jueves, 15 de diciembre de 2011

El segundo mandato de Cristina viene con ajuste y palos debajo del brazo


En el discurso con el que asumió su segundo mandato (tercero del kirchnerismo), la presidente Cristina F de Kirchner volvió a repasar los “logros y virtudes”, que le permitieron ganar las elecciones.

Haciendo referencia a los juicios contra los represores de la dictadura militar, política con la que consiguió el apoyo de las organizaciones de derechos humanos, dijo que ya al asumir la presidencia en el 2007 había pedido que finalizaran los juicios y que esperaba que el próximo presidente al asumir no tuviera que repetir ese mismo deseo. Pero el total de condenados por la represión durante la última dictadura, luego de las condenas dictadas en la megacausa ESMA, asciende sólo a 262, según un informe de la Unidad Fiscal de seguimiento de estas causas que funciona en la Procuración General de la Nación. Si tenemos en cuenta que durante la dictadura funcionaron alrededor de 550 centros clandestinos de detención, esto significa que la proporción de los represores condenados no llega ni a uno cada dos centros de detención. Y sin embargo Cristina está apurada por terminar con los juicios. “Ella” necesita dar vuelta esa página para terminar de “reconciliar a las fuerzas armadas con el pueblo”, es decir, introducir en la conciencia popular que las Fuerzas Armadas actuales no tienen nada que ver con las de la dictadura militar, que ahora son “patrióticas”, para contar con algún apoyo social, si en caso de ser necesario, tenga que usarlas para reprimir las luchas obreras y populares.

No es casualidad que se haya referido también a las huelgas de docentes y petroleros en “su” provincia de Santa Cruz, condicionando el derecho de huelga, al decir que bajo su gobierno hay derecho de huelga, pero que no va a tolerar “el chantaje”. Estas no son sólo palabras, sino que ya las fuerzas represivas del gobierno nacional y el gobierno kirchnerista provincial de Santa Cruz intervinieron en conjunto para ocupar la ciudad de Las Heras, persiguiendo a los delegados y activistas petroleros, y deteniendo al delegado Víctor Oñate, que al día de hoy sigue preso. Con el mismo argumento de que estarían boicoteando a su gobierno, militarizó a los controladores aéreos colocándolos bajo la autoridad de la Fuerza Aérea, utilizando para ello un decreto de la dictadura todavía vigente. Para hacerla completa pidió que el Ministerio de Trabajo le quite la personería gremial a APTA, gremio que agrupa al personal de mantenimiento de las aeronaves.

El gobierno dice estar con los trabajadores, pero, actuando “con el código penal en la mano”, lleva más de 5000 causas judiciales abiertas contra delegados y activistas obreros y populares, y varios ya presos, por luchar por sus necesidades. Mientras que para las patronales que fugan millones de dólares, algo que la ley les permite –según dijo la misma Cristina-, sólo hay algunos reproches y llamados a invertir en el país.

Luego de recordar la situación social que había en el país cuando asumió el gobierno Néstor Kirchner, dijo que nunca en la historia del país hubo un período de crecimiento tan prolongado, y agregó que gobernará para lograr una Argentina más justa e igualitaria. Pero no explicó por qué después de 8 años de alto crecimiento de la economía, según la encuesta de Caritas todavía hay un 34, 9% de pobreza (4,4 millones de personas) en el área metropolitana (capital y conurbano bonaerense), y según la CTA oficialista (Yasky) a fines de 2010, la pobreza alcanzaba al 22,9% y la indigencia al 6,1% de la población del país.

Los medios periodísticos se quejaron de que hubo pocos anuncios acerca del rumbo de su futuro gobierno. Pero más que anuncios, son algunos hechos destacados de la realidad de las últimas semanas, los que indican hacia donde se orienta el gobierno: Tarifazos, topes salariales y represión a los que luchen, amenazando con limitaciones al derecho de huelga.

Contra los tarifazos: restatización de las empresas privatizadas, las petroleras y el transporte público

Cristina nos quiere vender espejitos de colores. No es que se le quitan los subsidios a quienes no los necesitan, como repite y repite la propaganda oficial. La suba de impuestos y el precio del transporte público es generalizada en todo el país (salvo por ahora en capital y el conurbano bonaerense), sin distinción de condición social. La inflación y el quite de los subsidios van a golpear a los trabajadores y a los pobres.

El quite de los subsidios a las tarifas de los servicios públicos, significa que lo que antes pagaba el Estado a las empresas -privatizadas bajo el gobierno de Menem-, ahora los vamos a pagar los trabajadores y las clases medias, porque lo que le toque pagar a los empresarios lo van a trasladar a los precios. Con ésta decisión el gobierno quiere ahorrar plata para pagar la deuda externa, ya que por la fuga de capitales (dólares) se quedó sin reservas de libre disponibilidad.

Con subsidios o sin subsidios, las “corporaciones” internacionales dueñas de YPF y las demás petroleras, las telefónicas, las proveedoras de energía eléctrica y gas, ganan una fortuna invirtiendo muy poco o nada, y llevándose las ganancias a sus casas matrices en los países imperialistas. Si tomamos como ejemplo el sector petrolero vemos que cada día es mayor la cantidad de petróleo y gas que se importa a precio internacional, pero se le permite a las petroleras seguir exportando y obteniendo suculentas ganancias a costa del desabastecimiento interno.

En la década del 90, los Kirchner apoyaron la privatización de YPF y declaraban que apoyaban “el proceso de transformación y cambio” encabezado por Menem, para después del 2001 llamar “entreguista” a la política del período menemista. Sin embargo, en los 8 años de gobierno kirchnerista no reestatizaron ninguna de las empresas privatizadas fundamentales para el control de los recursos básicos. Sólo se reestatizaron aquellas que fueron prácticamente abandonadas por los privados luego de vaciarlas, como Aerolíneas Argentinas o las empresas de aguas y servicios sanitarios, y las fondos de las AFJP, para manejar la plata de los jubilados como caja de financiamiento del Estado, en beneficio de las patronales y de las necesidades políticas del kirchnerismo.

Para impedir los tarifazos que engordan los bolsillos de los empresarios extranjeros y nacionales hay que reestatizar las empresas privatizadas en la época menemista y todas las empresas de transporte público. Las empresas puestas bajo control de los trabajadores y comisiones de usuarios establecerán cuál es el costo real de la producción (en el caso de las petroleras) y de los servicios que prestan.

No al techo salarial: salario mínimo de $6000 y aumentos según la inflación real

Al mismo tiempo que el gobierno nacional promueve los tarifazos, quiere imponer un techo a los aumentos salariales del 18% para las próximas paritarias. Si bien la mayoría de los dirigentes sindicales burocráticos se han pronunciado en contra de un techo salarial, es sabida la facilidad con la que estos burócratas se dan vuelta a cambio de algún favor del gobierno, mucho más todavía cuando este año se discutirá quién va a quedar como secretario general de la CGT.

Contra el techo salarial que quiere imponer el gobierno tenemos que reclamar un mínimo que cubra la canasta familiar que hoy está valuada en 6000 pesos y aumentos salariales acordes con la inflación real no la del Indec. Pero como no se puede confiar en los dirigentes hay que reclamar e impulsar la realización de asambleas que voten cuanto de aumento hay que pedir y cuales acciones de lucha tomar para conseguirlo. Las asambleas deben votar también que ningún acuerdo se firme sin ser aprobado en asamblea.

También hay que reclamar la eliminación del impuesto a las ganancias sobre los salarios de los trabajadores. Mientras el gobierno asiste con créditos “blandos”, a tasas bajas, a los empresarios y con facilidades impositivas y reintegros de todo tipo, una parte de los trabajadores pagan el impuesto a las “ganancias”. Los trabajadores ganamos un salario por un trabajo realizado, del cual el patrón obtiene sus ganancias. Las ganancias son del patrón, mientras el salario que ganamos la inmensa mayoría de los trabajadores no alcanza ni para cubrir una canasta familiar. A los “privilegiados” que ganan apenas un poco más de la canasta familiar –en la mayoría de los casos haciendo horas extras- el gobierno le cobra el impuesto a las ganancias. ¡¡Así distribuye la riqueza el gobierno “popular”!!

Los jubilados también son víctimas de la inflación y el aumento de las tarifas. A pesar de la demagogia kirchnerista la realidad es que el 75% de los jubilados cobra la jubilación mínima (1.434$) que es actualizada por el gobierno dos veces al año. Para los jubilados hay que reclamar el reconocimiento del 82%, no del salario mínimo vital y móvil, como han pretendido los partidos patronales de la oposición, con lo cual prácticamente no habría diferencia, sino del salario real de los trabajadores en actividad.

La crisis capitalista ya está provocando suspensiones, adelantos de vacaciones y el cierre de algunas fábricas

La reactivación económica y el crecimiento posterior, se basaron en la reducción del salario que cayó a la mitad, a causa de la devaluación del peso (del 1 a 1 al 3 a 1). Con salarios y otros costos por el piso, ventajas competitivas por el tipo de cambio favorable, y gracias a la situación de la economía internacional de alto crecimiento, sobre todo en América Latina y en Asia, la patronal decidió volver a poner a producir las fábricas. La consecuencia inevitable del “modelo” fue la inflación, que se fue sintiendo más a medida que crecía la ocupación. Y durante la crisis 2008-2009, se perdieron cerca de 500 mil puestos de trabajo, que sólo se recuperaron parcialmente. Pero la recuperación rápida, permitió minimizar la situación social. Ahora en cambio, los llamados “pilares” del modelo se han agotado: la plata que entra por la recaudación de impuestos (superávit fiscal) se va en el gasto público; cayó mucho el superávit comercial porque la inflación se comió las ventajas competitivas que tenía la patronal exportadora a la par que crecieron las importaciones; y las reservas se fueron achicando porque el gobierno tuvo que mantener el dólar retrasado para que la inflación no se dispare, lo cual generó una creciente fuga de dólares.

A esta situación se agrega la crisis económica internacional, que es una crisis profunda y duradera, como la que afectó al capitalismo internacional en la década del 30 del siglo pasado. Los primeros efectos de esta crisis se empiezan a sentir.

En varias fábricas se adelantaron vacaciones (Wolkswagen; Alpargatas) y hubo suspensiones en Renault. Pero varias fábricas más chicas cierran, despidiendo a todo su personal (Bosch; Agfa; Naranpol; Merisant-chuker-sucaryl; etc.)

No hay que aceptar las suspensiones pensando que la situación es temporaria, ni aceptar los despidos creyendo que será fácil encontrar un nuevo trabajo. La cosa viene muy fea, y lo más probable es que las suspensiones se transformen en despidos y que sea cada vez más difícil conseguir un nuevo trabajo. Por eso tenemos que defender nuestros puestos de trabajo.

Contra las suspensiones y despidos hay que luchar por el reparto de las horas de trabajo sin pérdida salarial. De esa manera no sólo estaremos luchando por mantener nuestro salario completo, sino además evitando que la patronal y la burocracia nos dividan.

Contra el cierre de empresas hay que luchar por la estatización bajo control obrero. Las cooperativas no sirven en tiempos de crisis profundas y prolongadas como la que viene, porque no pueden competir contra los capitales más fuertes que lucharán por copar los mercados. Ante una empresa que cierra, por medio de la lucha, hay que exigirle al Estado que estatice la empresa haciéndose cargo del pago integro de los salarios y de la venta de la producción.

Compañeros: en esta época imperialista, el capitalismo es una cadena de crisis. Para nombrar sólo los últimos 20 años, en el 89 fue la hiperinflación, en el 2001 la hiperdesocupación, en el 2008-2009 tuvimos apenas el aperitivo de la crisis que viene ahora con más fuerza. Cuando creemos que estamos levantando cabeza y las cosas mejoran, una nueva crisis capitalista nos hunde en pozos más profundos de miseria. Todos los gobiernos y partidos políticos que sostienen al régimen capitalista, como el kirchnerismo, o el Frente Amplio del Partido Socialista, cuando viene una crisis capitalista tienen la misma política: aumentar la explotación de los trabajadores, rebajar salarios frente a la inflación, dejar que las patronales despidan, recortar presupuestos en salud y educación.

La única manera en la que, en última instancia, podemos impedir que la crisis la paguemos los trabajadores, es luchando por derrocar al régimen capitalista para instaurar un gobierno de los trabajadores y el pueblo pobre. Un Estado obrero, controlando a través de la estatización todas las palancas importantes de los medios de producción y de cambio (las fábricas, las tierras, los bancos, el comercio) organizará la economía sobre nuevas bases. No en función de las ganancias y la acumulación capitalista, sino partiendo de las necesidades de los trabajadores y el pueblo. Para luchar por este objetivo estratégico, no bastan los sindicatos. Hay que construir un Partido de Trabajadores Revolucionario, que organice y unifique a todos los trabajadores y a los sectores explotados y oprimidos del pueblo, en la lucha por la conquista del poder. ¡¡Entrá al Partido de la Revolución Socialista para luchar junto con nosotros por ese objetivo estratégico!!

12/12/2011

A diez años de las históricas jornadas del 19 y 20 de diciembre


Por un frente único obrero contra las persecuciones y el ajuste

Una historia reciente

A partir de 1989, luego de la entrega apresurada del gobierno por parte de Raúl Alfonsín (acorralado por la hiperinflación, los 13 paros generales de la CGT y las luchas obreras y populares), sobrevino la desbastadora década menemista. Época signada por el cumplimiento puntilloso de las recetas exigidas por el FMI y por las estrechas y “carnales” relaciones con EE.UU., que llevaron a la privatización de todas las empresas del estado en beneficio de las multinacionales y capitales locales (apoyadas entusiastamente por el entonces gobernador de Santa Cruz Néstor Kirchner), al desmantelamiento de los presupuestos para salud y educación y al establecimiento de la convertibilidad (el famoso 1 a 1) para frenar la hiperinflación, que llevó a la multiplicación exponencial de la desocupación y la pobreza.

En este contexto, a finales de los 90, sectores de centroizquierda, la CTA y el radicalismo, arman la Alianza, una verdadera “bolsa de gatos” encabezada por Fernando De La Rúa y “Chacho” Álvarez, que en diciembre de 1999 asume el poder político. . . con el 48% de los votos. La continuidad por parte de la Alianza de una política económica que implicaba un profundo ataque contra la población laboriosa no hizo más que agravar la situación. La aprobación de leyes contra los trabajadores, coimas mediante, de flexibilidad laboral, de rebaja salarial, etc., etc., profundizaron el cuadro de hambre y miseria en la que los políticos patronales hundían a la población. El 22% de los trabajadores desocupados, el 19 % subocupados y más del 53 % de la población bajo la línea de pobreza, sumado a la confiscación de los pequeños ahorristas mediante “el corralito” bancario, fueron el detonante de la rebelión popular.

Precedidos por un sinnúmero de luchas, el 19 y 20 de diciembre de 2001 miles y miles de desocupados, trabajadores y jóvenes hartos de soportar la desocupación, el hambre y la miseria ganaron las calles, marcharon sobre las plazas de las ciudades más importantes del país, se produjeron saqueos y enfrentamientos con las fuerzas policiales. Se sumaban a la movilización sectores del pueblo afectados por la confiscación directa de sus ahorros.

De La Rúa en un intento por poner freno al desbarranque de su gobierno, acepta la renuncia de Cavallo y decreta el estado de sitio, lo que es respondido con una marcha generalizada de la población. En Buenos Aires los barrios del conurbano marchan sobre plaza de Mayo y al grito “que se vayan todos”, fundamentalmente los sectores juveniles, enfrentan en una batalla campal a las fuerzas de la represión. Aún con el poder político casi disuelto el aceitado aparato represivo actúo salvajemente contra los manifestantes provocando 39 muertes.

La ofensiva popular fue tan grande que el Presidente se vio obligado a dejar el poder y huir en helicóptero desde los techos de la casa de gobierno.

El desarrollo posterior de los acontecimientos reflejó la ausencia de un partido revolucionario de la clase obrera capaz de impulsar la unidad y potenciar semejante respuesta de los trabajadores y el resto de la población movilizada. Simultáneamente, el accionar, objetivamente mancomunado de las burocracias de la CGT y de la CTA conteniendo a los trabajadores sindicalizados y dándole la espalda al movimiento, permitió las maniobras de políticos patronales desgastados y corruptos que terminaron imponiendo una salida, a favor de la patronal en el marco del régimen burgués.

La devaluación del peso (3 a 1), y el consecuente aumento de los precios, provocó una caída del 50% del poder adquisitivo de los salarios. Con los salarios deprimidos y el tipo de cambio favorable por la devaluación, la patronal recuperó la “competiti­vidad”, es decir, la posibilidad de obtener grandes ganancias poniendo las fábricas de nuevo a producir. La recuperación y el crecimiento económico, no se produjo por ningún misterioso ni milagroso “modelo”, sino sobre la base de la rebaja del salario de los trabajadores a la mitad, en un marco internacional favorable.

El posterior intento del Duhaldismo de erigirse en árbitro del proceso poniendo fin a la persistente movilización popular, finalizó con la represión del Puente Pueyrredón, en la que fueron asesinados los compañeros Kosteki y Santillán, crímenes que generaron una nueva y masiva movilización que dio por tierra con las intenciones de Duhalde de permanecer en el gobierno y tuvo que llamar anticipadamente a elecciones.

El Kirchnerismo, asumió el poder con el 23 % de los votos, poniéndose de inmediato en la tarea de recuperar la gobernabilidad del régimen burgués que había entrado en crisis, golpeado por la movilización obrera y popular. Para restaurar “el valor de la política y las instituciones” los K debieron tomar, aunque siempre parcialmente, algunos de los reclamos más sentidos por la población: enjuiciamiento sólo a los represores más conocidos de la dictadura, aumentos a los jubilados pero sin otorgar el 82%, ley de medios pero que sólo favorecerá a los que tengan algún capital, la asignación universal por hijo que es apenas un paliativo a la pobreza, etc., etc. Y tras desplegar una gran campaña demagógica procedieron a la cooptación de importantes referentes de las luchas populares. Un creciente manejo de los medios de difusión y una profusa campaña con los fondos del Estado les permite exponer cotidianamente las concesiones que han realizado a los sectores más postergados, ocultando a los ojos de la población quienes son los verdaderos beneficiarios del “modelo”.

A diez años de estas jornadas, y tras ocho años de gobiernos kirchneristas, las principales políticas a favor de la clase capitalista y el imperialismo, impuestas en la década menemista no han sido tocadas. Los resortes estratégicos de la economía siguen privatizados, se profundiza el saqueo de nuestros recursos naturales (tierra, minería, petróleo, gas), de la mano de grandes corporaciones con complicidad explicita de este gobierno y con el verso del “desendeudamiento” se cumplió puntualmente con los pagos del grueso de la deuda externa.

Defendiendo al capital

Los intereses que motivaron la política del kirchnerismo no fueron la recuperación de derechos y conquistas de la población trabajadora. Muy por el contrario, la permanente defensa que han realizado del capitalismo “en serio”, en abierto ataque a los trabajadores, nos demuestra que su objetivo ha sido borrar de la conciencia popular las jornadas del 19 y 20 de diciembre como experiencia política de las masas. Experiencia de ciento de miles de trabajadores que se movilizaron políticamente contra el régimen democrático de dominación burgués. El objetivo del kirchnerismo al igual que el de todos los partidos patronales ha sido recuperar la “gobernabilidad” y las ganancias de los capitalistas, quebrar a la vanguardia obrera para hacer pasar impunemente sus planes, salvar su sistema de explotación.

La represión del “gobierno que no reprime”

El gobierno preparó minuciosamente las condiciones para ajustar “el modelo”, golpeando sistemáticamente a la vanguardia obrera y al pueblo pobre que lucha por sus necesidades. Es una represión organizada y dirigida, con patotas y barras bravas, con zonas liberadas. Una represión perfectamente organizada desde el Estado, con la estrecha colaboración de la burocracia sindical y los gobernadores, que ha asesinado a más de quince compañeros. Artera y difusa en su responsabilidad, para que el trabajador no vea de donde proviene el golpe, y en consecuencia no sepa de quien defenderse. Un gobierno que mantiene miles de juicios contra los que luchan y ataca a las organizaciones y delegados obreros. Pero que de todas maneras ve con preocupación que no ha logrado totalmente sacar de las calles, ante cada lucha, el piquete y el corte, huellas indelebles de las jornadas del 19 y 20, que no han podido frenar la lucha que protagonizan miles de compañeros en las fábricas imponiendo delegados combativos y recuperando comisiones internas de manos de la burocracia sindical.

Ajuste y represión: dos caras de una misma moneda

En medio de la crisis económica mundial y ante el agotamiento del “modelo” kirchnerista, rápidamente quedó al desnudo el verso del “blindaje” y hoy, aprovechando el 54% del crédito electoral, han armado una verdadera batería de tarifazos contra la población trabajadora, encubiertos eso si, una vez más, con el verso de que pagaran “los que más tienen”, cuando en realidad los que terminamos pagando como siempre somos los trabajadores. Esta escalada contra el nivel de vida de la población laboriosa y el intento de poner un techo del 18% a las paritarias, con una inflación que supera holgadamente el 30%, nos impondrá seguramente a un duro enfrentamiento.

Por un frente único obrero

Ante el accionar represivo del gobierno y el golpe económico que desata contra nuestras condiciones de vida y de trabajo, apoyamos e impulsamos la iniciativa tomada por delegados y agrupaciones obreras combativas, del ferrocarril Sarmiento y Belgrano Norte, de Monsa Línea 60, Metrovías y Ecotrans. De importantes fábricas como Kraft, Pepsico, Paty, Frigorífico Rioplatense, EMFER, FATE, del Hospital Garrahan. Y de Zanón, agrupaciones y sindicatos docentes, estatales, telefónicos, estudiantes, docentes y no docentes universitarios, organizaciones políticas de la izquierda, en Neuquén.

Hay que desarrollar y extender esta iniciativa que apunta a unir las filas obreras contra la ofensiva del gobierno kirchnerista y las patronales, para que se fortalezca como polo de referencia y de reagrupamiento para todos los trabajadores. Los partidos que integran el FIT, que se pusieron de acuerdo en un extenso programa para la propaganda en la reciente campaña electoral, deben mantener ese acuerdo en la lucha de clases, e impulsar y extender el núcleo clasista dentro de un frente único obrero más amplio para enfrentar con la lucha el ajuste y la represión.

Declaración conjunta:

CORRIENTE DE TRABAJADORES

Partido de la Revolución Socialista - PRS

miércoles, 7 de diciembre de 2011

África del Norte y Medio Oriente: Las masas obreras y populares siguen a la ofensiva


Desde el viernes 18 de noviembre, las masas populares de Egipto volvieron a ocupar la Plaza Tahrir, el centro político del movimiento revolucionario que derribó hace nueve meses la dictadura de Mubarak. Es la respuesta obrera y popular ante el intento del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas de escatimar las conquistas democráticas por las que el pueblo egipcio luchó y dio su sangre. Desde la caída de Mubarak, el Consejo Militar se hizo cargo del poder con la promesa de transmitirlo a un gobierno elegido por el voto en seis meses. Esta salida fue impuesta por el imperialismo y avalada por la burguesía egipcia, ante la imposibilidad de hacer retroceder el movimiento revolucionario obrero y popular con la represión de las fuerzas policiales y las bandas armadas, y cuando las huelgas obreras se generalizaban contra el régimen. El ejército se negó a acatar las órdenes de Mubarak de reprimir para evitar la división de sus tropas y mandos medios, que simpatizaban y confraternizaban con los manifestantes. De esta manera, el ejército –que todavía contaba con apoyo popular- pudo ubicarse frente a las masas como garante de la transición a un “régimen democrático”. El régimen dictatorial de Mubarak fue tolerado por 3 décadas, pero ante la crisis general capitalista y el alza en los productos de primera necesidad, fue incapaz de garantizar ni siquiera el trabajo para un enorme porcentaje de jóvenes y salarios que alcanzaran para satisfacer las necesidades básicas de la población trabajadora. Este fue el motivo de fondo de la insurrección popular. Los trabajadores y el pueblo que voltearon a Mubarak, tienen ilusiones en que por medio de la democracia van a conquistar mejores condiciones de vida. Y creyeron en que el gobierno militar sería una corta transición a la democracia.

Pero la Junta Militar, que es el garante último del régimen burgués, no puede dar ni trabajo, ni pan, ni democracia. O mejor dicho, no puede dar democracia porque, ni los militares ni el gobierno burgués que resulte elegido en las urnas pueden dar trabajo ni pan.

Por esta razón el Consejo Supremo quiso imponer condicionamientos a la redacción de una Constitución, reservándose el poder de veto, y la garantía de que no serían tocados sus intereses económicos. Hay que recordar que el ejército controla una gran cantidad de empresas que de conjunto representan el 40% del PBI, y las FFAA egipcias son las que más fondos (U$D 1.300 millones) como “ayuda militar” reciben por parte de EE-UU, después las de Israel. Además, mientras que fueron convocadas para el 28 de noviembre las elecciones legislativas, el gobierno militar ubicaba las elecciones presidenciales para una fecha indefinida del año 2013, cuando al asumir el poder habían prometido que se realizarían en seis meses.

Contra estos intentos de retacear el poder del futuro gobierno elegido por el voto, se lanzaron a la protesta miles de manifestantes, encabezados por la Hermandad Musulmana (HM), el principal partido burgués de Egipto, de orientación islamista moderado al estilo del actual gobierno turco. Con la presión de una movilización controlada, la HM que espera ganar la mayoría en las elecciones legislativas, quería evitar condicionamientos militares. Las manifestaciones fueron duramente reprimidas por la policía, por orden del Consejo Militar gobernante, con un saldo de alrededor de 40 muertos y 2.200 heridos. Pero el pueblo no retrocedió sino que por el contrario multitudes, más numerosas aún, coparon la Plaza Tahrir, a pesar de que la HM, viendo el riesgo de perder el control de las movilizaciones, se retiró después del primer día. Este es un síntoma claro de la vitalidad que aún conserva la revolución. Las manifestaciones se sucedieron día tras día desde el 18 de noviembre, no sólo en El Cairo, sino en las principales ciudades de Egipto, como Alejandría, Suez, Qena Asuán y Asiut.

En esta fase la revolución todavía está centrada en las demandas democráticas. A principios del mes de septiembre tuvieron lugar manifestaciones contra los juicios por tribunales militares contra civiles, la continuidad de las detenciones arbitrarias, las torturas a los presos y la represión. Pero también se han desarrollado importantes huelgas obreras y la organización de sindicatos “libres” del aparato burocrático montado en la época de Mubarak que todavía subsiste.

Hay que destacar, por su importancia para las perspectivas estratégicas, que los trabajadores y el pueblo hicieron una rápida experiencia con el ejército, el que aparecía al principio de la revolución con mucho apoyo popular, mientras que ahora los manifestantes reclaman que deje el poder. Ahora en la Plaza Tahrir, la consigna más gritada fue ¡Abajo los militares!

Las masas obreras y populares, todavía desarmadas, y sin una dirección marxista revolucionaria, confían en la presión que pueden ejercer las manifestaciones multitudinarias. Esta presión obligó a que el Consejo Militar se comprometiera a realizar elecciones presidenciales para 2012, y provocó la renuncia del presidente del Consejo de Ministros, una institución sin poder efectivo y subordinada totalmente al poder militar. Pero en su reemplazo fue nombrado Kamal Ganzouri, un hombre que fue primer ministro de Mubarak, aparentemente de común acuerdo con la HM. Las agrupaciones juveniles que fueron vanguardia en la revolución que volteó a Mubarak como el Movimiento 6 de Abril y la Coalición de jóvenes de la Revolución, han propuesto como jefe de un “gobierno de salvación nacional” que reemplace al poder militar a dirigentes de la burguesía, inclusive a algunos estrechamente vinculados al imperialismo como El Baradei, ex secretario general de la AIEA (Agencia Internacional de Energía Atómica), la que presta servicios al imperialismo dando argumentos para justificar las sanciones y posibles ataques contra Irán.

Aunque todavía en la fase democrática de la revolución, este segundo ascenso de la movilización no puede ser caracterizado de manera independiente del proceso que se desarrolla en toda la región del Norte de Africa y el Medio Oriente. La reciente caída del régimen de Kadafi, tras siete meses de guerra civil, en las que el pueblo se armó y formó milicias que terminaron entrando en Trípoli, derribando la dictadura, y ejecutando al propio Kadafi, dio impulso a la lucha en toda la región. Los bombardeos de la Otan y la intervención de las potencias imperialistas (EE-UU; Francia e Inglaterra), a favor de la dirección burguesa proimperialista del CNTL, no cambiaron el carácter principal de la lucha del pueblo Libio contra una dictadura sangrienta, que mantenía en la abundancia a las camarillas y tribus vinculadas al aparato de poder, mientras el resto del pueblo padecía privaciones y represión. Es parte del mismo proceso de ascenso revolucionario regional que se retroalimenta mutuamente, en el cual las potencias imperialistas pretenden reubicarse para influir en el curso de los acontecimientos políticos en beneficio de sus intereses. Pero inclusive el gobierno del CNTL es mucho más débil e inestable que el gobierno militar egipcio, dado que no hay un ejército regular, las milicias continúan armadas y es muy dudoso que las vayan a entregar a un gobierno en el que no confían. Si han aceptado su comando militar ha sido con el objetivo de derrocar a Kadafi, pero es evidente que el CNTL no controla completamente la situación, como lo demuestran estos dos hechos recientes:

Hace poco más de dos semanas hubo enfrentamientos armados entre milicias procedentes de la ciudad de Zawiya y miembros de la tribu Wershifanna, por el control de una base militar en las cercanías de Trípoli. Según la agencia de noticias Reuters, “El presidente del CNT, Mustafá Abdul Jalil, culpó a antiguos rebeldes "irresponsables" de la violencia desatada recientemente y que ha hecho temer incluso que estallen nuevas disputas entre grupos que estuvieron unidos para derrocar a Muamar Gadafi.”(14 de noviembre).

Por otro lado, un centenar de manifestantes rodearon un avión tunecino en el aeropuerto de Mitiga (Trípoli), retrasando su despegue, en protesta contra el Gobierno del CNT.

Un periodista de Reuters informó que “no se ha registrado violencia, aunque varios de los manifestantes portaban armas y atuendos de combate.” “Los manifestantes, procedentes del distrito de Souq al Juma de Trípoli, un bastión antigadafista, han exigido a las autoridades libias que abran una investigación para esclarecer las circunstancias en las que varios miembros de la milicia de dicho distrito murieron la semana pasada en unos altercados que tuvieron lugar en Bani Walid, una de las últimas localidades en caer en manos de los rebeldes situada al sureste de la capital libia.” Y Reuters agrega el siguiente comentario: “Este incidente representa el último episodio de ausencia de ley en Libia, donde el Gobierno interino está luchando para controlar los grupos de interés locales, que, en muchas ocasiones, están apoyados en milicias armadas.”(27 de noviembre)

Las caídas de las dictaduras de la región son primeros triunfos de la movilización revolucionaria de las masas. Por la falta de una dirección marxista revolucionaria, la clase obrera no ha podido convertirse en caudillo del pueblo pobre y desarrollar una ofensiva destinada a conquistar el poder. Aprovechando ésta enorme desventaja del movimiento revolucionario, el imperialismo y las burguesías reaccionarias actúan de contraofensiva, tratando de ponerle límites y desviarlo al pantano reaccionario de regímenes democrático burgueses.

Tanto el gobierno del Consejo Militar en Egipto, como el gobierno del CNT en Libia son el resultado de la política del imperialismo, en alianza con buena parte de las burguesías nativas. En Libia la intervención del imperialismo tuvo que ser militar porque no pudieron evitar que la represión de Kadafi desencadenara una guerra civil. En Túnez como en Egipto, la intervención todavía está centrada en la orientación política del proceso. Es obvio, que si las FFAA egipcias no respondieran a la línea de EE-UU, no seguirían recibiendo los suculentos fondos de “ayuda militar”. El adelantamiento de las elecciones presidenciales por parte del Consejo Militar egipcio, responde a la necesidad de hacer concesiones para desmovilizar a las masas, al acuerdo con la Hermandad Musulmana, pero también a la orientación política del gobierno de EE-UU, quien por boca de Hillary Clinton, ante el ascenso de las movilizaciones, declaró que había que traspasar el poder a un gobierno civil lo antes posible.

Ante la irrupción revolucionaria del movimiento de masas, y en tanto la represión no consiguió derrotarla, la política del imperialismo en la región se centró en presionar a los gobiernos acorralados por las movilizaciones, para que busquen una salida negociada del poder, dando lugar a gobiernos de transición que abran de la manera más retaceada posible el cauce a regímenes democrático-burgueses, según las circunstancias de cada país. Así actuó en Túnez, Egipto, y actúa en Yemen y en Siria.

En Yemen, el presidente Ali Abdullah Saleh –que gobernaba desde 1978- luego de que la continuidad de las masivas movilizaciones hicieran fracasar todas sus maniobras tratando de sostenerse en el poder, acaba de anunciar un acuerdo para un gobierno de transición, hasta su retiro formal en febrero. Este acuerdo fue forzado por el Consejo de Cooperación del Golfo, encabezado por Arabia saudita.

En Siria, además de la presión de las potencias imperialistas como tales y sus organismos internacionales como la ONU, el imperialismo interviene de común acuerdo con Turquía y la Liga Arabe, cada vez más preocupados por la inestabilidad que crearía una guerra civil, en ese país clave en una región cruzada por conflictos calientes. No sólo porque está latente un recrudecimiento de la lucha entre palestinos y sionistas (que involucraría como mínimo a Palestina, Israel y Líbano), sino que las acciones de milicias del pueblo kurdo que luchan por su independencia contra el gobierno turco, han escalado en los últimos meses. Sin embargo además de las constantes y masivas movilizaciones de masas que son reprimidas ferozmente por el régimen de Bashar Al Assad, con una cantidad impresionante de muertos (se calcula que ya son más de 4000) y heridos, un sector del ejército ha desertado y ha constituido el “Ejército Libre Sirio”, el cual ya ha realizado importantes acciones militares cerca de la capital Damasco.

Hasta en Kuwait acaba de renunciar el gobierno del primer ministro Nasser al Mohamad al Sabah, tras semanas de protestas populares reprimidas duramente en las calles de la capital, que pedían que también que se disuelva el Parlamento y que se convoque a elecciones anticipadas.

Sólo en Bahrein, pequeña nación insular sede de la V Flota de EE-UU para el Golfo Pérsico, la intervención represiva de tropas de Arabia Saudita, logró contener las movilizaciones populares.

Acicateadas por una crisis general del capitalismo, que hace cada día más difícil las condiciones de vida, sometiéndolas a privaciones insoportables, las masas obreras y populares de la región están desarrollando una ofensiva revolucionaria que ha derribado dictaduras capitalistas y proimperialistas, que por décadas han sostenido regímenes de opresión. Sobre esta base y a la contraofensiva, actúan las potencias imperialistas en alianza con las camarillas burguesas, tratando de sostener las viejas posiciones u ocupando nuevas, en la lucha por fortalecerse en una región clave para dirimir la relación de fuerzas interimperialista a nivel mundial. Los marxistas revolucionarios sabemos que estos primeros triunfos de la movilización revolucionaria de las masas sólo pueden consolidarse y avanzar mediante la conquista del poder por gobiernos obreros y campesinos que impulsen la lucha por una revolución socialista internacional, para lo cual es indispensable la construcción de partidos obreros revolucionarios e internacionalistas.

Un capítulo fundamental en esta disputa del poder regional se desarrolla con la escalada de amenazas de un ataque militar a Irán, de manera directa por el régimen sionista de Israel, de manera solapada por EE-UU, Inglaterra y Francia. De concretarse estas amenazas comenzaría una guerra de consecuencias imprevisibles, y de alcance no solo regional sino mundial. Esta es la razón por la que todavía, pese a las pretensiones de Israel, EE-UU no se decide al ataque. Sin embargo, la cuenta regresiva está en marcha, porque resulta extremadamente difícil creer que Israel pueda tolerar a un Irán con armamento nuclear. Para EE-UU, no secundar a Israel en una guerra contra Irán, sería una declaración de decadencia tal que perdería por completo su influencia regional y quedaría extremadamente débil en el plano internacional. Pero Irán no es el único foco de tensiones en la región. El régimen sirio ha amenazado con “un terremoto” en la región y con “incendiar Israel” si hay intromisión militar extranjera contra su gobierno, en tanto Al Assad resiste las presiones de Turquía y la Liga Arabe para que abandone el poder, y la situación se desliza hacia una guerra civil abierta. En síntesis, toda la región es un verdadero polvorín, con varias mechas listas para encender.

Sólo una revolución obrera y socialista triunfante puede derrocar a las burguesías reaccionarias, expulsar al imperialismo de la región, e imponer la única solución que puede permitir el progreso y la hermandad de los pueblos, liberados de la explotación y la opresión, en una Federación Socialista del Medio Oriente y el Magreb.

Antonio Bórmida
29/11/2010

Y entonces 65 años después, hubo un paro general en EE UU…


El último paro general en Estados Unidos había sido en el año 1946. El día 2 de diciembre, los trabajadores del transporte público, se habían negado a llevar a los carneros contratados por la patronal, que querían romper una huelga de trabajadoras de una cadena de supermercados.

Al día siguiente, los choferes de camiones se plegaron al conflicto en solidaridad. Ante esto, las direcciones sindicales burocráticas, desbordadas completamente, tuvieron que largar un paro general que contagió a toda la ciudad. El 3 de diciembre, 100 mil trabajadores no fueron a trabajar. Un año más tarde el gobierno yanky prohibió mediante una ley, realizar huelgas solidarias en todo el país.

Tuvieron que pasar sesenta y cinco años, para que en la misma ciudad de Oakland, la clase obrera de esa ciudad llevara adelante el primer paro general del siglo XXI en EE UU. Es decir, que la clase obrera de esta ciudad fue la que protagonizó la última huelga solidaria del siglo XX y la primera del siglo XXI.

Año 2011, los motivos de la huelga del 2 de noviembre.

Fue convocada por el movimiento Occupy Oakland, en solidaridad por la muerte a manos de la policía, del veterano de guerra de Irak: Scout Olsen, herido por un proyectil de gas lacrimógeno, en la manifestación del 25 de octubre, en la cual también habían sido detenidos más de 100 manifestantes.

Si bien no se paró por completo la ciudad, sí se suspendieron las actividades en el puerto por unas seis horas (Oakland es el 5to puerto más importante de EEUU).

Miles de personas se movilizaron para repudiar a los responsables de la crisis económica que afecta a Estados Unidos, protestaron contra la represión y contra la desigualdad económica y social en el país y exigieron que se cobren impuestos a los ricos. Se dio en las calles la unidad entre trabajadores blancos, inmigrantes y afro-americanos con sectores de la clase media baja estadounidense.

A pesar de que no fue un paro general muy extendido, ya que solo se circunscribió a la ciudad de Oakland, es un salto cualitativo muy importante, ya que es la clase obrera con sus organizaciones la que empieza a participar de las luchas.

Y si bien, el grueso de la huelga estaba compuesto por trabajadores de la salud y docentes, el hecho de que una parte de los trabajadores portuarios se hayan adherido, muestra que uno de los sectores más duros de la clase obrera yanky, empieza a despertar del largo letargo.

El movimiento Occupy:

Tres números atrás de La Causa Obrera, explicábamos como el surgimiento del Tea Party (un ala de derecha dentro del Partido Republicano de EE UU, que plantea un programa ultra reaccionario, que incluye la expulsión de los inmigrantes ilegales, el recorte de presupuestos a la salud y educación pública, el aumento de los presupuestos de guerra, limitar el control a las emisiones de dióxido de Carbono, etc.) expresaba el malestar de un sector importante de la clase media yanky.

En ese mismo artículo planteábamos que era parte de un fenómeno similar al de la década de 1930, que tanto en Europa como en el mismo EE UU, expresaba la polarización política de las masas, como un fenómeno social inherente a las crisis económicas de magnitudes históricas. Por ejemplo en aquellos años, la polarización por derecha desembocó en el surgimiento del fascismo en Italia (mediados de los 20) y principalmente el ascenso de Hitler en Alemania. Así como también el desarrollo de la polarización a la izquierda, se expresó en la huelga general en Francia, y en la revolución y guerra civil en España.

También planteábamos que en EE UU, si bien por un lado surge el Tea Party a la derecha, los procesos de movilización a la izquierda, recién se habían empezado a manifestar larvadamente, todavía contenidos por el prestigio de Obama, el cual lograba canalizar todo lo que se pudiera expresar “por izquierda”.

Pero ya las movilizaciones en el estado de Wisconsin a fin del 2010, tanto de docentes como de estudiantes en contra de los recortes de presupuestos, empezaban como el agua que va al cántaro, a mellar este prestigio de Obama.

La ofensiva a todas las conquistas de las masas trabajadoras estadounidenses, así como las amenazas de nuevas guerras por parte del Gobierno de Obama, hicieron que ese prestigio quedara por el piso ante las masas trabajadoras y de las clases medias empobrecidas.

Es en este marco que surge el movimiento Occupy. Primero en Nueva York, pero luego de unas semanas, como un reguero de pólvora, empezó a hacerse extensivo a todas las ciudades importantes de EEUU.

Compuesto en un primer momento centralmente por jóvenes hijos de la pequeño burguesía y de la clase media norteamericana (los últimos índices sobre pobreza en Estados Unidos, dicen que uno de cada 10 norteamericanos o ya vive en la pobreza o está en camino a la pobreza) el fenómeno empezó a hacerse cada vez mas extensivo, no solo en el sentido territorial del término, sino también por el hecho de sumar a trabajadores desocupados, así como a militantes sociales, bajo el lema “We are the 99%”(nosotros somos el 99%).

El proceso es similar al que ocupó las plazas en Madrid como en varias otras ciudades de Europa a principios de año, y es muy similar también al proceso de asambleas populares del 2001 acá en Argentina.

De conjunto no se proclaman como un movimiento anti-capitalista ni anti-imperialista, así como tampoco pretenden organizarse como un partido político, ni extender su influencia a la clase obrera. Es decir que tienen las limitaciones de querer organizarse de manera espontánea y horizontalista, y de no ver la importancia de empalmar con la clase trabajadora, de la misma manera que el fenómeno de los jóvenes indignados en España. (Ver LCO n º 69).

Pero parece ser que la forma de organizarse y la composición social varía según las tradiciones de lucha de cada ciudad (hay que tener en cuenta que EE UU, es un país enorme, con formas culturales y políticas que varían muchísimo según la región, así como también el papel de las minorías étnicas, latinos, afro-americanos, etc.), y eso es lo que explica porque en Oakland los jóvenes indignados, empalmaron con la clase trabajadora.

Una posible dinámica

La situación de la crisis económica mundial lejos de recomponerse, amenaza con prolongarse y profundizarse. En este marco los ataques de la burguesía a las conquistas de las masas, también se van a seguir profundizando. Pero las movilizaciones que continúan en Egipto, en Yemen, en Siria, en Grecia, en Italia, en Inglaterra, preanuncian que la polarización política dentro de los EE UU también se va a seguir desarrollando.

Lo nuevo e importante, es que al movimiento de ultraderecha, poco a poco se le viene oponiendo un movimiento de izquierda: el Occupy; que con todas las limitaciones que tiene, demuestra que las masas empiezan a desengañarse y a romper políticamente con las falsas ilusiones del Partido Demócrata de Obama. Y además el movimiento lentamente, como lo demostró la huelga en Oakland empieza a empalmar con la clase obrera.

Solamente si el movimiento es acaudillado políticamente por la clase obrera, puede dirigir hacia el triunfo el proceso de movilización iniciado por los jóvenes de clase media Occupy, extendiendo la experiencia de la huelga de Oakland a otras las ciudades de Estados Unidos.

En la medida en que la clase obrera empiece a movilizarse hacia la huelga general y a construir su partido revolucionario, no solo los trabajadores de Estados Unidos pondrán de rodillas a la burguesía yanky, sino que permitirá que millones de trabajadores y explotados del mundo sigan su ejemplo.

Remo Dicasap

La crisis de la economía capitalista mundial ante un callejón sin salida


Europa, hundida hasta el cuello

El 9 de diciembre parece ser la nueva fecha clave. Se espera que en esa fecha, en la que se realizará una nueva cumbre europea, Alemania y Francia anuncien un nuevo “plan” que contenga la crisis o por lo menos la limite, evitando una bancarrota generalizada que hunda la economía mundial en la depresión. Sin embargo, nada es seguro en Europa, aunque lo respalden las principales potencias. Ya pasaron otras fechas claves, y reuniones “cumbres” de las cúpulas políticas europeas, sin que se haya encontrado una salida a la crisis.

Unos tras otros se sucedieron los planes de “rescate” a Grecia. Las tensiones se aliviaron de manera efímera, hasta que se comprueba que en la práctica no son suficientes, o no se pueden aplicar, ya sea por las contradicciones internas de los estados miembros de la UE, o porque la resistencia de los trabajadores y jóvenes griegos amenaza con transformarse en un levantamiento obrero y popular si la burguesía griega quiere aumentar el ajuste como se lo exige Alemania y Francia. Esta situación es la que arrastró a la renuncia al gobierno socialdemócrata (PSOK) de Giogos Papandreu.

Mientras que la burguesía imperialista europea, comandada por Alemania y secundada por Francia, no lograba resolver la crisis griega (una nación marginal desde el punto de vista económico), Italia entraba de manera turbulenta en la zona de riesgo, superando incluso la complicada situación de España. Como en Grecia, el agravamiento de la crisis italiana obligó a renunciar a Berlusconi, y en las recientes elecciones españolas cayó derrotado el PSOE de Zapatero ante la derecha recalcitrante del PP. La banca francesa es a la vez la más expuesta a la crisis griega e italiana. Ya no se trata de los países “marginales” del euro, sino de sus principales integrantes.

Si a la burguesía griega le tiembla la mano ante la necesidad de profundizar el “ajuste” por la resistencia del movimiento obrero y popular, los ajustes que requiere la crisis española e italiana se enfrentarán a una clase obrera todavía más poderosa. Es verdad que hasta ahora las burocracias sindicales han logrado contener al movimiento obrero, pero una profundización del ajuste puede resultar intolerable para las masas obreras y hacer saltar las barreras que se oponen al desarrollo de la lucha de clases. Así, la burguesía europea, para tratar de evitar una bancarrota financiera generalizada, se encuentra ante la necesidad de profundizar la ofensiva contra los trabajadores y correr el riesgo de un ascenso de las luchas. Para esta tarea, los dirigentes políticos de Grecia (Papandreu) e Italia (Berlusconi) renunciaron dejando paso a sendos “tecnócratas” (Papademos y Monti) representantes directos del capital financiero (1). En estos países la democracia muestra ahora su verdadera cara, sin intermediarios políticos: es el régimen de dominación del capital financiero imperialista. En el caso de Grecia, de una manera grotesca, ya que Papandreu tuvo que retroceder después de haber anunciado la convocatoria a un referéndum, cediendo a las presiones de Alemania y otros países del euro.

A su vez Alemania está recibiendo las presiones de Francia, Italia y otros países -e inclusive de un sector de su propia banca (Deustche Bank) expuesta por los préstamos a los países más afectados-, para que el Banco Central Europeo (BCE) emita “eurobonos”, actuando como prestamista de última instancia de los países en riesgo de default, o que directamente emita una gran cantidad de euros (como hace la reserva federal norteamericana con el “relajamiento cuantitativo” en dólares) para dar “liquidez” a los bancos. Sin embargo, una y otra vez el gobierno alemán rechazó estas alternativas, que implicarían una escalada inflacionaria en su economía y trasladarían todo el peso de las deudas de los países del euro sobre las espaldas de su sistema financiero. Los cada vez más desesperados llamados a una intervención alemana de rescate generalizado, plantean que si esta no ocurre, sería la liquidación de la “unidad” europea y en particular la desintegración de la unidad monetaria de la zona del euro. En este marco de crisis aguda, en la cual hasta los bonos alemanes no encontraron compradores en la última oferta de noviembre, Alemania y Francia estarían preparando, en conversaciones secretas, un “plan de estabilización” que incluiría sólo a algunos países del euro (Alemania, Francia, Italia, España y unos pocos más), tratando de trazar un cerco de protección que logre salvar sus economías de una debacle financiera, dejando a la deriva a los países más débiles.

Sin embargo, a pesar de que la economía alemana es la más sólida del continente, su PBI ya ha empezado a retroceder, lo que llevó al Bundesbank a rebajar las previsiones de crecimiento para el 2012, las que en junio eran de entre el 1% y 1,8%, a un insignificante 0,5%, en tanto en 2011 el PBI todavía registraría un promedio de alrededor del 2,5%.

Según el diario alemán Der Spiegel, las finanzas de Alemania no son tan saludables como parecen. La deuda pública con respecto al PIB supera ya el 80% (mayor que la de España), y para bajarla tendría que alcanzar un superávit primario del 2,7% de promedio durante la próxima década.

Por si esto fuera poco, la prensa especializada indica que Inglaterra será el próximo país en entrar en la zona de riesgo financiero. El Reino Unido cuenta con un endeudamiento total (si contamos la deuda del gobierno, la deuda en manos de las familias, empresas y bancos) del 497% del PIB, el mayor nivel por delante del 492% de Japón, el 366% de España o el 341% de Francia.

Pero la crisis es general…

Si bien los informes periodísticos se han concentrado momentáneamente en la situación europea, la crisis afecta a todo el sistema capitalista mundial. Según un reciente informe (del 24/11), el Instituto Internacional de Finanzas (IIF) ha asegurado que la zona del euro ya entró en recesión, desde el mes de octubre. Pero la economía de EE-UU, que tampoco logró una recuperación firme desde la última recesión, está en descenso y prácticamente en el punto del estancamiento. Además, también está afectada por la posibilidad de una crisis bancaria, ya que el sistema financiero está estrechamente vinculado por una multitud de vasos comunicantes en el plano internacional. Recientemente declaró la quiebra una de las grandes financieras norteamericanas, la MF Global. El economista Nouriel Ruobini acaba de llamar la atención acerca de la situación de que varios bancos de inversión como Goldman Sachs, Barlcays, Morgan Stanley o Jefferies podrían ser los próximos en entrar en la lista de quebrantos.

Por su parte la calificadora Fitch advirtió que el riesgo de contagio "sigue creciendo" por lo que la perspectiva del sector bancario "empeorará" si no se resuelve de forma "ordenada" la crisis de deuda en Europa.

En estos días también se conoció que se deteriora la situación del principal banco comercial de EE-UU, el Bank of América, que estaría al borde de la quiebra, y el gobierno de Obama le ha reclamado al Citigroup que reduzca su exposición a la deuda europea.

Las ilusiones de que China actúe como contrarrestante de la crisis en los centros imperialistas, se está esfumando rápidamente, al chocar contra los datos de la cruda realidad. Los datos de noviembre indican un retroceso de la producción manufacturara china, dedicada mayoritariamente a la exportación a Europa y EE-UU. Según informa The Wall Street Journal (23/11) “La actividad del sector manufacturero de China ha perdido fuerza desde hace meses, pero esta es la primera evidencia concreta de que estaría entrando en una contracción”, en referencia al índice que mide la actividad industrial, el cual cayó a 48 puntos en noviembre –el más bajo desde el pico anterior de la crisis en marzo de 2009-, frente a los 51 puntos de octubre, siendo que una cifra por debajo de 50 indica contracción.

Por otra parte, diversos analistas señalan que hay una “burbuja” inmobiliaria cuyo estallido provocaría severas consecuencias en el sistema financiero y con ello afectaría seriamente el crecimiento de la economía china.

“Los primeros síntomas ya han aparecido. Más de 10.000 obreros de la provincia de Guangdong (sur de China), corazón productivo del país, se lanzaron esta semana a una huelga indefinida por la caída de la demanda y la falta de trabajo. Hace más de un año que la región no se enfrentaba a un estallido de protestas similar. De hecho, la “locomotora” económica del sur del país es también una de las principales amenazas del régimen. Decenas de millones de personas sobreviven gracias al músculo exportador de China. Sin trabajo y sin salario, no les queda otra opción que regresar al campo, de donde proceden y donde apenas hay oportunidades, o lanzarse a protestar en las calles”. (David Brunat desde Beijing, Clarín 25/11)

Como no podía ser de otra manera, la economía brasilera ya sintió las consecuencias, y se contrajo 0,32 % en el tercer trimestre, por primera vez desde 2009, después de alcanzar un crecimiento del 7,50% en el 2010. Este solo dato da por tierra con las ilusiones de la burguesía regional, aferrada a la idea de que “Latinoamérica está mejor preparada para enfrentar la crisis”. El pico anterior de la crisis que golpeó entre 2008 y 2009, arrastró a la recesión a todos los países de la región. Si la recuperación fue rápida, se debió fundamentalmente a que además de la enorme cantidad de “incentivos“ que desembolsaron las potencias imperialistas, también el gobierno chino inyectó en su economía una considerable suma para evitar una caída grave de su PBI. Sin embargo, como explicamos más arriba, las condiciones actuales son diferentes.

Una crisis “sin salida”

Como explica Trotsky “El marxismo parte del concepto de la economía mundial, no como una amalgama de partículas nacionales, sino como una potente realidad con vida propia creada por una división internacional del trabajo y el mercado mundial, que impera en los tiempos que corremos sobre los mercados nacionales…En realidad, las particularidades nacionales representan en sí una combinación de los rasgos fundamentales de la economía mundial…Las peculiaridades económicas de los diversos países no tienen un carácter secundario, ni mucho menos: bastará comparar a Inglaterra y la India, a los Estados Unidos y el Brasil. Pero los rasgos específicos de la economía nacional, por grandes que sean, forman parte integrante, y en proporción cada día mayor, de una realidad superior que se llama economía mundial…”

Es un solo sistema mundial de producción, con refracciones particulares nacionales. Cuando decimos que la crisis internacional ya empieza a afectar a la Argentina, no es porque nuestro país sea un espectador externo y neutral, que es afectado por los problemas de otros países que hacen mal las cosas, como pretende Cristina FK. La Argentina es parte subordinada del sistema capitalista y el gobierno kirchnerista es un sostenedor de este sistema. Sólo por demagogia pretende sermonear a las naciones que no controlan al capital financiero, acusándolos de fomentar un “anarco-capitalismo”, contraponiéndole la necesidad de imponer un capitalismo productivo basado en el consumo interno. Pero desde Lenin sabemos que el capital financiero es dominante en la época imperialista, y cualquier llamado o apelación que desconozca este hecho, más que ignorancia sobre cómo funciona el único capitalismo “real” y único “existente”, es un discurso “para conformar a la tribuna”.

Los medios periodísticos tienden a exaltar los vaivenes de las bolsas internacionales de los últimos meses. Pero, como el estado febril de un enfermo grave, que alcanza picos a los que se trata de mitigar con antifebriles “planes de rescates”, las subas y bajas de las bolsas son sólo un síntoma, una manifestación de una enfermedad intrínseca, del mal de fondo que aqueja al capitalismo mundial.

Este mal de fondo se llama crisis de superproducción capitalista (de sobreproducción de capital o de sobreinversión), que ha alcanzado una magnitud tal que afecta a todo el mundo, como ha ocurrido con otras crisis generales, como la del año 1913, o la del ’29. La crisis es intrínseca al mismo sistema capitalista, es inherente a él, es decir, es el mismo desarrollo interno del sistema capitalista el que provoca estas crisis. La crisis no es producida por algo que funciona mal y que se pueda subsanar manteniendo a la vez la esencia del sistema capitalista, de manera que en el futuro se pueda estar exento de crisis. La crisis es el fruto inevitable del desarrollo del sistema capitalista, y en determinados momentos alcanza una dimensión general, mundial, transformándose en una catástrofe social de la que ninguna parte del mundo podrá estar exenta.

Una explicación sencilla y por ende un poco esquemática, para dar una idea muy básica y general del problema, podr{ia ser la siguiente: Mientras que el mercado está en expansión, el capitalista reinvierte la mayor parte de las ganancias. Las ganancias del capitalista se obtienen mediante de la explotación de la fuerza de trabajo, y la tasa de ganancia se puede calcular en su forma más básica: Tg= Pv/Ccte+Cv (2), es decir, la tasa de ganancia es la plusvalía que el capitalista obtiene del trabajo asalariado, en relación con el capital invertido en salarios (Cv), y en maquinarias, instalaciones, insumos, materias primas, etc., (Ccte). A medida que aumenta la inversión, el Ccte aumenta más de lo que el capitalista puede extraer de aumento de la plusvalía, haciendo disminuir la Tg. Por lo que en algún momento la inversión ya no resulta rentable. Pero las grandes empresas asociadas a los grandes bancos y con una influencia determinante en el aparato estatal de su país y en otros, se niega a caer, a ceder a otras su porción del mercado. Los bancos otorgan créditos sobre créditos y derivados sobre derivados, y etc., para sostener el financiamiento de las empresas, patear la bancarrota hacia adelante, y alientan inversiones especulativas, formando “burbujas” que inevitablemente estallan. Los Estados acuden en ayuda de los grandes bancos aumentando las deudas estatales hasta el punto en que se hacen impagables. Pero estas deudas estatales afectan a otros grandes bancos que se asoman de esta manera al precipicio. Los estados emiten más y más dinero, o crean “fondos” para acudir al rescate, pero la bola se agranda hasta que se hace insostenible y todo el sistema se precipita en una gran bancarrota generalizada.

O sea, las crisis no provienen de la escasez, sino de la abundancia de medios de producción, y de la súperproducción de capitales obtenidos de la explotación del obrero por parte del capitalista, en la que llegado un punto se detiene la inversión. El mercado mundial está saturado de inversión. La ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia -descubierta por Marx- es una ley general del capitalismo, sobre la cual operan fuerzas contrarrestantes -como el propio Marx señalara- pero que tiende a imponerse. Esta ley interna del capitalismo es la base fundamental de la crisis. Sólo la destrucción en masa de fuerzas productivas –una gran crisis, una depresión, con su consecuente catástrofe social- puede dar lugar a un nuevo ciclo de crecimiento. Sin embargo, las fuerzas económicas no funcionan envasadas al vacío e independientes de las fuerzas políticas y militares, es decir de los estados. El Estado es el aparato de dominación de la burguesía –en general-, y en particular en las crisis, de la fracción capitalista más fuerte. La fracción capitalista dominante utilizará el aparato estatal, internamente contra las fracciones de la burguesía más débiles, forzando la concentración del capital, y en el plano internacional para dirimir quienes se salvarán de la crisis, quienes se hundirán y que sector de la burguesía imperialista saldrá de ella como dominador hegemónico. Esto es lo que ha ocurrido con las dos guerras mundiales del siglo XX, que fueron la consecuencia inevitable del dominio del capital financiero y de las crisis en la época imperialista. Cuando decimos crisis “sin salida”, al igual que Trotsky, no queremos decir que el capitalismo se caerá solo, y que podemos cruzarnos de brazos a esperar que llegue esa hora, para luego reconstruir la sociedad sobre sus escombros.

Lo que quiere decir es que no hay una salida “puramente económica” de una crisis general como esta. Que para encontrar una salida las potencias imperialistas lucharán entre sí, por medios políticos, financieros, comerciales y en última instancia militares, para mantener un lugar predominante en un mercado mundial, que se ha estrechado tanto, que ya no puede contener a tantos capitales y tantas potencias imperialistas. Quiere decir que las crisis generan guerras, pero también revoluciones. En estas condiciones objetivas, la tarea urgente de la vanguardia consciente es construir partidos obreros revolucionarios, porque el capitalismo no caerá sino se lo derriba. Las ilusiones en un camino más fácil, sin revolución, con un estado que regula y distribuye la riqueza, apoyado en el “voto popular” y en “fuerzas armadas patrióticas”, se disuelven como pompas de jabón cuando se agudizan las crisis. Sólo revoluciones socialistas triunfantes en los principales países imperialistas que expropien a la burguesía y organicen la economía en función del interés general del pueblo, y no en el del capitalista, pueden acabar con las crisis y las guerras.

(1) Estarían vinculados a Goldman Sachs, al igual que el actual director del BCE, Mario Draghi.

(2)Tg: tasa de ganancia ; P: plusvalía; Ccte: Capital constante; Cv: capital variable.

La Argentina sin “blindaje”

Muy rápido se diluyen imperceptiblemente, casi sin dejar rastros, las fanfarronadas del gobierno kirchnerista que durante el período prelectoral aseguraba que el país estaba prácticamente exento de sufrir los golpes de la crisis mundial. Ya ahora oficialmente, el actual ministro de economía y próximo vicepresidente acaba de admitir que La Argentina sufrirá las consecuencias de la crisis y que golpeará principalmente por el lado comercial y por el financiero.

Por el lado comercial ya se sienten los efectos del parate de la economía brasileña, de la cual dependen la gran mayoría de las exportaciones industriales del país. Esto ya ha provocado que las terminales automotrices radicadas en el país comenzaran a elaborar planes de crisis, adelantando vacaciones y suspendiendo de manera parcial a su personal. Se estima que la industria automotriz desacelerará su crecimiento a la mitad durante 2012. De conjunto, los datos del crecimiento industrial han retrocedido. Como consecuencia, algunas pequeñas fábricas han comenzado a despedir personal.

El otro gran flanco comercial basado en la agroexportación, monopolizado de manera creciente por la soja, también será afectado. En tres meses el precio de la soja cayó de 530 U$D a menos de 420 U$D, con lo que se afectará el ingreso de divisas y los recursos fiscales del estado obtenidos de las retenciones.

Por el lado financiero la dificultad general para obtener créditos es un obstáculo importante para la inversión productiva. El gobierno, por la fuga de dólares, ha perdido los recursos de libre disponibilidad con los que contaba para pagar los vencimientos de la deuda pública. Al mismo tiempo ya no existe superávit fiscal, e incluso hay déficit si descuentan algunas maniobras contables. El superávit comercial también disminuye, por el crecimiento de las importaciones fomentada por el dólar atrasado en su valor en relación a la inflación real interna, y por la caída de las exportaciones –sobre todo las industriales- a causa de la recesión internacional.

El gobierno pretende apechugar esta situación apelando a dos slogans y a una reorientación comercial. La “innovación de los comportamientos”, “la sintonía fina”, y la ubicación de la región latinoamericana como eje del comercio. En otras palabras, como el resto del mundo está en la lona, todo lo que no pueda vender al Brasil tratará de vendérselo a otros países de la región, dado que todavía la mayoría de los países del Unasur mantienen índices positivos del PBI. ¿Pero cuánto puede durar esto? A fines de 2008 y principios de 2009, cuando golpeó el último pico de la crisis, todos los países de la región cayeron en la recesión.

En aquel momento había un exceso importante de reservas, superávit comercial y superávit fiscal. La política del gobierno fue subsidiar a las empresas que planteaban dificultades, pagando el estado una parte de los salarios (Repro) para evitar despidos masivos. Aún así hubieron 500 mil despidos (hormiga –diría Moyano-) y se produjo el cierre de varias fábricas de cierta importancia local, como Mahle, Paraná Metal y Massuh, así como otras menores.

Ahora el gobierno está recortando subsidios, para achicar el gasto público que se ha hecho insostenible, dado el agotamiento de los recursos fiscales y del excedente comercial. Esto de por sí tendrá inevitablemente un efecto desacelerador del consumo interno y en consecuencia del crecimiento. Aunque el gobierno lo quiera disfrazar, la política que está implementando es la del ajuste fiscal, típica receta “neoliberal” que acaba de criticar en sus discursos en el G-20. Cristina como el tero, grita en un lado y pone los huevos en otro, para tratar de mantener el apoyo de los trabajadores.

Junto con esta política “macro” de recortar subsidios, ha anunciado una política de “sintonía fina”, que consistiría en mantener subsidios y otros beneficios a las empresas que mejoren la competitividad, reinvirtiendo sus ganancias en el país. Este sería parte de las “innovaciones en los comportamientos”. El gobierno se compromete ante los empresarios a garantizar la “paz social”, y a imponer techos en las negociaciones salariales, más bajos en relación a la inflación. Esto significa que el gobierno no va a sostener a las empresas que no se banquen la competencia interna y externa. A lo sumo les ha prometido seguir devaluando paulatinamente el peso frente al dólar, en la medida en que puedan seguir teniendo bajo control la inflación. Esta devaluación también es necesaria para aumentar las finanzas del gobierno, que tendrá que cumplir con los pagos de la deuda externa, sin el recurso de las divisas de libre disponibilidad. Es decir, lo que tanto cacareaba Cristina, que no iba a hacer ahora lo hace. Decía que pagaba con reservas para no distraer recursos fiscales que serían destinados a la distribución de la riqueza. Ahora esas divisas no están más porque los grades empresarios las fugaron del país. Ninguno ha sufrido ninguna consecuencia por ello, porque como dice Cristina “es legal”. La ley, como es lógico en una sociedad de clases, en esta sociedad dominada por los capitalistas, beneficia a los empresarios, y castiga a los trabajadores. Los trabajadores verán decaer el poder adquisitivo de los salarios, porque en las paritarias la burocracia sindical aliada al gobierno, negociará aumentos salariales por debajo de la inflación. Comenzarán de nuevo los cierres de empresas y suspensiones, con el agravante de que ya no serán por un corto período como en 2008-2009, ya que ahora no se ve “la luz al final del túnel” de la crisis capitalista mundial y no se verá por años. Los discursos de Cristina, que acusan a los trabajadores que luchan por sus reivindicaciones de boicotearla, van en el sentido de una política más dura frente a los sectores que se dispongan a luchar. El antecedente inmediato de esta orientación es el recrudecimiento de la “judicialización de la protesta”, es decir de abrir causas judiciales contra los delegados de base y activistas que salen a luchar. La amenaza incluye la cárcel, como la que sufre Víctor Oñate, delegado petrolero de Las Heras (Santa Cruz) u otros compañeros que se enfrentaron tanto a la patronal como a las patotas de la burocracia sindical.

Entra en crisis una vez más la demagogia pequeñoburguesa de que la intervención estatal puede dominar la economía capitalista. Esta es la orientación reformista, con la que decían “se recuperó el valor de la política”. Según el kirchnerismo, no hace falta hacer una revolución armada, ni luchar por el socialismo, “eso ya fracasó con la caída del muro”. Pero con ello también están diciendo que fracasó la política de estatizar las principales palancas de la economía nacional. Ahora de lo que se trataba, era de que el estado orientara y en algunos casos obligara -mediante la presión de las herramientas “legales” con las que cuenta el estado- a que la clase capitalista actúe en beneficio del conjunto de la sociedad. Que ganen mucha plata, pero que distribuyan la riqueza, y sobre todo que se mantenga un alto nivel de ocupación e inclusión social. En otras palabras, si los obreros tienen trabajo, y los más pobres algunos subsidios que les permitan sobrevivir, alcanza. Lo demás se lo pueden llevar las patronales.

Pero hasta este “reformismo asistencialista” barato ha entrado en crisis, porque no ha entendido que el capitalismo es un sistema internacional, y que no se puede obligar al capitalismo a actuar en contra de sus leyes inmanentes. Se puede expropiarlo, o se puede doblegarse ante su lógica, pero no se puede obligar al capital a humanizarse, porque “su carne y sus huesos” sobreviven con la explotación del trabajo asalariado y con la sangre de millones de trabajadores y pobres de los países semicoloniales. No hay nada más inhumano que el capital. Es como pretender que el Diablo se haga cristiano, mediante el simple recurso de exigirle que cumpla con los mandatos de La Biblia.

Antonio Bórmida 28/11/2012

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