabajo y sin salario, no les queda otra opción que regresar al campo, de donde proceden y donde apenas hay oportunidades, o lanzarse a protestar en las calles”. (David Brunat desde Beijing, Clarín 25/11)

Como no podía ser de otra manera, la economía brasilera ya sintió las consecuencias, y se contrajo 0,32 % en el tercer trimestre, por primera vez desde 2009, después de alcanzar un crecimiento del 7,50% en el 2010. Este solo dato da por tierra con las ilusiones de la burguesía regional, aferrada a la idea de que “Latinoamérica está mejor preparada para enfrentar la crisis”. El pico anterior de la crisis que golpeó entre 2008 y 2009, arrastró a la recesión a todos los países de la región. Si la recuperación fue rápida, se debió fundamentalmente a que además de la enorme cantidad de “incentivos“ que desembolsaron las potencias imperialistas, también el gobierno chino inyectó en su economía una considerable suma para evitar una caída grave de su PBI. Sin embargo, como explicamos más arriba, las condiciones actuales son diferentes.

Una crisis “sin salida”

Como explica Trotsky “El marxismo parte del concepto de la economía mundial, no como una amalgama de partículas nacionales, sino como una potente realidad con vida propia creada por una división internacional del trabajo y el mercado mundial, que impera en los tiempos que corremos sobre los mercados nacionales…En realidad, las particularidades nacionales representan en sí una combinación de los rasgos fundamentales de la economía mundial…Las peculiaridades económicas de los diversos países no tienen un carácter secundario, ni mucho menos: bastará comparar a Inglaterra y la India, a los Estados Unidos y el Brasil. Pero los rasgos específicos de la economía nacional, por grandes que sean, forman parte integrante, y en proporción cada día mayor, de una realidad superior que se llama economía mundial…”

Es un solo sistema mundial de producción, con refracciones particulares nacionales. Cuando decimos que la crisis internacional ya empieza a afectar a la Argentina, no es porque nuestro país sea un espectador externo y neutral, que es afectado por los problemas de otros países que hacen mal las cosas, como pretende Cristina FK. La Argentina es parte subordinada del sistema capitalista y el gobierno kirchnerista es un sostenedor de este sistema. Sólo por demagogia pretende sermonear a las naciones que no controlan al capital financiero, acusándolos de fomentar un “anarco-capitalismo”, contraponiéndole la necesidad de imponer un capitalismo productivo basado en el consumo interno. Pero desde Lenin sabemos que el capital financiero es dominante en la época imperialista, y cualquier llamado o apelación que desconozca este hecho, más que ignorancia sobre cómo funciona el único capitalismo “real” y único “existente”, es un discurso “para conformar a la tribuna”.

Los medios periodísticos tienden a exaltar los vaivenes de las bolsas internacionales de los últimos meses. Pero, como el estado febril de un enfermo grave, que alcanza picos a los que se trata de mitigar con antifebriles “planes de rescates”, las subas y bajas de las bolsas son sólo un síntoma, una manifestación de una enfermedad intrínseca, del mal de fondo que aqueja al capitalismo mundial.

Este mal de fondo se llama crisis de superproducción capitalista (de sobreproducción de capital o de sobreinversión), que ha alcanzado una magnitud tal que afecta a todo el mundo, como ha ocurrido con otras crisis generales, como la del año 1913, o la del ’29. La crisis es intrínseca al mismo sistema capitalista, es inherente a él, es decir, es el mismo desarrollo interno del sistema capitalista el que provoca estas crisis. La crisis no es producida por algo que funciona mal y que se pueda subsanar manteniendo a la vez la esencia del sistema capitalista, de manera que en el futuro se pueda estar exento de crisis. La crisis es el fruto inevitable del desarrollo del sistema capitalista, y en determinados momentos alcanza una dimensión general, mundial, transformándose en una catástrofe social de la que ninguna parte del mundo podrá estar exenta.

Una explicación sencilla y por ende un poco esquemática, para dar una idea muy básica y general del problema, podr{ia ser la siguiente: Mientras que el mercado está en expansión, el capitalista reinvierte la mayor parte de las ganancias. Las ganancias del capitalista se obtienen mediante de la explotación de la fuerza de trabajo, y la tasa de ganancia se puede calcular en su forma más básica: Tg= Pv/Ccte+Cv (2), es decir, la tasa de ganancia es la plusvalía que el capitalista obtiene del trabajo asalariado, en relación con el capital invertido en salarios (Cv), y en maquinarias, instalaciones, insumos, materias primas, etc., (Ccte). A medida que aumenta la inversión, el Ccte aumenta más de lo que el capitalista puede extraer de aumento de la plusvalía, haciendo disminuir la Tg. Por lo que en algún momento la inversión ya no resulta rentable. Pero las grandes empresas asociadas a los grandes bancos y con una influencia determinante en el aparato estatal de su país y en otros, se niega a caer, a ceder a otras su porción del mercado. Los bancos otorgan créditos sobre créditos y derivados sobre derivados, y etc., para sostener el financiamiento de las empresas, patear la bancarrota hacia adelante, y alientan inversiones especulativas, formando “burbujas” que inevitablemente estallan. Los Estados acuden en ayuda de los grandes bancos aumentando las deudas estatales hasta el punto en que se hacen impagables. Pero estas deudas estatales afectan a otros grandes bancos que se asoman de esta manera al precipicio. Los estados emiten más y más dinero, o crean “fondos” para acudir al rescate, pero la bola se agranda hasta que se hace insostenible y todo el sistema se precipita en una gran bancarrota generalizada.

O sea, las crisis no provienen de la escasez, sino de la abundancia de medios de producción, y de la súperproducción de capitales obtenidos de la explotación del obrero por parte del capitalista, en la que llegado un punto se detiene la inversión. El mercado mundial está saturado de inversión. La ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia -descubierta por Marx- es una ley general del capitalismo, sobre la cual operan fuerzas contrarrestantes -como el propio Marx señalara- pero que tiende a imponerse. Esta ley interna del capitalismo es la base fundamental de la crisis. Sólo la destrucción en masa de fuerzas productivas –una gran crisis, una depresión, con su consecuente catástrofe social- puede dar lugar a un nuevo ciclo de crecimiento. Sin embargo, las fuerzas económicas no funcionan envasadas al vacío e independientes de las fuerzas políticas y militares, es decir de los estados. El Estado es el aparato de dominación de la burguesía –en general-, y en particular en las crisis, de la fracción capitalista más fuerte. La fracción capitalista dominante utilizará el aparato estatal, internamente contra las fracciones de la burguesía más débiles, forzando la concentración del capital, y en el plano internacional para dirimir quienes se salvarán de la crisis, quienes se hundirán y que sector de la burguesía imperialista saldrá de ella como dominador hegemónico. Esto es lo que ha ocurrido con las dos guerras mundiales del siglo XX, que fueron la consecuencia inevitable del dominio del capital financiero y de las crisis en la época imperialista. Cuando decimos crisis “sin salida”, al igual que Trotsky, no queremos decir que el capitalismo se caerá solo, y que podemos cruzarnos de brazos a esperar que llegue esa hora, para luego reconstruir la sociedad sobre sus escombros.

Lo que quiere decir es que no hay una salida “puramente económica” de una crisis general como esta. Que para encontrar una salida las potencias imperialistas lucharán entre sí, por medios políticos, financieros, comerciales y en última instancia militares, para mantener un lugar predominante en un mercado mundial, que se ha estrechado tanto, que ya no puede contener a tantos capitales y tantas potencias imperialistas. Quiere decir que las crisis generan guerras, pero también revoluciones. En estas condiciones objetivas, la tarea urgente de la vanguardia consciente es construir partidos obreros revolucionarios, porque el capitalismo no caerá sino se lo derriba. Las ilusiones en un camino más fácil, sin revolución, con un estado que regula y distribuye la riqueza, apoyado en el “voto popular” y en “fuerzas armadas patrióticas”, se disuelven como pompas de jabón cuando se agudizan las crisis. Sólo revoluciones socialistas triunfantes en los principales países imperialistas que expropien a la burguesía y organicen la economía en función del interés general del pueblo, y no en el del capitalista, pueden acabar con las crisis y las guerras.

(1) Estarían vinculados a Goldman Sachs, al igual que el actual director del BCE, Mario Draghi.

(2)Tg: tasa de ganancia ; P: plusvalía; Ccte: Capital constante; Cv: capital variable.

La Argentina sin “blindaje”

Muy rápido se diluyen imperceptiblemente, casi sin dejar rastros, las fanfarronadas del gobierno kirchnerista que durante el período prelectoral aseguraba que el país estaba prácticamente exento de sufrir los golpes de la crisis mundial. Ya ahora oficialmente, el actual ministro de economía y próximo vicepresidente acaba de admitir que La Argentina sufrirá las consecuencias de la crisis y que golpeará principalmente por el lado comercial y por el financiero.

Por el lado comercial ya se sienten los efectos del parate de la economía brasileña, de la cual dependen la gran mayoría de las exportaciones industriales del país. Esto ya ha provocado que las terminales automotrices radicadas en el país comenzaran a elaborar planes de crisis, adelantando vacaciones y suspendiendo de manera parcial a su personal. Se estima que la industria automotriz desacelerará su crecimiento a la mitad durante 2012. De conjunto, los datos del crecimiento industrial han retrocedido. Como consecuencia, algunas pequeñas fábricas han comenzado a despedir personal.

El otro gran flanco comercial basado en la agroexportación, monopolizado de manera creciente por la soja, también será afectado. En tres meses el precio de la soja cayó de 530 U$D a menos de 420 U$D, con lo que se afectará el ingreso de divisas y los recursos fiscales del estado obtenidos de las retenciones.

Por el lado financiero la dificultad general para obtener créditos es un obstáculo importante para la inversión productiva. El gobierno, por la fuga de dólares, ha perdido los recursos de libre disponibilidad con los que contaba para pagar los vencimientos de la deuda pública. Al mismo tiempo ya no existe superávit fiscal, e incluso hay déficit si descuentan algunas maniobras contables. El superávit comercial también disminuye, por el crecimiento de las importaciones fomentada por el dólar atrasado en su valor en relación a la inflación real interna, y por la caída de las exportaciones –sobre todo las industriales- a causa de la recesión internacional.

El gobierno pretende apechugar esta situación apelando a dos slogans y a una reorientación comercial. La “innovación de los comportamientos”, “la sintonía fina”, y la ubicación de la región latinoamericana como eje del comercio. En otras palabras, como el resto del mundo está en la lona, todo lo que no pueda vender al Brasil tratará de vendérselo a otros países de la región, dado que todavía la mayoría de los países del Unasur mantienen índices positivos del PBI. ¿Pero cuánto puede durar esto? A fines de 2008 y principios de 2009, cuando golpeó el último pico de la crisis, todos los países de la región cayeron en la recesión.

En aquel momento había un exceso importante de reservas, superávit comercial y superávit fiscal. La política del gobierno fue subsidiar a las empresas que planteaban dificultades, pagando el estado una parte de los salarios (Repro) para evitar despidos masivos. Aún así hubieron 500 mil despidos (hormiga –diría Moyano-) y se produjo el cierre de varias fábricas de cierta importancia local, como Mahle, Paraná Metal y Massuh, así como otras menores.

Ahora el gobierno está recortando subsidios, para achicar el gasto público que se ha hecho insostenible, dado el agotamiento de los recursos fiscales y del excedente comercial. Esto de por sí tendrá inevitablemente un efecto desacelerador del consumo interno y en consecuencia del crecimiento. Aunque el gobierno lo quiera disfrazar, la política que está implementando es la del ajuste fiscal, típica receta “neoliberal” que acaba de criticar en sus discursos en el G-20. Cristina como el tero, grita en un lado y pone los huevos en otro, para tratar de mantener el apoyo de los trabajadores.

Junto con esta política “macro” de recortar subsidios, ha anunciado una política de “sintonía fina”, que consistiría en mantener subsidios y otros beneficios a las empresas que mejoren la competitividad, reinvirtiendo sus ganancias en el país. Este sería parte de las “innovaciones en los comportamientos”. El gobierno se compromete ante los empresarios a garantizar la “paz social”, y a imponer techos en las negociaciones salariales, más bajos en relación a la inflación. Esto significa que el gobierno no va a sostener a las empresas que no se banquen la competencia interna y externa. A lo sumo les ha prometido seguir devaluando paulatinamente el peso frente al dólar, en la medida en que puedan seguir teniendo bajo control la inflación. Esta devaluación también es necesaria para aumentar las finanzas del gobierno, que tendrá que cumplir con los pagos de la deuda externa, sin el recurso de las divisas de libre disponibilidad. Es decir, lo que tanto cacareaba Cristina, que no iba a hacer ahora lo hace. Decía que pagaba con reservas para no distraer recursos fiscales que serían destinados a la distribución de la riqueza. Ahora esas divisas no están más porque los grades empresarios las fugaron del país. Ninguno ha sufrido ninguna consecuencia por ello, porque como dice Cristina “es legal”. La ley, como es lógico en una sociedad de clases, en esta sociedad dominada por los capitalistas, beneficia a los empresarios, y castiga a los trabajadores. Los trabajadores verán decaer el poder adquisitivo de los salarios, porque en las paritarias la burocracia sindical aliada al gobierno, negociará aumentos salariales por debajo de la inflación. Comenzarán de nuevo los cierres de empresas y suspensiones, con el agravante de que ya no serán por un corto período como en 2008-2009, ya que ahora no se ve “la luz al final del túnel” de la crisis capitalista mundial y no se verá por años. Los discursos de Cristina, que acusan a los trabajadores que luchan por sus reivindicaciones de boicotearla, van en el sentido de una política más dura frente a los sectores que se dispongan a luchar. El antecedente inmediato de esta orientación es el recrudecimiento de la “judicialización de la protesta”, es decir de abrir causas judiciales contra los delegados de base y activistas que salen a luchar. La amenaza incluye la cárcel, como la que sufre Víctor Oñate, delegado petrolero de Las Heras (Santa Cruz) u otros compañeros que se enfrentaron tanto a la patronal como a las patotas de la burocracia sindical.

Entra en crisis una vez más la demagogia pequeñoburguesa de que la intervención estatal puede dominar la economía capitalista. Esta es la orientación reformista, con la que decían “se recuperó el valor de la política”. Según el kirchnerismo, no hace falta hacer una revolución armada, ni luchar por el socialismo, “eso ya fracasó con la caída del muro”. Pero con ello también están diciendo que fracasó la política de estatizar las principales palancas de la economía nacional. Ahora de lo que se trataba, era de que el estado orientara y en algunos casos obligara -mediante la presión de las herramientas “legales” con las que cuenta el estado- a que la clase capitalista actúe en beneficio del conjunto de la sociedad. Que ganen mucha plata, pero que distribuyan la riqueza, y sobre todo que se mantenga un alto nivel de ocupación e inclusión social. En otras palabras, si los obreros tienen trabajo, y los más pobres algunos subsidios que les permitan sobrevivir, alcanza. Lo demás se lo pueden llevar las patronales.

Pero hasta este “reformismo asistencialista” barato ha entrado en crisis, porque no ha entendido que el capitalismo es un sistema internacional, y que no se puede obligar al capitalismo a actuar en contra de sus leyes inmanentes. Se puede expropiarlo, o se puede doblegarse ante su lógica, pero no se puede obligar al capital a humanizarse, porque “su carne y sus huesos” sobreviven con la explotación del trabajo asalariado y con la sangre de millones de trabajadores y pobres de los países semicoloniales. No hay nada más inhumano que el capital. Es como pretender que el Diablo se haga cristiano, mediante el simple recurso de exigirle que cumpla con los mandatos de La Biblia.

Antonio Bórmida 28/11/2012

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