viernes, 20 de enero de 2012

El “modelo” kirchnerista se profundiza… con despidos y recortes salariales


Los primeros días del “segundo mandato” de Cristina FK no dejan lugar a dudas del rumbo que está tomando el “modelo”, ni de a quiénes va a llevar hasta las profundidades.

La quita de los subsidios no afecta solamente a las clases medias acomodadas que “no los necesitan” y “pueden pagar” sino que al ser trasladada por las patronales a los precios y tarifas, la pagamos todos. El primer efecto visible fue la suba del precio del transporte público, primero en todo interior del país y ahora también en capital y el conurbano bonaerense. Pero la cosa no termina ahí.

A pesar de que Cristina no se cansa de repetir que durante los ocho años de gobierno kirchnerista el país creció como nunca en su historia, la mayoría de las provincias están muy endeudadas: $12 000 millones en el 2011, mientras que en el 2010 fue la tercera parte. El 28 de diciembre, durante el último acto público antes de su internación, la presidente anunció la prórroga del financiamiento de las deudas provinciales y un acuerdo de “desendeudamiento” con 17 provincias. Pero esta decisión, presentada como algo positivo, esconde la directiva presidencial de reducir en corto plazo los déficits de los estados provinciales, no sólo hubo con una suba generalizada de impuestos, sino también con el ajuste que ya empezó sobre los trabajadores del sector público en varias provincias (Río Negro, Santa Cruz, Chubut, Neuquén, Córdoba, Chaco, Catamarca y Mendoza), reclamado veladamente por la propia presidente en su discurso. Efectivamente, tras exponer las bondades del acuerdo, solicitó a los gobernadores que entreguen informes relacionados con la cantidad de empleados públicos en las provincias y en los municipios. "Es para que sepamos la cantidad de personas que está empleada, y tornar así más eficiente el funcionamiento del estado y de las políticas de estado, por eso necesitamos que los municipios colaboren" dijo.

Santa Cruz: El ajuste en el feudo kirchnerista

Como queriendo dar el ejemplo, el jueves 29 de diciembre, en Santa Cruz -provincia controlada desde hace 20 años por el kirchnerismo-, el gobernador Peralta envió para ser aprobadas por el legislativo provincial un paquete de leyes “de emergencia” propias de los 90, y similares a los “ajustes” que imponen a los trabajadores los gobiernos europeos, a los que Cristina critica en los discursos. El “regalito” de fin de año incluía la suspensión de las paritarias, liquidación de la movilidad de los haberes de los jubilados, el aumento de la edad para jubilarse para los docentes y demás empleados públicos y la posibilidad de la “reubicación” de estos últimos, lo que implica la posibilidad del pase a disponibilidad y el despido.

Fue la propia presidente en el mencionado acto del 28 de diciembre, la que dio la señal de apoyo a ese ajuste al señalar los “privilegios” que tienen algunos trabajadores, así como antes había acusado a los docentes y petroleros santacruceños de extorsionar al gobierno con sus huelgas y de hacerle perder mucha plata a la provincia con la ocupación de las plantas petroleras.

Según informa el diario La Nación y sin que nadie lo haya desmentido “El miércoles a la noche, en una reunión con 14 intendentes, los 22 diputados kirchneristas y los ministros, el gobernador aseguró que la Presidenta estaba al tanto de las reforma de la ley previsional y que funcionarios de Economía y de la Anses se encontraban auditando las cuentas de la provincia. En esa reunión todos los legisladores, incluidos los representantes de La Cámpora, acordaron aprobar la emergencia económica”.

Ante la resistencia de los trabajadores docentes de ADOSAC, municipales y de otros gremios estatales, que fueron duramente reprimidos por la policía provincial, se generó una crisis política ya que los funcionarios y legisladores de La Cámpora tomaron distancia del gobernador para no quemarse y el ajuste tuvo que ser postergado hasta marzo.

Río Negro, Mendoza y Córdoba: el ajuste es general

Pero Santa Cruz no fue la única provincia en atacar a los empleados públicos. El vicegobernador Weretilneck, pertenece al Frente Grande, ex aliados de la UCR con De La Rúa y ahora aliados del kirchnerismo. Tras el asesinato del peronista Soria (ex Duhaldista), al asumir el gobierno provincial confirmó que seguirá adelante con la aplicación de la ley -impuesta por Soria en los primeros días de su truncado gobierno- que puso en disponibilidad al total de la plantilla de agentes públicos, y en ese marco, resolvió el cese de los contratos de unos 4.500 trabajadores temporarios.

El ajuste también llegó a Córdoba, donde el gobernador José Manuel de la Sota anunció un plan de austeridad que prevé la revisión de los contratos de unos 9.300 trabajadores temporarios y declaró que "ya se evalúa la cesantía de unos 4.800 trabajadores cuyos contratos vencieron el 31 de diciembre". También le adelantó a los gremios estatales que no va a negociar aumentos salariales hasta tanto el gobierno nacional no defina la forma en que cancelará la deuda que mantiene con la provincia. Por su parte, el intendente de la ciudad de Córdoba, el radical Ramón Mestre desdobló el pago de los sueldos de los empleados públicos de diciembre y eliminó las horas extras del personal para todo el 2012.

En Mendoza, Francisco Pérez dijo que congelará salarios de los empleados públicos para reducir el déficit provincial de $ 2 mil millones.

El gobierno nacional también recorta

Antes de ir a la operación Cristinita, el 30 de diciembre, dejó encargados más recortes salariales. Mediante un decreto de necesidad y urgencia (DNU 324) ordenó revisar los salarios de 300 mil empleados estatales. El DNU establece que los pagos de adicionales, bonificaciones o plus a los empleados públicos, de empresas estatales, organismos descentralizados e instituciones de Seguridad Social deberán "adecuarse" a los requisitos que fije el Gobierno "para confirmar su procedencia y, en su caso, limitar su alcance", advirtiendo que "los regímenes, disposiciones y medidas cuya procedencia no se convalide quedarán sin efecto".

En los fundamentos del DNU se dice que el propósito de la medida es "reordenar" los "pagos extraordinarios" del personal público "no incluidos en su sueldo mensual, normal, regular, habitual y permanente asignado en función de su cargo y categoría de revista".

En síntesis, el gobierno quiere eliminar los beneficios salariales aprovechando que no están establecidos en los convenios colectivos o acordados en paritarias pero que son un derecho adquirido de los trabajadores.

Los dirigentes sindicales de la CGT (Piumato de judiciales) y de ATE, rechazaron estas decisiones del gobierno, pero hasta ahora no han hecho nada para impedirlas.

Queda entonces en manos de los activistas, delegados, comisiones y juntas internas, y de la oposición independiente de la burocracia de Micheli y de los burócratas kirchneristas, impulsar asambleas para preparar la lucha contra los despidos y el pase a planta de los contratados, en defensa del salario y las condiciones de trabajo de los trabajadores estatales.

Rosario: El fusilamiento de tres jóvenes


Durante la madrugada del 1º de enero, en la canchita de la Agrupación infantil Oroño de Villa Moreno (en la zona sur de Rosario) fueron asesinados tres jóvenes militantes del Movimiento 26 de junio que integra el Frente Popular Darío Santillán (FPDS): Jeremías Trasante de 17 años, Claudio Suárez de 19 y Adrián Rodríguez de 20.

Las primeras informaciones periodísticas, tomando la versión de los mandos policiales, decían que se trataba de un “ajuste de cuentas” entre bandas enfrentadas. De esta forma pretendían que para la “opinión pública” estos asesinatos pasaran desapercibidos, y que los que no viven en el barrio digan “que se maten entre ellos”. Sin embargo, muy rápido se conoció la verdad: “no estaban en nada raro. Eran chicos sanos…vivían de changas y militaban acá. Para este año teníamos pensado armar una cooperativa gastronómica.”

El enfrentamiento entre bandas existe y casi todos los días se cobra alguna vida. Pero estos tres jóvenes fueron víctimas inocentes de la venganza de los elementos de una de las bandas que asolan la zona sur.

Entonces, no sirve de nada mirar para otro lado, porque la droga se extiende con rapidez por los barrios de Rosario y zonas vecinas. La droga mata de muchas maneras, y más todavía la porquería barata que consumen los pibes más pobres. La plata fácil de la venta de la droga engancha a pibes que terminan muertos en la lucha a tiro limpio entre las bandas que se disputan el territorio. Así como una persona mal alimentada tiene menos defensas frente a las enfermedades, cuando abunda la pobreza y escasean las posibilidades de tener un trabajo “digno”, en blanco y con un sueldo que alcance para cubrir las necesidades para vivir (y no solo para subsistir), cuando cuesta un montón terminar la secundaria, y es imposible tener una vivienda, se crea una situación social que es caldo de cultivo para todas las miserias sociales.

Pero esta situación no es un fenómeno natural, no es un terremoto ni un huracán, es una catástrofe social provocada no por la naturaleza, sino por el régimen capitalista de explotación en el que vivimos. El gobierno nacional se jacta de que llevamos 8 años de crecimiento económico, el más importante de la historia del país, dice Cristina. Se chicanean en los discursos con Binner, a ver si creció más la nación o creció más Santa Fe. Pero las palabras no pueden ocultar la realidad de que la pobreza que alcanza a la cuarta parte de la población, sigue siendo muy alta.

Sobre esta situación actúan estas bandas, pero no actúan solas. Tienen el amparo de la policía, los jueces y el poder político.

Binner/ Bonfatti dicen que van a ser implacables con el narcotráfico y que van a “depurar” la policía, pero hasta ahora ¿qué hicieron? ¿Acaso no saben que la policía se financia y los oficiales se enriquecen, asociados al delito? La policía no se puede “depurar” porque la corrupción no es un problema que afecte a algunos individuos, sino que abarca a todos los mandos oficiales de la institución. La policía es una institución que sirve para la represión al pueblo. La clase capitalista la necesita para eso y para que les cuide sus propiedades. Los gobiernos capitalistas cuando son acosados por la movilización obrera y popular dependen de la policía para sostenerse en el poder. Por eso el poder político apaña y les permite hacer lo que quieran, siempre que lo hagan por abajo, sin que se haga público. Pretender “depurar” la policía es como tener un perro bravo para que cuide el fondo de la casa y después querer sacarle un hueso de la boca.

No se puede confiar en la policía. Tanto para defenderse de estas bandas como de la delincuencia que roba a trabajadores y pobres en los barrios populares, necesitamos organizar entre trabajadores y vecinos comisiones de autodefensa.

Pero NO puede haber solución de fondo a este problema mientras los trabajadores no terminemos con el capitalismo. Un gobierno de los trabajadores y el pueblo pobre, al expropiar a los capitalistas terminaría con la pobreza y la desocupación, terminaría con el tráfico de droga y disolvería los cuadros policiales, reemplazando a la policía por una milicia obrera y popular. Para alcanzar estos objetivos lo que hace falta es organizar un partido de trabajadores que luche por la revolución socialista.

Grietas en el frente kirchnerista


Moyano amenaza pasar a la oposición

Desde que llegaron al gobierno en el 2003, los Kirchner mantuvieron una alianza privilegiada con la burocracia sindical en general y en particular con Moyano, que había alcanzado la conducción de la CGT durante el gobierno provisional de Duhalde. Moyano llegó a secretario general de la CGT gracias al apoyo de las patronales que integraban el “grupo productivo” (una alianza entre la UIA-Duhalde y Alfonsín padre) como retribución por haber reclamado la devaluación de la moneda nacional que tuvo como consecuencia la rebaja del salario de los trabajadores a la mitad, y por haber logrado evitar que los trabajadores ocupados salieran a luchar contra esa monumental quita salarial. Gracias a los servicios prestados a las patronales y al gobierno de Duhalde, los Kirchner reconocieron podían contar con Moyano para controlar a la clase trabajadora. Y así fue hasta hace apenas un año, cuando Moyano empezó a reclamar que le dieran más espacios de poder político en el armado de las listas electorales. Para colmo Moyano expresó abiertamente su deseo de llagar a ser presidente. Ahí se pudrió todo. Una cosa es que las patronales mantenga a estos parásitos porque les garantizan el control de los trabajadores, y otra es que los dejen escalar tanto que pretendan gobernar, porque a pesar de las continuas demostraciones de sumisión (los burócratas sindicales le llaman “responsabilidad”) la patronal desconfía de que llegando al gobierno los burócratas le cobren muy caro los servicios prestados.

Ni al finado Néstor ni a Cristina tampoco le gustó nada la pretensión de Moyano de que hubiera un próximo presidente “trabajador” lanzada delante de ellos en pleno acto en la cancha de River. Ahí las cosas empezaron a cambiar y luego de la muerte de Kirchner, Cristina puso la relación con Moyano en el congelador.

Mientras Moyano accedía a puestos importantes en la conducción del PJ, y desde allí reclamaba una participación importante en las listas electorales, Cristina -favorecida por las encuestas- armaba esas listas de candidatos dejando a los aliados de Moyano fuera de juego. Apenas cinco días después de que Cristina reasumió su segundo mandato, Moyano hizo público el conflicto que lo separa cada vez más del gobierno.

Si fuera por Cristina, ya lo habría bajado de la conducción de la CGT. El primer elegido para reemplazar a Moyano fue el dirigente de la UOCRA Gerardo Martínez. Pero cuando tomo difusión que Martínez había trabajado para los servicios de inteligencia del ejército durante la dictadura militar, Cristina tuvo que buscar otro candidato (se habla de Pignanelli dirigente del Smata, o del metalúrgico Caló), aunque sigue manteniendo una estrecha relación con ese burócrata alcahuete de los milicos.

A pesar de las mutuas amenazas, y los forcejeos verbales, todavía la sangre no llegó al río, y no se puede descartar un acuerdo. Desde todos los sectores de la patronal han llamado a la calma y a restablecer las relaciones. Pero mientras esto no se alcanza, tanto el gobierno como el moyanismo tratan de acumular fuerzas por las dudas que tengan que llegar a enfrentarse.

Moyano recibió el apoyo del “Momo” Venegas y de Luis Barrionuevo. Teje relaciones con la CTA de Micheli en vistas de alguna unidad de acción, con el movimiento Libres del Sur y por su intermedio con Binner.

Cristina tiene al apoyo de las patronales, mantiene apoyo popular, y pretende fortalecer dentro del Frente para la Victoria a la agrupación juvenil La Cámpora, dirigida por su hijo Máximo, la que se ha beneficiado con una cantidad importante de puestos en el aparato estatal. En el plano sindical tiene el apoyo de los dirigentes que están enfrentados a Moyano, como los “gordos” y los “independientes”, que fueron los principales sostenedores del gobierno de Menem.

Los trabajadores no podemos confiar en un burócrata como Moyano, que se enriqueció y se hizo fuerte vendiendo su apoyo a los gobiernos patronales de Duhalde y Kirchner, mientras el 40% de los trabajadores trabajan en negro y con un sueldo promedio de entre $2.000 y $3.000. Sin embargo, si por las disputas de intereses entre este sector de la burocracia sindical y el gobierno propatronal kirchnerista que ya empezó a atacar directamente a los trabajadores, Moyano decidiera impulsar medidas de lucha, los trabajadores deberíamos discutir en asambleas como aprovechamos esta situación para salir a la lucha por nuestras propias reivindicaciones.

Ley antiterrorista para todos

Esto es en realidad lo que más temen Cristina y las patronales, que las grietas que se abren por arriba permitan que se desarrolle la lucha de los trabajadores y sectores del pueblo. Es por eso que el gobierno impulsó la aprobación en el Parlamento de la ley antiterrorista. Esta ley va dirigida a reprimir a los activistas obreros y populares (en la actualidad son más de 5000 los procesados) elevando las penas por luchar.

Algunos críticos de esta ley en el seno del mismo gobierno, (el periodista de Página 12 Horacio Verbitsky y el juez de la Corte Suprema de Justicia Eugenio Zaffaroni) hacen incapié en que se trata de una reforma al Código Penal que el Grupo de Acción Financiera Internacional (Gafi) reclamó a nuestro país bajo amenaza de excluirlo del G-20, grupo de los 20 países más industrializados y emergentes. Presentan la actitud del gobierno como una capitulación innecesaria ante este organismo internacional, como una pérdida de soberanía. Estas opiniones dejan bastante mal ubicado al gobierno que dice que no se somete a los poderosos y habla de la defensa de la soberanía. Pero que el gobierno cedió a las presiones internacionales es solo una verdad parcial y hasta es usada como una excusa. Porque es una ley que le conviene al gobierno para reprimir las protestas obreras y populares que sabe que van a desarrollarse contra el ajuste y la mayor explotación.

En este sentido Cristina sigue la línea de Obama, que firmó la Acta de Autorización de Defensa Nacional (NDAA en inglés) aprobada en el Congreso, la cual faculta a las Fuerzas Armadas a encarcelar por tiempo indeterminado, sin cargos ni proceso y en prisiones militares, a todo estadounidense sospechosos de terrorista, y aunque viva en el extranjero.

Diversas organizaciones políticas, sociales, abogados y defensores de los derechos humanos expresaron gran preocupación ante la reciente aprobación de la Ley Antiterrorista. Los especialistas en derecho indican que la modificación que se introdujo en el Código Penal es inconstitucional y que su ambigüedad le permite al poder político y judicial criminalizar la protesta social al interpretarla como “actos con finalidad terrorista”.


La ley recientemente aprobada -que contó con el apoyo unánime de todo el bloque oficialista- es una profundización de la ley antiterrorista que ya había sido sancionada en 2007 bajo el gobierno de Néstor Kirchner.

La reforma central introducida en esta nueva etapa establece que las penas ya establecidas en el Código Penal se duplicarán cuando los delitos hayan sido cometidos “con la finalidad de aterrorizar a la población u obligar a las autoridades públicas nacionales o gobiernos extranjeros o agentes de una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo”. La ambigüedad que rodea al concepto de terrorismo en el texto de la ley la transforma en un instrumento peligroso que permitiría a los jueces violar distintos derechos constitucionales.

Pero además una huelga o movilización contraria a la política del gobierno podría ser encuadrada en esta ley.

En este sentido hay que resaltar que Cristina viene preparando el terreno desde sus discursos, diciendo que en los gobiernos de Perón no había derecho de huelga y que la huelga está siendo utilizada como un método de extorsión, en directa referencia a los petroleros y docentes de Santa Cruz. Por la huelga de los petroleros todavía está preso el delegado de Las Heras Víctor Oñate. Con similares argumentos, diciendo que la huelga era un boicot al gobierno, puso bajo la órbita de la Fuerza Aérea a los controladores de Aerolíneas Argentinas, y reclamó el quite de la personería al sindicato del personal técnico aeronáutico (Apta).

Un ejemplo cercano de cómo se aplica la ley antiterrorista puede verse en Chile, en donde el Presidente Piñera (el pinochetista “amigo” de Cristina) considera un movimiento terrorista a las comunidades mapuches que luchan por defender su territorio originario en el sur del país, de la voracidad de las corporaciones forestales.

De esta manera el gobierno kirchnerista ajusta sus instrumentos de represión para garantizar que las patronales, tanto las nacionales como las imperialistas, manténganlos mayores niveles de ganancias posible, a costa de despidos y recortes de salarios de los trabajadores, en el marco de la profunda crisis por la que atraviesa todo el sistema capitalista mundial.

La comisión por la libertad y desprocesamiento de los delegados y activistas surgida de las reuniones en el Hotel Bauen, impulsada inicialmente por delegados de base de la línea 60, la junta interna del Hospital Garrahan, delegados ferroviarios del Sarmiento, y a la cual se incorporaron otros delegados ferroviarios, de subtes, Frigorífico Rioplatense, Pepsico, Paty, FATE, SITRAIC, Ecotrans, telefónicos, Teatro Colón, ATE, SUTEBA, AGD-UBA, Fábrica Brukman, INDEC, Banco Provincia, entre otros, es un punto de partida para constituir una Coordinadora obrera contra la represión y el ajuste.

Este reagrupamiento de los sectores obreros que han protagonizado importantes luchas en estos años, ha realizado importantes movilizaciones: por la libertad del “Pollo” Sobrero, contra la criminalización de la protesta social y ha dado su apoyo efectivo a distintas luchas, como la de los trabajadores de la 60, entre otras. Se dispone a enviar durante el mes de febrero, una importante delegación hacia Santa Cruz, al Congreso Provincial convocado por el sindicato docente ADOSAC y otros gremios estatales, para llevar su solidaridad a uno de los sectores de la clase obrera mas perseguido del país y visitar en la cárcel al delegado de base petrolero Víctor Oñate. Sin embargo, el objetivo planteado va más allá de esta solidaridad de clase elemental. La moción que se llevara a los trabajadores santacruceños será la de sumarse a la convocatoria de un Encuentro Nacional de delegados de base para el mes de marzo, para constituir lo antes posible dicha Coordinadora obrera y popular contra la represión y el ajuste. Esta unidad es indispensable porque no se trata de un ajuste en una provincia u otra sino de un ataque generalizado del gobierno y los capitalistas, el cual debe ser enfrentado de igual forma. Por eso, en el mismo sentido tambien esta planteada la participación, en la provincia de Neuquén, de una reunión de similares características.

La cuestión de la convocatoria a un Encuentro Nacional de delegados de base que constituya una Coordinadora Obrera de alcance nacional, es decir, del impulso a la unidad de la clase obrera, es la principal batalla política planteada. Los trabajadores conscientes debemos desarrollar en todos los ámbitos (político, sindical, etc) este planteo. Luchemos por conquistar la adhesión cada vez más amplia de Comisiones Internas, Cuerpos de Delegados, agrupaciones obreras, partidos obreros a esta política.

14/1/2012

La patronal de Swift amenaza con cerrar la planta de Villa Gdor Gálvez


El grupo brasileño JBS actuales dueños del Swift, ya cerraron la planta de Venado Tuerto, que tiene más de 500 trabajadores, y amenazó con cerrar la de Villa Gobernador Galvez (1500 obreros) si para mediados de año la situación de la empresa no mejora.

La patronal chantajea para obtener una cuota mayor de exportaciones (la cuota Hilton). Pero no hay que minimizar el riesgo de cierre por la baja del consumo interno. A la patronal sólo le interesan sus ganancias, y si la “rentabilidad” es baja no se puede descartar que cierre la planta dejando a los trabajadores en la calle, en una situación en la que se hará cada vez más difícil conseguir otro empleo.

Ante el cierre de la planta de Venado Tuerto, los dirigentes de la Federación de la Carne no han dispuesto ninguna medida de lucha. Se limitan a hacer de intermediarios entre la patronal y el gobierno. Salen de las reuniones en el Ministerio de Trabajo o con el Secretario de Comercio Guillermo Moreno, alabando la buena voluntad de los funcionarios y declarando que el gobierno nacional “no quiere” el cierre de la planta. Pero ni la nación ni la provincia han hecho nada para impedirlo. Dicen que, tanto desde el gobierno nacional como desde el gobierno provincial, están buscando una solución, ya sea que otra patronal se haga cargo de la planta o formar una cooperativa con los trabajadores.

Pero ¿Se puede confiar en que el gobierno nacional o el provincial aseguren la continuidad del trabajo? Nosotros creemos que NO. Como experiencia nos sirve ver qué pasó con Mahle (Rosario) y Paraná Metal (Villa Constitución). En Mahle dijeron lo mismo que dicen ahora en relación a la planta de Venado Tuerto: que no quieren el cierre, que están buscando otra patronal que se haga cargo, que si no hay que hacer una cooperativa. Los mantuvieron a los trabajadores con esa “zanahoria” esperando y esperando las negociaciones con uno y otro empresario, mientras los dirigentes de la UOM les decían a los obreros que esperaran, que tuvieran paciencia y que no cortaran la calle ni hicieran manifestaciones, porque eso ahuyentaba a los empresarios interesados en la empresa. A la vez les ofrecían la indemnización a quién quisiera agarrar. Con el paso del tiempo y el desgaste de la espera, y de varios anuncios frustrados, cada vez fueron quedando menos obreros peleando por la fuente de trabajo, y al final la fábrica cerró y todos quedaron afuera. Todas las promesas del gobierno de Cristina K y de Binner fueron falsas, sólo fueron engaños para llevar al desgaste la lucha de los obreros de Mahle. Con Paraná Metal pasó casi lo mismo, con el agravante de que la “zanahoria” que les puso a los obreros el gobierno de Cristina K fue que Cristóbal López, un empresario del círculo íntimo de los Kirchner, se hizo cargo de la planta, supuestamente para volver a ponerla a producir. Al día de hoy, luego de varios anuncios de reapertura falsos, Paraná Metal sigue cerrada. El propio Secretario de Comercio Guillermo Moreno se había hecho cargo de la papelera Massuh (en Berazategui, provincia de Buenos Aires) y también terminó cerrada.

¿Se puede confiar en los dirigentes de la Federación o del Sindicato de la Carne de Rosario? Ellos mismos reconocen que desde el 2009 se perdieron 7000 puestos de trabajo y ¿qué hicieron? NADA.

Los trabajadores del Swift de Villa Gdor Galvez no deben confiar ni en los dirigentes sindicales ni en la patronal. Hay que organizarse desde la base para preparar la lucha contra la posibilidad del cierre de la planta. Lo primero que se puede hacer es formar una comisión de trabajadores que viaje a Venado Tuerto a llevarle la solidaridad a los compañeros de allá y a enterarse bien de cuál es su situación. Si la patronal decide cerrar, la lucha tiene que ser para obligar al gobierno nacional o al provincial a estatizar la planta y mantener la producción bajo administración de los propios trabajadores.

martes, 10 de enero de 2012

Polémica sobre Libia, 2ª Parte







¿Un programa para la Revolución Democrática o el programa de la Revolución Permanente?

En el marco de la polémica que se desarrolla entre varias organizaciones y corrientes internacionales que se reivindican trotskistas, el PTS (FTCI) se cruzó en una discusión directa con la LIT-CI (PSTU-Brasil) y la UIT (Izquierda Socialista-Argentina).

En relación a como caracterizar la caída del régimen de Kadafi, tenemos más acuerdo con la LITCI y la UIT, ya que lo consideran un triunfo del pueblo libo, en contraposición al PTS (FTCI) que dice que se produjo, no una primera conquista de un proceso revolucionario en curso, sino “un triunfo de la política de las potencias imperialistas”, dando lugar a “un gobierno aún más proimperialista que el de Kadafi”.

Sin embargo, aquí terminan nuestras coincidencias con la LIT y la UIT. Nuestras diferencias de fondo con las posiciones de estas dos corrientes que se reivindican trotskistas, surgen a partir de la concepción etapista que tanto la LIT como la UIT sostienen. Es que tanto la LIT como la UIT se basan en las elaboraciones teóricas del fallecido dirigente Nahuel Moreno –fundador de la corriente de la que ambas eran parte-, según las cuales la revolución tiene dos etapas diferenciadas, con programas independientes: una etapa de revolución democrática y otra etapa posterior de revolución socialista.

Como podremos apreciar en los fragmentos de los siguientes artículos, tanto la LIT como la UIT coinciden en que lo que se desarrolla en Libia son “revoluciones democráticas”:

“Un ejemplo político de un proceso distinto puede ayudar en la comprensión del fenómeno contradictorio. Durante las grandes revoluciones democráticas que derrumbaron dictaduras en la América Latina en los años 1980, el imperialismo también “cambió de trinchera”, pasando a apoyar esas luchas para poder frenarlas. No por eso, la izquierda dejó de ser parte de esas revoluciones. Era necesario participar de ellas, inclusive para poder disputar su dirección. (…)

Existen grandes diferencias entre aquellas movilizaciones y la revolución árabe en curso. Las actuales son más profundas y se transforman en lucha armada. Kadafi tuvo un pasado distinto de Videla o Figueredo. Pero las diferencias no cambian lo esencial: son revoluciones democráticas en curso, pues así como Videla y Figueredo, Kadafi también se convirtió en dictador.” (Libia: ¿Revolución o golpe del imperialismo? Américo Gomes-Ilaese 19/9/2011; Opinión Socialista 431).

Con la misma lógica, Izquierda Socialista (miembro de la UIT) afirma que se produjo el “triunfo de una revolución democrática(“La revolución árabe y el final de Kadafi”, Miguel Sorans, 22/10/2011).

No sería un problema si con esa denominación lo que quisieran decir es que la revolución en Libia se halla en su fase o etapa democrática, entendido esto como una descripción o caracterización del proceso por el que transcurre la movilización de las masas debido a sus direcciones burguesas o pequeñoburguesas. Trotsky ha utilizado esa expresión, por ejemplo, en la revolución española.

Pero no se trata de eso, sino de una concepción teórica, que divide la revolución en etapas, en las cuales el partido revolucionario debe levantar programas diferentes: en la primera etapa un programa mínimo democrático, dejando el programa socialista como un “norte estratégico” o una “perspectiva”, que sólo podría levantarse, en el mejor de los casos, luego de la caída del régimen dictatorial.

Coherente con esta ubicación teórica, según la cual hay dos etapas en la revolución, la LIT levantó durante esta primera etapa de revolución democrática, como único programa: la “unidad de acción con todos los sectores, incluidos los burgueses desplazados por el régimen, para terminar con esta dictadura genocida atrincherada.” (…) la tarea decisiva de la revolución ahora es derrotar las fuerzas de la dictadura en Trípoli y derrocar a Kadafi. Y para ello es fundamental unificar sólidamente a todas las fuerzas sociales, políticas y militares que sostienen la lucha.”

La LIT presenta como una unidad de acción militar lo que en realidad es un frente “popular” político, ya que no plantea ninguna diferencia programática con las “fuerzas sociales, políticas y militares que sostienen la lucha” “incluidos los burgueses desplazados por el régimen”.

Efectivamente, aunque reconoce que entre los que participan en la lucha hay diferentes intereses y diferencias políticas, estas diferencias serían importantes sólo “para cuando, después del derrocamiento de Kadafi, haya que construir el nuevo poder para la nueva Libia”. En el marco de la lucha común contra Kadafi, la única recomendación de la LIT es que “los trabajadores necesitan una organización independiente de los burgueses y su propia dirección”. Se trataría de una “independencia” desde el punto de vista sólo organizativo, ya que políticamente no se debería plantear ninguna diferencia, ningún programa independiente hasta después de la caída de Kadafi. O en todo caso, ese programa debería consistir en un “norte estratégico”, sin ningún valor práctico para la lucha inmediata que debía consistir en la unidad “sólida” con las fuerzas burguesas y proimperialistas para el derrocamiento de Kadafi.

La UIT, por su parte, sigue el mismo criterio:

“El pueblo se levantó en Libia por los mismos motivos que en Túnez y Egipto: contra la dictadura y contra su política económica neoliberal y entreguista a las multinacionales y al FMI que provocó un aumento desbocado de los alimentos y desocupación masiva. El 33% de la población está por debajo de la línea de pobreza. Este es también el motivo de la rebelión del conjunto de los pueblos árabes. El primer objetivo es democrático, acabar con los gobiernos dictatoriales y conquistar libertades políticas, desmantelar el aparato represivo y conquistar elecciones libres, que deberían ser para una Asamblea Constituyente soberana. Pero esto está unido a la necesidad de terminar con la miseria y desocupación.

Derrocar a la dictadura significa abrir la posibilidad de organización y lucha por recuperar el petróleo y otras riquezas, que hoy se llevan las multinacionales, para el pueblo libio, y también expropiar a la corrupta burguesía ligada a los negocios con el imperialismo y al saqueo del Estado que encabeza el propio Kadafi y su familia, pasos necesarios para acabar con el hambre y la desocupación. Este proceso revolucionario está derribando a los gobiernos serviles del imperialismo, un gran paso en dirección a expulsar al imperialismo y a su gendarme Israel de tierras árabes. (El Socialista, Miguel Lamas 2/3/2011).

Como puede apreciarse, la UIT también considera que hay una primera etapa, “un primer objetivo que es democrático”, para la cual levanta un programa de libertades políticas y democráticas, coronadas por la Asamblea Constituyente, en el marco de un régimen burgués. Sólo después de derrocar la dictadura se podría abrir la posibilidad de luchar por reivindicaciones de transición al socialismo y “por un gobierno de las organizaciones obreras y populares”.

En cambio para Trotsky:

“Según las concepciones de los socialistas y de los estalinistas, es decir, de los mencheviques de la primera y segunda hornada, la revolución española no iba a resolver más que tareas democráticas; ésta era la razón por la que era necesario construir un frente único con la burguesía «democrática». Desde este punto de vista, toda tentativa del proletariado de salir de los cauces de la democracia burguesa, era, no sólo prematura, sino incluso funesta. Por otra parte, lo que estaba al orden del día no era la revolución, sino la lucha contra Franco.[4] El fascismo es la reacción, no feudal, sino burguesa, y contra esta reacción no se puede luchar con éxito más que con los métodos de la revolución proletaria, y esta tesis es algo que el menchevismo -ramificación de la ideología burguesa- no quiere ni puede hacer suya.

(…)

Las condiciones de la victoria:

En el fondo, las condiciones de la victoria de las masas en la guerra civil contra los opresores eran muy sencillas:

1. Los combatientes del ejército revolucionario deben tener plena conciencia de que están luchando por su completa emancipación, y no por el restablecimiento de la antigua forma (democrática) de explotación.

2. Lo mismo debe hacerse comprender a los obreros y campesinos, tanto en la retaguardia del ejército revolucionario como en la retaguardia del ejército enemigo.

3. La propaganda sobre su propio frente, sobre el frente enemigo y sobre las dos retaguardias debe estar impregnada del espíritu de la revolución social. La consigna «Primero la victoria, después las reformas» es la consigna de todos los opresores y explotadores, empezando por los reyes bíblicos y acabando por Stalin.

4. La victoria viene determinada por las clases y las capas que intervienen en la lucha. Las masas deben poseer un aparato de estado que exprese directa e indirectamente su voluntad. Semejante aparato no puede ser construido más que por los soviets de obreros, soldados y campesinos.
5. El ejército revolucionario debe, no sólo proclamar, sino realizar inmediatamente, en las provincias conquistadas, las más urgentes medidas de la revolución social: expropiación y entrega a los más necesitados de las reservas alimenticias existentes, redistribución de los alojamientos en beneficio de los trabajadores, y sobre todo de las familias de los combatientes, expropiación de la tierra y de los instrumentos agrícolas en beneficio de los campesinos, establecimiento del control obrero sobre la producción, y del poder soviético en lugar de la antigua burocracia.

6. Deben ser expulsados sin piedad del ejército revolucionario los enemigos de la revolución socialista, es decir, los explotadores y sus agentes, incluso si se cubren con la máscara de «demócrata», «republicano» «socialista» o «anarquista».

7. A la cabeza de cada división debe encontrarse un comisario de irreprochable autoridad, como revolucionario y como soldado.

8. En cada división militar debe haber un núcleo homogéneo de los combatientes más abnegados, recomendados por las organizaciones obreras. Este núcleo sólo tiene un privilegio: ir el primero a la lucha.

9. En los primeros tiempos, el cuadro de mando incluye necesariamente muchos elementos extraños y poco seguros. Su comprobación y selección debe hacerse en base a la experiencia militar, por medio de testimonios de los comisarios y de notas de los combatientes de línea. Al mismo tiempo deben emprenderse grandes esfuerzos en vista a la preparación de mandos provenientes de las filas de los obreros revolucionarios.

10. La estrategia de la guerra civil debe combinar las reglas del arte militar con las tareas de la revolución social. No sólo en la propaganda, sino incluso en las operaciones militares, es necesario contar con la composición social de las diferentes partes del ejército adversario (voluntarios burgueses ' "campesinos movilizados., o como en el caso de Franco, esclavos coloniales) y, al escoger la línea de operación, tener escrupulosamente en cuenta la cultura social de las correspondientes regiones del país (regiones industriales, campesinas, revolucionarias o reaccionarías, regiones de nacionalidades oprimidas, etc.). En otras palabras: la política revolucionaria domina a la estrategia.

11. El gobierno revolucionario, en tanto que comité ejecutivo de los obreros y campesinos, debe saber conquistar la confianza del ejército y de toda la población trabajadora.

12. La política exterior debe tener como principal objetivo despertar la conciencia revolucionaria de los obreros, de los campesinos y de las nacionalidades oprimidas del mundo entero.

(España: última advertencia)

“Participamos en la lucha contra Franco como los mejores soldados, y al mismo tiempo, en interés de la victoria sobre el fascismo, agitamos la revolución social y preparamos el derrocamiento del gobierno derrotista de Negrín. Sólo una actitud semejante puede acercarnos a las masas.”

(Contra el “derrotismo” en España)

BEALS. - Una de las razones por las que le pregunto sobre ello es porque se acusa a la fracción trotskysta de sabotear el movimiento leal en España.

TROTSKY. - ... se pretende que saboteamos el movimiento leal en España. Pienso haber dicho en numerosas entrevistas y artículos que la única vía para asegurar la victoria en España consiste en decir a los campesinos: «La tierra española es vuestra»; decir a los obreros: «Las fábricas españolas son vuestras.» Ésta es la única posibilidad de asegurar la victoria. Stalin, para no asustar a la burguesía francesa se ha convertido en guardián de la propiedad privada de España. El campesino español no está demasiado interesado en bellas definiciones. Dice: «Con Franco y con Caballero es lo mismo.» Porque el campesino es muy realista. Durante nuestra guerra civil, no creo que venciéramos principalmente debido a nuestra ciencia militar. Esto es falso. Ganamos a causa de nuestro programa revolucionario. Decíamos a los campesinos: «La tierra es vuestra.» Y el campesino, que en un primer momento había preferido a los blancos, comparaba a los bolcheviques con los blancos y decía: «Los bolcheviques son mejores.» Entonces, cuando los campesinos, centenares de miles y de millones de campesinos, se convencieron de que éramos mejores, vencimos.

BEALS. - ¿Puede usted desarrollar un poco más su afirmación de que Stalin es el guardián de la propiedad privada en España?

TROTSKY. - Dice, y la Komintern lo ha declarado, que en lo que respecta a España, las reformas sociales llegarán después de la victoria.[5] «Ahora es la guerra, nuestra tarea ahora es la guerra, las reformas sociales llegarán después de la victoria.» El campesino se vuelve indiferente: «Ésta no es mi guerra. No tengo ningún interés en la victoria de los generales. Los generales luchan entre ellos.» Ésta es su opinión. Con su manera tosca, tiene razón. Yo estoy con este tosco campesino español, en contra de los sutiles diplomáticos.

(Este texto está sacado de las minutas de la comisión de investigación de los Procesos de Moscú, The Case of Leon Trotsky, pp. 294-299)

Las diferencias entre la posición de la LIT-UIT con la de Trotsky son evidentes. Para la LIT-UIT había sólo dos campos enfrentados, tanto en el plano político como militar: en una primera etapa hasta el derrocamiento de Kadafi, había que impulsar un frente único tanto militar como político de todo el pueblo incluyendo la burguesía, con un programa democrático burgués. Primero la lucha contra Kadafi para conquistar “la democracia”, después vendría la lucha por la revolución socialista.

Para Trotsky estas son “las concepciones de los socialistas y de los estalinistas, es decir, de los mencheviques de la primera y segunda hornada”… “La consigna «Primero la victoria, después las reformas» sociales es la consigna de todos los opresores y explotadores…”

Desde el punto de vista político había no dos, sino tres campos, el de Kadafi, el de la burguesía proimperialista del CNT y el campo de la clase obrera y el pueblo pobre y oprimido. Siguiendo a Trotsky debíamos participar en la lucha contra Kadafi como los mejores soldados, pero al mismo tiempo, en interés de la victoria sobre las tropas contrarrevolucionarias de Kadafi, debíamos agitar la revolución social y llamar a realizar inmediatamente, en los territorios que fueran conquistados por las milicias, las más urgentes medidas de la revolución social, con lo cual no sólo afirmábamos las condiciones para la victoria militar en la guerra civil, sino que también preparábamos la lucha por la conquista del poder por la clase obrera y el pueblo pobre y oprimido.

El PTS critica correctamente el carácter “semi” (?) etapista de la LIT y la UIT. Pero la posición del PTS tampoco es trotskista:

Desde el punto de vista militar había dos campos, el de Kadafi y el del CNT con el apoyo de los bombardeos de la OTAN.

El PTS reconoce al pasar, como si fuera de muy poca importancia, que hay que definir en qué campo militar hay que luchar: “No sólo hay que tener una definición precisa del “campo militar” en que ubicarse”, dicen. Pero el PTS nunca dio esa definición precisa, sino que por el contrario sostiene la política abstencionista de no estar ni con uno, ni con otro de los bandos militares enfrentados.

A lo que Trotsky podría responder:

“Los trabajadores se preguntan: «¿Qué debemos hacer, no en el Bronx o en Manhattan, sino en España? Somos demasiado débiles y además estamos desarmados.» El grupo Salemme responderá con nuestras propias palabras: «Hay que preparar políticamente a las masas para el futuro derrocamiento del gobierno Negrin.» Bien. Pero para esto hace falta tiempo, y durante este tiempo, Franco se acerca. ¿No vamos a intentar vencerlo?

La consigna de «Ni victoria ni derrota» o «No somos ni defensistas ni derrotistas» es errónea desde el punto de vista de los principios y políticamente perniciosa. Está desprovista de todo valor agitativo. Imaginaros a un revolucionario en medio de los dos campos de la guerra civil con su bandera: «Ni victoria ni derrota.» Esta consigna es válida para Poncio Pilato, no para un revolucionario. Estamos por la defensa de las organizaciones obreras. Participamos en la lucha contra Franco Somos «defensistas». Los «derrotistas» son Negrin, Stalin y compañía. Participamos en la lucha contra Franco como los mejores soldados, y al mismo tiempo, en interés de la victoria sobre el fascismo, agitamos la revolución social y preparamos el derrocamiento del gobierno derrotista de Negrín. Sólo una actitud semejante puede acercarnos a las masas.”

(Contra “el derrotismo” en España)

El PO, comentarista de la revolución

La posición del Partido Obrero a través de los artículos publicados en Prensa Obrera sobre la revolución en Libia se caracteriza por la ambigüedad y la indefinición. Abunda en descripciones y en pronósticos acerca del curso de la guerra civil, pero es imposible distinguir un programa para orientar la lucha revolucionaria.

El PO reconoce la existencia de comités populares y milicias armadas, pero no propone su unificación en un organismo de carácter soviético, no propone nada. Reconoce que la dirección del CNT está en manos de elementos ex kadafistas agentes del imperialismo y dice que “hay que poner fin a este gobierno” y reemplazarlo por “un gobierno realmente revolucionario” que desarrolle “una amplia agitación nacional para producir nuevos levantamientos populares”. Cuál sería el contenido político de esa agitación no se sabe.

El PO proclama queNuestra consigna es: fuera la Otan de Libia; armas para los revolucionarios libios; por la extensión y profundización de la revolución árabe. Deseamos que el Medio Oriente se convierta en la tumba del imperialismo mundial”. Pero no dice a quién hay que exigirle las armas, ni qué significa en concreto la “profundización” de la revolución, más allá de un par de esporádicos y abstractas menciones a la revolución socialista. Por otra parte llamar “árabe” a la revolución es considerar que se trata de una revolución de carácter “nacional” antiimperialista y eso es coherente con “desear” que se convierta en la tumba sólo del imperialismo mundial, sin mencionar a las reaccionarias burguesías árabes. Pero esto se contrapone con caracterizar que “su contenido político es en esencia la ruptura de la “unidad nacional” árabe entre los explotados, de un lado, y los regímenes feudal-capitalistas, burgueses y pequeño burgueses reaccionarios, del otro. En la historia de la lucha de clases de las naciones o pseudonaciones árabes, la crisis actual representa, más que su momento ‘nacional’, su momento ‘social’”. Sobre cómo ayudar a esa ruptura y con qué programa luchar contra la política burguesa e imperialista para subordinar a los explotados, el PO no dice nada.

El PO nunca tomó una definición clara acerca de si había o no que seguir combatiendo en el frente militar del CNT a pesar de los bombardeos de la OTAN.

Por último, el PO se lamenta de que la “rebelión” fue copada por el imperialismo, pero nunca planteó un programa para evitar que ello ocurriera.

El desinterés del PO por levantar un programa revolucionario para Libia revela su nacional trotskismo, mucho más ocupado por la propaganda electoralista que por educar a la vanguardia obrera en las cuestiones estratégicas fundamentales de la revolución socialista.

23/12/2011

Polémica sobre Libia








Cayó el régimen de Kadafi:

¿Un primer triunfo parcial de los trabajadores y el pueblo libio o un triunfo del imperialismo?

Como sucede con cada acontecimiento importante de la lucha de clases de repercusión internacional, la guerra civil y la intervención imperialista en Libia han generado una polémica entre los partidos y/o corrientes que se reivindican trotskistas. Si en relación a los alzamientos de masas en Túnez y Egipto las diferencias se circunscribieron al grado de importancia de los procesos de movilización (¿revuelta o revolución?) y al programa para intervenir en ellos, en el caso de Libia las diferencias afectan además a cuestiones todavía más básicas y elementales, dando como resultado posiciones opuestas acerca del carácter de los bandos en lucha en la guerra civil, y por ende del primer resultado importante de la lucha: la caída de Kadafi. ¿Se trata de un primer triunfo parcial de una revolución o del triunfo de la contrarrevolución?

La polémica acerca del carácter del proceso en curso -que ya se había abierto con la intervención militar imperialista- resurge tras la caída de Kadafi y la entrada de las tropas “rebeldes” en Trípoli.

Mientras los partidos y movimientos “nacionalistas” burgueses y gobiernos -como el encabezado por Chávez y Evo Morales- apoyaban a Kadafi ubicándolo en el bando “antiimperialista”, la mayoría de las corrientes trotskistas coincidió en definir que Kadafi hacía ya tiempo que se había integrado por completo al orden imperialista.

Otra coincidencia fundamental fue reconocer que el levantamiento de masas de Bengazi y Trípoli fue la manifestación en Libia de los mismos procesos revolucionarios protagonizados por las masas tunecinas y egipcias, y no complots armados artificialmente por la CIA como alegaban los Chávez, Evo Morales y Ortega.

La primera diferencia clave surge alrededor de si la intervención militar del imperialismo, disfrazada de ayuda humanitaria para defender la vida de la población de Bengazi atacada por Kadafi, y aceptada con condiciones por el CNT, cambió el carácter del proceso en curso iniciado con el levantamiento popular.

En este artículo polemizaremos con la posición del Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) sección fundacional de la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional (FT-CI), que opina que la intervención de la OTAN cambió el carácter del movimiento de masas libio y que la caída de Kadafi fue un triunfo de la política imperialista.

En LVO(*) 415, el PTS caracterizaba al levantamiento de masas en Libia como una expresión más radicalizada y poderosa de la “primavera árabe”, y en LVO 417 del 10 de marzo, Claudia Cinatti describía a las fuerzas enfrentadas en la guerra civil, y las contradicciones internas del bando “rebelde”:

“En estos combates se enfrentan las fuerzas que permanecen leales a Kadafi, principalmente el aparato de seguridad del estado, sectores del ejército y mercenarios traídos desde países vecinos, y las milicias de la oposición compuestas por sectores del ejército que han desertado y se pasaron del lado de la rebelión, y sobre todo, por decenas de miles de jóvenes pobres y de las clases medias, de tendencias islamistas y laicas, que voluntariamente y de manera espontánea se unen a la defensa de las ciudades ante el avance de los tropas oficialistas. Según la revista The Economist sólo en Bengasi se han alistado 17.000 jóvenes, que portan desde armas automáticas y granadas tomadas en los cuarteles hasta cuchillos domésticos y que se lanzan al combate a pesar de carecer de toda experiencia militar.

La existencia de estas milicias irregulares confirma que, a pesar de sus esfuerzos iniciales, el Consejo Nacional con sede en Bengasi que actúa como gobierno provisorio de la oposición, no ha podido llevar adelante su política de desarmar a la población y disciplinar una fuerza regular dirigida por los ex oficiales del régimen. Este elemento muestra el grado de radicalidad que alcanzó la lucha contra Kadafi pero también expresa su debilidad: que la dirección política del proceso está hegemonizada por los sectores de “notables”, que incluyen las clases medias ilustradas, empresarios y los elementos que desertaron del antiguo régimen que buscan reemplazar la dictadura de Kadafi con otro régimen confiable para los intereses de las potencias imperialistas. Esto explica que miembros prominentes del gobierno provisional hayan pedido la intervención “humanitaria” de las potencias occidentales, mientras que en las calles de Bengasi y otras ciudades se rechaza todo tipo de injerencia imperialista.

En cambio, en el periódico LVO 420 (31 de marzo), el PTS, polemizando con Gilbert Achcar, quien, según los autores, es la expresión de “un sector amplio de la izquierda francesa -desde el PS al PG, los “Verdes” y otros sectores de la izquierda- que han avalado la política intervencionista del gobierno Sarkozy”, dicen:

“A diferencia de las fuerzas que se oponían a Milosevic en Kosovo, los insurgentes libios no pedían la ocupación de su país por tropas extranjeras”, afirma Achcar. Pero la dirección del Concejo Nacional de Transición Libio (CNTL), que desde Bengasi se arroga la representación del levantamiento, se subordina cada vez más a los aliados en el mismo camino del ELK kosovar, invocando la protección imperialista y transformándose en la “infantería de la OTAN”, cuyos cazabombarderos le abren el camino en los enfrentamientos con las fuerzas gubernamentales. No es casual que: “EE UU y Reino Unido estudian armar a los rebeldes en su combate contra Gadafi. Cameron y Clinton creen que el suministro de armamento es compatible con el embargo y estaría amparado por la resolución de Naciones Unidas” (El País, 29/03). Si a diferencia del ELK no piden participación terrestre es porque el propio imperialismo no quiere correr mayores riesgos, a la luz de las costosas experiencias en las guerras contra Irak y Afganistán y resultaría difícil legitimarla entre los pueblos árabes. La dirección del CNTL, dominada por arribistas, ex kadafistas y jefes tribales, se montó sobre la rebelión buscando desde el principio impedir que se extendiera el armamento popular y presentándose como “moderados”. En realidad, dejándose cooptar como agentes de la intervención imperialista, se disponen a servir de “Karzai” libios (Karzai encabeza el corrupto gobierno títere impuesto por EE.UU. en Afganistán tras su invasión).”

(Libia: Una polémica en la izquierda - Frente a la intervención “humanitaria” de la OTAN, LVO 420, Eduardo Molina y Graciela López Erguía)

El cambio que se produjo en la apreciación de los hechos por parte del PTS es notable. Mientras que el 10 de marzo señalaban que el CNT no había podido ni desarmar ni disciplinar totalmente las milicias, y que la presencia de tropas terrestres era rechazada por el pueblo en las manifestaciones callejeras, el 31 de marzo ya no distingue entre la dirección del CNT y las milicias, las que ahora sin contradicciones y de manera homogénea serían en conjunto la “infantería de la OTAN”.

Es decir, para el PTS, desde la intervención de los bombardeos imperialistas, las milicias “rebeldes” se transformaron a en la “infantería de la OTAN”. Esta caracterización es reafirmada en LVO 441(del 25 de agosto, después de la caída de Trípoli):

“Aunque las imágenes de televisión muestren milicias locales en lugar de soldados norteamericanos ingresando en el complejo de Bab al Aziziya y derribando las estatuas de Kadafi, las fuerzas “rebeldes” que tomaron Trípoli actuaron como “tropa terrestre” de los bombardeos de la OTAN, con una dirección completamente colaboracionista con las grandes potencias.”

Entonces, según el análisis que hace el PTS, con la intervención imperialista se habría consolidado el control político y militar del CNT sobre las masas, el cual está hegemonizado por los “notables” pequeñoburgueses y burgueses, los ex ministros y oficiales del régimen de Kadafi. Los comités y las milicias populares y sus contradicciones con el CNT, en particular con los ministros que desertaron del gobierno de Kadafi, desaparecen con la intervención imperialista. Y, en base a ese análisis, caracterizan la caída de Kadafi como un acontecimiento contrarrevolucionario:

“Indudablemente, el odio hacia la dictadura de Kadafi y su sistema de prebendas surgidas del control estatal de la importante renta petrolera motorizó el levantamiento popular de febrero en Bengasi y otras ciudades, como parte de la “primavera árabe”. Sin embargo, a diferencia de Túnez o Egipto, la caída de Kadafi en las condiciones que se produjo no es la primera conquista de un proceso revolucionario, sino un triunfo de la política de las potencias imperialistas –en particular Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña– que con la excusa “humanitaria” de “proteger a los civiles” llevaron adelante una intervención militar para garantizar que surja un gobierno aún más proimperialista que el de Kadafi y religitimarse poniéndose del bando “rebelde” para poder intervenir y frenar los procesos abiertos por la primavera árabe.”

En cambio creemos que el Partido Obrero (PO) hace una descripción más cercana a la realidad (**), afirmando que el CNT no controla a las milicias y que es más bien la coordinadora de un frente único por el derrocamiento del régimen de Kadafi. En el Prensa Obrera 1194 / del 15-9, en la nota titulada “La insurrección del pueblo libio unificó en un frente contra el régimen de Kadafi a fuerzas diversas” dicen:

“El Consejo Nacional de Transición, compuesto por varias decenas de delegados que representan formalmente a los ‘comités’ de las diferentes ciudades y regiones del país, está hegemonizado por los dirigentes del movimiento de Bengasi. Según el corresponsal de El País (8/9), “liberales, abogados, tecnócratas y exiliados principalmente en Estados Unidos nutren el Ejecutivo”, en el cual tienen escasa representación muchos otros grupos que participaron del movimiento rebelde y ven con recelo el liderazgo de los dirigentes del CNT. “Para el CNT es clave integrar las múltiples milicias en un nuevo ejército y una nueva policía. Por el momento, cada consejo local administra sus asuntos militares y nombra su propio jefe de seguridad: en Trípoli, por ejemplo, se rechazó el nombramiento impulsado por Bengasi y se insistió en poner al mando a Abdelhakim Belhaj, un ex jihadista, a cargo de la ciudad” (The Economist, 10/9). Belhaj fue detenido en 2004 por fuerzas norteamericanas, las que lo entregaron al régimen de Gaddafi, acusándolo de terrorismo y vínculos con Al Qaeda. Aunque ahora ha negado estas acusaciones y planteado que pretende “un estado civil que respete las leyes y los derechos y haga justicia, no un régimen al estilo talibán”, lo cierto es que las diferencias del mando rebelde en Trípoli con el CNT ya han alcanzado un nivel muy serio. En los últimos días, “aparecieron voces de dirigentes islámicos moderados demandando la renuncia completa del Comité de Transición: rechazan que esta conducción administre los miles de millones de dólares pirateados por Gaddafi y que los bancos del mundo devolverán al país” (Clarín, 8/9).”

Como dato ilustrativo de las contradicciones que afectan las fuerzas organizadas tras el CNT hay que mencionar el asesinato del ex ministro del Interior Mohammed Fatah Younis, que fundó las fuerzas especiales de Kadafi y controlaba la seguridad en la zona liberada, en una acción militar atribuida a milicias independientes.

Lógica formal e incoherencias en el análisis del PTS

El PTS había caracterizado las caídas de los gobiernos en Túnez y en Egipto, como primeros triunfos del movimiento de masas. En cambio dice que la caída de Kadafi fue un triunfo del imperialismo. La diferencia en Libia sería que la intervención militar del imperialismo impondría un régimen títere comparable al de Karzai en Afganistán. Pero, tanto la guerra contra el gobierno talibán de Afganistán, como contra Saddam Hussein en Irak, fueron guerras imperialistas contra gobiernos que mantenían cierta independencia política y económica. Para imponer sus gobiernos títeres tuvieron que invadir y ocupar esos países con tropas terrestres. En Libia el factor fundamental fue el levantamiento armado de las masas contra el régimen de Kadafi, sobre el cual se monta la intervención militar imperialista, pero limitada a los bombardeos, sin ocupación del territorio con tropas terrestres. Es innegable que esa intervención le da al imperialismo una gran influencia en la constitución del gobierno y el régimen que asumirá en Libia. Pero será una influencia política y no militar, porque no dominan militarmente el territorio, cuyo control sigue en manos de las milicias populares.

La caída de Mubarak, en el último momento –luego de los fracasados intentos de doblegar el alzamiento por la represión-, fue forzada por la política imperialista, que le soltó la mano y dio luz verde para que el ejército asumiera el poder. ¿El alto mando del ejército egipcio es menos proimperialista que Mubarak? ¿Las direcciones del movimiento de masas que voltearon a Mubarak (Los Hermanos musulmanes y El Baradei) son menos burguesas y proimperialistas que las del CNTL? Evidentemente, no.

La intervención imperialista en Egipto fue de carácter político, para asegurar una transición ordenada que permitiera frenar al movimiento de masas una vez que “sacrificaron” a Mubarak. En cambio en Libia, la intervención no se podía limitar al terreno político por la simple y sencilla razón de que ante la brutal represión desatada por Kadafi, las masas de Bengazi tomaron las armas y comenzó una guerra civil.

¿La guerra es o no la continuación de la política por otros medios? ¿Por qué la caída de Mubarak, facilitada por la política del imperialismo, es para el PTS un triunfo de las masas árabes, pero en cambio la caída de Kadafi, facilitada por la intervención militar de la OTAN, es un triunfo de la política imperialista?

Las masas libias están en mejores condiciones para conquistar un margen muy superior de libertades democráticas que las egipcias y tunecinas, ya que en estos últimos países gobiernan juntas militares, mientras que en Libia las masas populares todavía están armadas y el ejército de Kadafi fue derrotado. El CNTL será un gobierno mucho más débil que el de las juntas militares de Egipto y Túnez, ya que si por arriba estará sostenido por el imperialismo, por abajo está asentado en la ebullición revolucionaria potenciada con el triunfo, de los comités populares y las milicias.

Si la asunción del gobierno militar, institución muchísimo más solida y respetada por el pueblo, no cerró el proceso de movilización de masas en Egipto, ¿por qué habría que dar por terminado el proceso de movilización de masas y caracterizar como triunfo del imperialismo la caída de Kadafi, cuando el CNTL todavía no ha podido formar gobierno, y se asienta sobre una base más endeble e inestable por provenir de una guerra civil?

Para nosotros, al contrario que de lo que dice el PTS, tanto la caída de Mubarak como la de Kadafi son triunfos de la movilización revolucionaria de las masas obreras y populares, son sus primeros triunfos democráticos. Por la ausencia de dirección revolucionaria, el imperialismo y la burguesía, caído Mubarak, lograron que el poder pasara a la junta militar, con lo cual, obtuvieron su primer triunfo reaccionario, y tendrá el mismo contenido la instalación de un gobierno del CNTL en Libia. Pero la movilización de las masas se sigue desarrollando, no ha sido derrotada, ni el proceso revolucionario ha terminado, por el contrario se retroalimenta. Basta con ver Siria, Yemen, Bahrein, etc.

La intervención imperialista y la guerra civil

Cuando la represión no logra contener al movimiento de masas, la política del imperialismo ha sido intervenir para garantizar la asunción de gobiernos de transición que permitan salvaguardar sus intereses. En Túnez y Egipto esta política se canalizó a través de las fuerzas armadas, las que al no participar en la represión y mantener su unidad, son el baluarte para contener la movilización, mientras dosifican las concesiones democráticas y se fortalecen los partidos burgueses “moderados” proimperialistas. En Siria, a través de Turquía se busca implementar una transición a partir de que Al Assad ceda el poder. La misma línea se intenta en Yemen.

Por supuesto que si la insurrección en Libia estuviera dirigida por un partido obrero revolucionario el imperialismo se hubiera unido para apoyar a Kadafi. Pero Kadafi, siendo un aliado del imperialismo, era un aliado inestable e imprevisible que de ninguna manera estaba dispuesto a aceptar ninguna transición que lo desplazara, incluso parcialmente, del poder. La intervención militar les permitía a las potencias imperialistas reubicarse en la región, luego de venir mal paradas por el apoyo a los gobiernos dictatoriales de Túnez y Egipto. Permitir que Kadafi masacrara a la población de Bengazi los hubiera dejado sin autoridad para implementar sus planes en la región. El pasaje a la oposición de figuras importantes del régimen y los síntomas de división en las fuerzas armadas, la ausencia de una clase obrera con direcciones independientes, terminaron de convencer al imperialismo que la intervención a favor del CNTL era la mejor opción, aunque hubo bastantes vacilaciones antes de definir esta posición, la que incluso fue rechazada por Alemania (además de China y Rusia).

Obviamente que el CNTL reclamó la intervención imperialista. Pero las masas, aun cuando las tropas de Kadafi amenazaban con destruir Bengazi, pusieron un límite a esa intervención negándose a aceptar el ingreso de tropas terrestres.

La cuestión reside en caracterizar correctamente el proceso en curso. La intervención imperialista no fue para asegurar el carácter semicolonial del Estado libio que Kadafi ya había sometido al imperialismo, sino para tener un punto de apoyo para controlar el movimiento de masas revolucionario. El alzamiento del pueblo libio y la consecuente guerra civil con las tropas de Kadafi es un movimiento revolucionario. La intervención de la OTAN no modificó el carácter fundamental de la lucha en desarrollo, determinado por la guerra civil, sino que, justamente, el objetivo de la intervención fue incidir en el resultado de esa guerra civil. La intervención de la OTAN no transformó la guerra civil en una guerra de colonización imperialista contra una nación oprimida sino que fue secundaria en relación al movimiento revolucionario. No cambió el carácter del proceso transformando a las masas insurreccionadas en tropas terrestres del imperialismo y a Kadafi en dirigente de una nación oprimida contra una guerra de colonización imperialista. Nuestro razonamiento encuentra puntos de apoyo en el de Trotsky durante la guerra civil española:

“Se nos puede objetar que durante una guerra entre dos estados burgueses el proletariado, cualquiera que sea el régimen político de su país, debe adoptar la postura según la cual «la derrota de nuestro propio gobierno es un mal menor». ¿Esta regla no es igualmente aplicable a la guerra civil en la que se enfrentan dos gobiernos burgueses? De ninguna forma. En una guerra entre dos Estados burgueses, el objetivo es una conquista imperialista, no la lucha entre la democracia y el fascismo. En la guerra civil española, la cuestión es: democracia o fascismo.

Para la clase capitalista, la diferencia entre democracia y fascismo no es decisiva. Según las circunstancias utiliza una u otro para sus propios fines. Pero, para los agentes pequeño burgueses del capital -los dirigentes de la socialdemocracia, los estalinistas y los anarquistas- la democracia es la propia fuente de su existencia y de su influencia. El fascismo significa para ellos desastre y exterminio. El proletariado revolucionario no puede colocar los dos campos en lucha en un mismo saco: debe utilizar este combate para sus propios intereses. No puede alcanzar el éxito con una política neutral, sino por el contrario, golpeando militarmente a su enemigo número uno: el fascismo. (…)

Se puede objetar que los dos campos imperialistas (Italia y Alemania por una parte, Inglaterra, Francia y la U.R.S.S. por otra) luchan en la península Ibérica y que la guerra de España no es más que un episodio de esta lucha. En el sentido de la posibilidad histórica, es cierto. Pero no es lícito identificar la posibilidad histórica, con el curso real, concreto, de la guerra civil hoy día. Los intereses de los países imperialistas indudablemente tienen influencia sobre el desarrollo de los acontecimientos en España. Pero, hasta ahora, no se ha conseguido modificar su carácter fundamental, en tanto que lucha entre el campo de la democracia burguesa española y el campo del fascismo. (…)

Tomemos un ejemplo: Dos barcos con armas y municiones salen de Francia o de los Estados Unidos, uno para Franco y otro para Negrín. ¿Qué actitud deberían tomar los trabajadores? ¿Sabotear el transporte de los dos o sólo el de Franco? No somos neutrales. Dejaríamos pasar el barco con municiones para Negrín. Sin ilusiones, sabemos que de estas balas, nueve de cada diez serán dirigidas contra los fascistas, pero al menos una contra nuestros camaradas. Pero de las municiones destinadas a Franco, diez de diez serán dirigidas contra nuestros camaradas. No somos neutrales. No dejaríamos pasar el barco con municiones para Franco. Entiéndase bien, si se produjese en España una insurrección obrera armada, intentaríamos hacer llegar las armas y las municiones hasta las masas de obreros insurrectos. Pero mientras no tengan suficiente fuerza para esto, escogeríamos el mal menor. (León Trotsky, Respuesta a preguntas relativas a la situación española 14 de septiembre de 1937)”

Como se ha dicho tantas veces, toda analogía “cojea”. Pero lo fundamental es extraer de estas citas el método. La insurrección del pueblo libio contra el régimen de Kadafi está en la fase “democrática”, es decir, su objetivo inmediato es la derrota de un régimen “fascista”, aunque las reivindicaciones de los obreros y el pueblo sublevado no se limitan a las cuestiones exclusivamente democráticas formales, sino que están determinadas por su situación social, igual que ocurría con los obreros y campesinos españoles. El frente popular español –al igual que el CNTL- también reclamaba el apoyo militar de potencias imperialistas. De hecho la burocracia stalinista intervino en España para frenar la revolución obrera al servicio del imperialismo europeo. La burocracia de la URSS y el PC español actuaron como los agentes del imperialismo. Trotsky plantea que era lícito recibir armas de Francia o Estados Unidos. En tanto el factor fundamental fuera todavía la guerra civil, el proletariado no podía ser neutral y debía luchar militarmente en el bando republicano y “aprovechar” la lucha entre los dos campos dirigidos por sectores de la burguesía para sus propios intereses. Para ganar debía golpear militarmente a su enemigo número uno: el fascismo.

Los bombardeos imperialistas ayudan objetivamente a las milicias y al CNT. ¿Es comparable esto a recibir armamento? No, no es lo mismo, porque la aviación y los bombardeos no están en manos del pueblo insurrecto, y por eso había que denunciar la intervención imperialista, poniendo el énfasis en el programa y el llamado internacional a proveer de armamento y voluntarios a la revolución. Pero por sí mismos no son un factor decisivo que cambie el carácter de la lucha. El imperialismo actuó contra Kadafi para apuntalar la defensa de Bengazi primero, y luego la ofensiva de las milicias hacia el oeste, es decir impulsó la derrota de Kadafi por intermedio de las milicias del CNT, esperando capitalizar a su favor un triunfo conquistado con su ayuda. Pero las vacilaciones que desde antes de la intervención militar mantienen acerca del carácter y la composición de las fuerzas que coexisten con los dirigentes del CNT revelan que ese triunfo no sería directo. El imperialismo no quisiera que se repita la situación de Afganistán en 1980 cuando armaron a los talibanes y a Bin Laden para expulsar a las tropas de la URSS, y estos luego se volvieron en su contra. Pero evidentemente, la situación en todo el norte de Africa y el Medio Oriente los apremia y no tienen mucho margen de maniobra. Por eso están actuando con esta política de “emergencia”, pero sabiendo que sólo con una ocupación militar podría el imperialismo consolidar un triunfo directo contra Kadafi y por ese medio conquistar un bastión contrarrevolucionario sólido en la región.

El ejemplo de Afganistán de los 80 fue permanente citado por quienes querían asegurarse que el apoyo aéreo y eventualmente la entrega de armas que se estaba discutiendo no cayeran en manos inseguras o no confiables. Es sabido que los talibanes (con armas y entrenamiento de la CIA) –Bin Laden incluido- derrotaron al ejército de la burocracia soviética, para luego resistirse y hasta volverse en contra de los EE-UU.

En aquel momento el CI-CI (Comité Internacional por la Cuarta Internacional) en el cual estaban intentando fusionarse la LIT (corriente internacional de Moreno) y el lambertismo, caracterizaron que en Afganistán estaba en curso un proceso revolucionario que había derrocado un gobierno que era títere de la URSS, y que la burocracia stalinista ordenó la ocupación militar para derrotar esa revolución y por el temor a que ésta se extendiera a los otros países musulmanes oprimidos del sur de la URSS. A pesar de esa caracterización, el CI-CI no exigió el retiro del ejército de la burocracia stalinista, ni quiso apoyar a las milicias talibanes y otras –caracterizadas como “feudales”- armadas por la CIA, y especuló con la posibilidad de que la burocracia stalinista podía llegar a expropiar a los capitalistas en Afganistán, cuando desde hacía más de 30 años que el stalinismo no impulsaba ninguna expropiación en ningún lugar del mundo. O sea, la política de Moreno-Lambert fue capitularle a la burocracia stalinista y a su ejército cuando éste actuaba reflejando no el carácter social de la URSS, sino el interés de la burocracia de aplastar la revolución. Allí ni la intervención de la CIA, ni la abundante provisión de armamento por parte de EE-UU cambió el factor fundamental de la guerra: de liberación nacional por parte de las milicias afganas, contra la opresión y ocupación de Afganistán por el ejército de la burocracia stalinista.

Para tomar posición ante situaciones que son complejas, Trotsky partía siempre de analizar en donde están los puntos de apoyo para desarrollar la revolución, en donde está el movimiento que se desarrolla en dirección del avance de la revolución. Podemos citar otros ejemplos, siempre con la idea de extraer las lecciones metodológicas y no para compararlos esquemáticamente.

La autodeterminación de los pueblos es un derecho democrático, mientras que la defensa del estado obrero un principio socialista. Sin embargo, aunque se argumentaba –y en un sentido era cierto- que la independencia de Ucrania debilitaba la URSS, Trotsky defendió la independencia de Ucrania, levantando la consigna “Por una Ucrania Soviética de obreros y campesinos, unida, libre e independiente” porque consideraba que más debilitaba la defensa del estado obrero la política de opresión de los pueblos de la burocracia stalinista. Y esto a pesar de que caracterizaba que “Las masas obreras y campesinas de la Ucrania Occidental, de Bukovina, de los Cárpatos ucranianos están confundidas: ¿a quién recurrir? ¿qué pedir? Esta situación desvía naturalmente el liderazgo hacia las camarillas ucranianas más reaccionarias, que expresan su “nacionalismo” tratando de vender el pueblo ucraniano a uno u otro imperialismo en pago de una promesa de independencia ficticia. Sobre esta trágica confusión, basa Hitler su política en la cuestión ucraniana.”

Este ejemplo es solo para ilustrar que no se puede hacer política marxista basados en esquemas de lógica formal.

Cuando todavía las potencias imperialistas estaban discutiendo su intervención militar, en Libia se desarrollaba una revolución que se había transformado, por la represión de Kadafi, en guerra civil. La dirección proimperialista del CNT trataba de controlar a las milicias y a las bases movilizadas para llevarlas a aceptar la intervención militar del imperialismo, pero había un sector (liderado por Ghoga) que reflejando el sentimiento de la población se pronunciaba en contra. En ese momento planteábamos que la clave era levantar un programa revolucionario: Lo que hace falta para ganar la guerra civil es levantar un programa revolucionario:

“Total rechazo a la intervención imperialistas en Libia. Un ferveroso llamado a los trabajadores y los pueblos árabes –fundamentalmente a los de Egipto y Túnez-, a apoyar su revolución con armas y voluntarios. Declarar la nacionalización bajo control obrero de toda la industria petrolera, no sólo los pozos y las reservas que ya están nacionalizadas, sino de toda la infraestructura extractiva y de comercialización en manos de empresas imperialistas; y que el dinero proveniente de la exportación petrolera será destinado a las necesidades populares según un plan económico obrero y popular aprobado en un consejo nacional de delegados democráticamente elegido por los obreros y los barrios populares. Amnistía total para los soldados y sub-oficiales que se pasen al lado de la revolución. Elección de abajo hacia arriba de todos los mandos militares de las milicias. Ninguna de las alas del Consejo Nacional de Bengazi, por su carácter burgués es capaz de levantar un programa revolucionario semejante para ganar a su favor las fuerzas en las que se apoya Kadafi. Por el contrario, su política es convencer al imperialismo que son dignos de su confianza. Completa ruptura con todos los elementos burgueses del CNL de transición y creación de un Gobierno de delegados obreros, populares y de soldados de las milicias.

Organizar en el curso de la lucha un partido de obreros y sectores del pueblo revolucionarios que levante este programa es decisivo para definir el triunfo de la guerra civil.

¡Abajo Kadafi! ¡Por el triunfo de las milicias revolucionarias! ¡Ninguna intervención imperialista!”

Posteriormente, cuando Bengazi se hallaba completamente rodeada por las tropas de Kadafi –superiores en armamento- y a punto de sucumbir, el sector de Ghoga aceptó la intervención imperialista, poniendo como límite que se rechazara expresamente la intervención con tropas terrestres. ¿Qué hubiera debido hacer un grupo trotskista en esas circunstancias? Habiendo planteando la ruptura política con el CNT, denunciando que la intervención imperialista se hace en función de sus intereses políticos y económicos y que lo que buscan las potencias imperialistas no es el “bien humanitario”, ni establecer una democracia, sino controlar el proceso revolucionario, debería haber aceptado ese “compromiso”, que era obligado por la situación, de permitir que los aviones del imperialismo salven a Bengazi, y con ello le den una oportunidad a la revolución. Sin embargo, había que seguir Insistiendo en la denuncia del imperialismo y poniendo el acento en reclamar armas y voluntarios, en particular, de los pueblos árabes, para que la revolución no dependa de la intervención militar imperialista. Pero mientras el ataque imperialista aéreo se siguiera centrando en las tropas de Kadafi, se debería mantener la unidad de acción militar con el CNT, es decir continuar la lucha contra Kadafi. Tales “compromisos” obligatorios encuentran antecedentes en la política de Lenin, por ejemplo, en relación a la paz de Brest-Litovsk, o la expresada en el artículo ¿Ningún compromiso? del “Izquierdismo…”.

Cuando el poder soviético, en guerra contra Alemania, aceptaba armas de Inglaterra y Francia, Lenin escribía:

Supongamos que para matar al tirano y verdugo, Kaliáiev* consigue que un canalla, pillo y bandido le entregue un revólver, bajo la promesa de pagar ese favor con pan, dinero y vodka. ¿Podemos reprochar a Kaliáiev por haber hecho la “transacción con un bandido” a fin de conseguir el arma mortífera? Cualquier persona sensata responderá que no. Si Kaliáiev no podía conseguir el revólver en otra parte, y su causa era realmente honrada (el móvil era el asesinato del tirano, y no el robo), entonces la acción no merece reproches, sino elogios.”

*(Kaliáiev fue un eserista que en febrero de 1905 mató con una bomba al gobernador de Moscú, el duque Romanov, tío del Zar Nicolás II)

Y Lenin agrega una posdata:

P.S.: En la lucha de liberación contra Inglaterra, a fines del siglo XVIII, los norteamericanos recurrieron a la ayuda de los competidores de Inglaterra, bandidos colonialistas al igual que ésta, los Estados español y francés. Se dice que por ahí andan “bolcheviques de izquierda” que se sentaron a escribir una “obra erudita” sobre las “indecorosas transacciones” de aquellos americanos…” (Acerca de la sarna, OC tomo XXVII)

En Trotsky también encontramos razonamientos similares. El primero, contra el izquierdismo stalinista del tercer período, que ponía un signo igual entre la socialdemocracia y el fascismo:

“Nosotros como marxistas, consideramos tanto a Brüning y a Hitler como a Braun como los representantes de un único mismo sistema. El problema de saber cuál de entre ellos es un “mal menor” carece de sentido, porque su sistema, contra el cual luchamos nosotros, necesita de todos sus elementos. Pero hoy estos elementos están en conflicto, y el partido del proletariado debe utilizar absolutamente este conflicto en interés de la revolución. En una gama hay siete notas. Preguntarse cuál de las notas es la mejor, si do, re o sol, no tiene sentido. Sin embargo, el músico debe saber cuándo y qué tecla golpear. Preguntarse quién es el mal menor, si Brüning o Hitler, carece de sentido. Pero hay que saber cuál de estas teclas golpear. ¿Está claro? Para los que no lo comprendan, tomemos un ejemplo más. Si uno de mis enemigos me envenena cada día con pequeñas dosis de veneno y otro quiere darme un tiro por detrás, yo arrancaré primero el revólver de las manos del segundo, lo que me dará la posibilidad de terminar con el primero” (La lucha contra el fascismo en Alemania)

Y el segundo, contra el pensamiento antidialéctico de la oposición pequeñoburguesa del SWP de EE-UU:

“Si mañana Hitler se viera obligado a enviar armas a los hindúes insurreccionados, ¿deben oponerse los obreros revolucionarios alemanes a esta acción concreta? De ninguna manera. Deben esforzarse porque los insurrectos reciban las armas lo más pronto posible. Esperamos que esto sea claro para Stanley. Pero el ejemplo es puramente hipotético. Lo usamos para demostrar que hasta un gobierno fascista del capital financiero puede en ciertas condiciones, verse obligado a apoyar un movimiento nacional revolucionario (que tratará de estrangular al día siguiente).” (En defensa del marxismo)

El PTS, utilizando un razonamiento esquemático cree que si el imperialismo apoya a un movimiento revolucionario, este automáticamente se transforma en proimperialista, sin más consideraciones. Según el PTS, a partir de la intervención de la OTAN, las milicias “rebeldes” integradas “por decenas de miles de jóvenes pobres y de las clases medias, de tendencias islamistas y laicas, que voluntariamente y de manera espontánea se unen a la defensa de las ciudades ante el avance de los tropas oficialistas”, milicias irregulares, “no disciplinadas” por el CNT, pasaron automáticamente a convertirse en la tropa terrestre del imperialismo. Desaparecieron las contradicciones internas entre los jóvenes rebeldes, los ex ministros del régimen y el imperialismo. A partir de entonces se enfrentaron dos bandos: el de Kadafi, proimperialista, contra el del CNT (más proimperialista que Kadafi) y la OTAN.

El PTS hace estos análisis y comentarios pero no explica qué posición había que tener en la guerra civil. Cuando estalla una guerra civil, un partido marxista revolucionario, manteniendo su política independiente, debe saber en qué lado combatir.

Cabe preguntarse: si la FTCI tuviera una sección en Libia ¿qué política hubiera tenido en relación a la guerra civil? Hubiera armado milicias para luchar en frente único con Kadafi contra las “tropas terrestres del imperialismo” que buscaban instaurar un gobierno más proimperialista que el de Kadafi? De su caracterización se desprende que no hubieran luchado junto con las milicias rebeldes. De su programa (¡Abajo Kadafi!), que tampoco hubieran combatido en el bando del gobierno libio. ¿Se hubieran cruzado de brazos en medio de la guerra civil esperando que aparezcan las “condiciones” ideales para aplicar su política? La falta de una correcta interpretación dialéctica de los acontecimientos los lleva al camino del abstencionismo político.

El análisis del PTS da por terminado el proceso más inestable de todo el norte de Africa. La caída de Kadafi es “un triunfo de la política de las potencias imperialistas”, se lamentan. Es verdad que la ausencia de una clase obrera organizada, y la inexistencia de un partido marxista revolucionario, va a facilitar las maniobras de los ex funcionarios kadafistas y del imperialismo. Pero todavía tienen que desarmar a las masas, como ha reclamado con énfasis, Hilary Clinton en su reciente visita a Libia: "unificar las distintas milicias en un único Ejército", es algo que "tiene que ocurrir", "conseguir un Ejército nacional bajo un mando civil es esencial", dijo. Mientras tanto la caída de Kadafi ha dado impulso adicional a las manifestaciones en Yemen y en Siria, y sin ninguna duda habrán impactado también en Túnez, Egipto y en todo el medio oriente. El CNT –tal como estaba constituido- todavía no ha podido asumir, por el contrario el principal referente del imperialismo, el ex ministro de justicia de Kadafi, Mustafa Abdul Jalil, tuvo que renunciar para dar lugar a la formación de un gobierno provisorio. El movimiento de masas libio se siente victorioso, mucho más todavía luego de capturar y ejecutar a Kadafi, cobrándole de esa manera el precio por haber “desaparecido” y ejecutado a miles de activistas opositores. No, el movimiento revolucionario de las masas obreras y populares libias todavía no ha sido derrotado, al contrario están festejando su primera gran victoria. Por supuesto que los objetivistas, que creen que el movimiento es todo y la dirección nada, terminan desbarrancando al oportunismo. Para impulsar el movimiento revolucionario hacia adelante y conquistar el triunfo de una revolución obrera y socialista, es necesaria la dirección de un partido obrero revolucionario. Pero también se puede caer en el fatalismo subjetivista de creer que como no hay tal partido, los levantamientos revolucionarios de las masas no son nada. Esa vía lleva al sectarismo abstencionista, y esa concepción estéril impide basarse en el movimiento revolucionario de las masas para poder construir el partido revolucionario.

5/11/2011

(*)LVO: La Verdad Obrera, periódico del PTS.

(**) Esto no quiere decir que coincidamos con la posición del PO sobre Libia, sobre la cual haremos nuestra crítica en un próximo artículo.

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