martes, 10 de enero de 2012

Polémica sobre Libia, 2ª Parte







¿Un programa para la Revolución Democrática o el programa de la Revolución Permanente?

En el marco de la polémica que se desarrolla entre varias organizaciones y corrientes internacionales que se reivindican trotskistas, el PTS (FTCI) se cruzó en una discusión directa con la LIT-CI (PSTU-Brasil) y la UIT (Izquierda Socialista-Argentina).

En relación a como caracterizar la caída del régimen de Kadafi, tenemos más acuerdo con la LITCI y la UIT, ya que lo consideran un triunfo del pueblo libo, en contraposición al PTS (FTCI) que dice que se produjo, no una primera conquista de un proceso revolucionario en curso, sino “un triunfo de la política de las potencias imperialistas”, dando lugar a “un gobierno aún más proimperialista que el de Kadafi”.

Sin embargo, aquí terminan nuestras coincidencias con la LIT y la UIT. Nuestras diferencias de fondo con las posiciones de estas dos corrientes que se reivindican trotskistas, surgen a partir de la concepción etapista que tanto la LIT como la UIT sostienen. Es que tanto la LIT como la UIT se basan en las elaboraciones teóricas del fallecido dirigente Nahuel Moreno –fundador de la corriente de la que ambas eran parte-, según las cuales la revolución tiene dos etapas diferenciadas, con programas independientes: una etapa de revolución democrática y otra etapa posterior de revolución socialista.

Como podremos apreciar en los fragmentos de los siguientes artículos, tanto la LIT como la UIT coinciden en que lo que se desarrolla en Libia son “revoluciones democráticas”:

“Un ejemplo político de un proceso distinto puede ayudar en la comprensión del fenómeno contradictorio. Durante las grandes revoluciones democráticas que derrumbaron dictaduras en la América Latina en los años 1980, el imperialismo también “cambió de trinchera”, pasando a apoyar esas luchas para poder frenarlas. No por eso, la izquierda dejó de ser parte de esas revoluciones. Era necesario participar de ellas, inclusive para poder disputar su dirección. (…)

Existen grandes diferencias entre aquellas movilizaciones y la revolución árabe en curso. Las actuales son más profundas y se transforman en lucha armada. Kadafi tuvo un pasado distinto de Videla o Figueredo. Pero las diferencias no cambian lo esencial: son revoluciones democráticas en curso, pues así como Videla y Figueredo, Kadafi también se convirtió en dictador.” (Libia: ¿Revolución o golpe del imperialismo? Américo Gomes-Ilaese 19/9/2011; Opinión Socialista 431).

Con la misma lógica, Izquierda Socialista (miembro de la UIT) afirma que se produjo el “triunfo de una revolución democrática(“La revolución árabe y el final de Kadafi”, Miguel Sorans, 22/10/2011).

No sería un problema si con esa denominación lo que quisieran decir es que la revolución en Libia se halla en su fase o etapa democrática, entendido esto como una descripción o caracterización del proceso por el que transcurre la movilización de las masas debido a sus direcciones burguesas o pequeñoburguesas. Trotsky ha utilizado esa expresión, por ejemplo, en la revolución española.

Pero no se trata de eso, sino de una concepción teórica, que divide la revolución en etapas, en las cuales el partido revolucionario debe levantar programas diferentes: en la primera etapa un programa mínimo democrático, dejando el programa socialista como un “norte estratégico” o una “perspectiva”, que sólo podría levantarse, en el mejor de los casos, luego de la caída del régimen dictatorial.

Coherente con esta ubicación teórica, según la cual hay dos etapas en la revolución, la LIT levantó durante esta primera etapa de revolución democrática, como único programa: la “unidad de acción con todos los sectores, incluidos los burgueses desplazados por el régimen, para terminar con esta dictadura genocida atrincherada.” (…) la tarea decisiva de la revolución ahora es derrotar las fuerzas de la dictadura en Trípoli y derrocar a Kadafi. Y para ello es fundamental unificar sólidamente a todas las fuerzas sociales, políticas y militares que sostienen la lucha.”

La LIT presenta como una unidad de acción militar lo que en realidad es un frente “popular” político, ya que no plantea ninguna diferencia programática con las “fuerzas sociales, políticas y militares que sostienen la lucha” “incluidos los burgueses desplazados por el régimen”.

Efectivamente, aunque reconoce que entre los que participan en la lucha hay diferentes intereses y diferencias políticas, estas diferencias serían importantes sólo “para cuando, después del derrocamiento de Kadafi, haya que construir el nuevo poder para la nueva Libia”. En el marco de la lucha común contra Kadafi, la única recomendación de la LIT es que “los trabajadores necesitan una organización independiente de los burgueses y su propia dirección”. Se trataría de una “independencia” desde el punto de vista sólo organizativo, ya que políticamente no se debería plantear ninguna diferencia, ningún programa independiente hasta después de la caída de Kadafi. O en todo caso, ese programa debería consistir en un “norte estratégico”, sin ningún valor práctico para la lucha inmediata que debía consistir en la unidad “sólida” con las fuerzas burguesas y proimperialistas para el derrocamiento de Kadafi.

La UIT, por su parte, sigue el mismo criterio:

“El pueblo se levantó en Libia por los mismos motivos que en Túnez y Egipto: contra la dictadura y contra su política económica neoliberal y entreguista a las multinacionales y al FMI que provocó un aumento desbocado de los alimentos y desocupación masiva. El 33% de la población está por debajo de la línea de pobreza. Este es también el motivo de la rebelión del conjunto de los pueblos árabes. El primer objetivo es democrático, acabar con los gobiernos dictatoriales y conquistar libertades políticas, desmantelar el aparato represivo y conquistar elecciones libres, que deberían ser para una Asamblea Constituyente soberana. Pero esto está unido a la necesidad de terminar con la miseria y desocupación.

Derrocar a la dictadura significa abrir la posibilidad de organización y lucha por recuperar el petróleo y otras riquezas, que hoy se llevan las multinacionales, para el pueblo libio, y también expropiar a la corrupta burguesía ligada a los negocios con el imperialismo y al saqueo del Estado que encabeza el propio Kadafi y su familia, pasos necesarios para acabar con el hambre y la desocupación. Este proceso revolucionario está derribando a los gobiernos serviles del imperialismo, un gran paso en dirección a expulsar al imperialismo y a su gendarme Israel de tierras árabes. (El Socialista, Miguel Lamas 2/3/2011).

Como puede apreciarse, la UIT también considera que hay una primera etapa, “un primer objetivo que es democrático”, para la cual levanta un programa de libertades políticas y democráticas, coronadas por la Asamblea Constituyente, en el marco de un régimen burgués. Sólo después de derrocar la dictadura se podría abrir la posibilidad de luchar por reivindicaciones de transición al socialismo y “por un gobierno de las organizaciones obreras y populares”.

En cambio para Trotsky:

“Según las concepciones de los socialistas y de los estalinistas, es decir, de los mencheviques de la primera y segunda hornada, la revolución española no iba a resolver más que tareas democráticas; ésta era la razón por la que era necesario construir un frente único con la burguesía «democrática». Desde este punto de vista, toda tentativa del proletariado de salir de los cauces de la democracia burguesa, era, no sólo prematura, sino incluso funesta. Por otra parte, lo que estaba al orden del día no era la revolución, sino la lucha contra Franco.[4] El fascismo es la reacción, no feudal, sino burguesa, y contra esta reacción no se puede luchar con éxito más que con los métodos de la revolución proletaria, y esta tesis es algo que el menchevismo -ramificación de la ideología burguesa- no quiere ni puede hacer suya.

(…)

Las condiciones de la victoria:

En el fondo, las condiciones de la victoria de las masas en la guerra civil contra los opresores eran muy sencillas:

1. Los combatientes del ejército revolucionario deben tener plena conciencia de que están luchando por su completa emancipación, y no por el restablecimiento de la antigua forma (democrática) de explotación.

2. Lo mismo debe hacerse comprender a los obreros y campesinos, tanto en la retaguardia del ejército revolucionario como en la retaguardia del ejército enemigo.

3. La propaganda sobre su propio frente, sobre el frente enemigo y sobre las dos retaguardias debe estar impregnada del espíritu de la revolución social. La consigna «Primero la victoria, después las reformas» es la consigna de todos los opresores y explotadores, empezando por los reyes bíblicos y acabando por Stalin.

4. La victoria viene determinada por las clases y las capas que intervienen en la lucha. Las masas deben poseer un aparato de estado que exprese directa e indirectamente su voluntad. Semejante aparato no puede ser construido más que por los soviets de obreros, soldados y campesinos.
5. El ejército revolucionario debe, no sólo proclamar, sino realizar inmediatamente, en las provincias conquistadas, las más urgentes medidas de la revolución social: expropiación y entrega a los más necesitados de las reservas alimenticias existentes, redistribución de los alojamientos en beneficio de los trabajadores, y sobre todo de las familias de los combatientes, expropiación de la tierra y de los instrumentos agrícolas en beneficio de los campesinos, establecimiento del control obrero sobre la producción, y del poder soviético en lugar de la antigua burocracia.

6. Deben ser expulsados sin piedad del ejército revolucionario los enemigos de la revolución socialista, es decir, los explotadores y sus agentes, incluso si se cubren con la máscara de «demócrata», «republicano» «socialista» o «anarquista».

7. A la cabeza de cada división debe encontrarse un comisario de irreprochable autoridad, como revolucionario y como soldado.

8. En cada división militar debe haber un núcleo homogéneo de los combatientes más abnegados, recomendados por las organizaciones obreras. Este núcleo sólo tiene un privilegio: ir el primero a la lucha.

9. En los primeros tiempos, el cuadro de mando incluye necesariamente muchos elementos extraños y poco seguros. Su comprobación y selección debe hacerse en base a la experiencia militar, por medio de testimonios de los comisarios y de notas de los combatientes de línea. Al mismo tiempo deben emprenderse grandes esfuerzos en vista a la preparación de mandos provenientes de las filas de los obreros revolucionarios.

10. La estrategia de la guerra civil debe combinar las reglas del arte militar con las tareas de la revolución social. No sólo en la propaganda, sino incluso en las operaciones militares, es necesario contar con la composición social de las diferentes partes del ejército adversario (voluntarios burgueses ' "campesinos movilizados., o como en el caso de Franco, esclavos coloniales) y, al escoger la línea de operación, tener escrupulosamente en cuenta la cultura social de las correspondientes regiones del país (regiones industriales, campesinas, revolucionarias o reaccionarías, regiones de nacionalidades oprimidas, etc.). En otras palabras: la política revolucionaria domina a la estrategia.

11. El gobierno revolucionario, en tanto que comité ejecutivo de los obreros y campesinos, debe saber conquistar la confianza del ejército y de toda la población trabajadora.

12. La política exterior debe tener como principal objetivo despertar la conciencia revolucionaria de los obreros, de los campesinos y de las nacionalidades oprimidas del mundo entero.

(España: última advertencia)

“Participamos en la lucha contra Franco como los mejores soldados, y al mismo tiempo, en interés de la victoria sobre el fascismo, agitamos la revolución social y preparamos el derrocamiento del gobierno derrotista de Negrín. Sólo una actitud semejante puede acercarnos a las masas.”

(Contra el “derrotismo” en España)

BEALS. - Una de las razones por las que le pregunto sobre ello es porque se acusa a la fracción trotskysta de sabotear el movimiento leal en España.

TROTSKY. - ... se pretende que saboteamos el movimiento leal en España. Pienso haber dicho en numerosas entrevistas y artículos que la única vía para asegurar la victoria en España consiste en decir a los campesinos: «La tierra española es vuestra»; decir a los obreros: «Las fábricas españolas son vuestras.» Ésta es la única posibilidad de asegurar la victoria. Stalin, para no asustar a la burguesía francesa se ha convertido en guardián de la propiedad privada de España. El campesino español no está demasiado interesado en bellas definiciones. Dice: «Con Franco y con Caballero es lo mismo.» Porque el campesino es muy realista. Durante nuestra guerra civil, no creo que venciéramos principalmente debido a nuestra ciencia militar. Esto es falso. Ganamos a causa de nuestro programa revolucionario. Decíamos a los campesinos: «La tierra es vuestra.» Y el campesino, que en un primer momento había preferido a los blancos, comparaba a los bolcheviques con los blancos y decía: «Los bolcheviques son mejores.» Entonces, cuando los campesinos, centenares de miles y de millones de campesinos, se convencieron de que éramos mejores, vencimos.

BEALS. - ¿Puede usted desarrollar un poco más su afirmación de que Stalin es el guardián de la propiedad privada en España?

TROTSKY. - Dice, y la Komintern lo ha declarado, que en lo que respecta a España, las reformas sociales llegarán después de la victoria.[5] «Ahora es la guerra, nuestra tarea ahora es la guerra, las reformas sociales llegarán después de la victoria.» El campesino se vuelve indiferente: «Ésta no es mi guerra. No tengo ningún interés en la victoria de los generales. Los generales luchan entre ellos.» Ésta es su opinión. Con su manera tosca, tiene razón. Yo estoy con este tosco campesino español, en contra de los sutiles diplomáticos.

(Este texto está sacado de las minutas de la comisión de investigación de los Procesos de Moscú, The Case of Leon Trotsky, pp. 294-299)

Las diferencias entre la posición de la LIT-UIT con la de Trotsky son evidentes. Para la LIT-UIT había sólo dos campos enfrentados, tanto en el plano político como militar: en una primera etapa hasta el derrocamiento de Kadafi, había que impulsar un frente único tanto militar como político de todo el pueblo incluyendo la burguesía, con un programa democrático burgués. Primero la lucha contra Kadafi para conquistar “la democracia”, después vendría la lucha por la revolución socialista.

Para Trotsky estas son “las concepciones de los socialistas y de los estalinistas, es decir, de los mencheviques de la primera y segunda hornada”… “La consigna «Primero la victoria, después las reformas» sociales es la consigna de todos los opresores y explotadores…”

Desde el punto de vista político había no dos, sino tres campos, el de Kadafi, el de la burguesía proimperialista del CNT y el campo de la clase obrera y el pueblo pobre y oprimido. Siguiendo a Trotsky debíamos participar en la lucha contra Kadafi como los mejores soldados, pero al mismo tiempo, en interés de la victoria sobre las tropas contrarrevolucionarias de Kadafi, debíamos agitar la revolución social y llamar a realizar inmediatamente, en los territorios que fueran conquistados por las milicias, las más urgentes medidas de la revolución social, con lo cual no sólo afirmábamos las condiciones para la victoria militar en la guerra civil, sino que también preparábamos la lucha por la conquista del poder por la clase obrera y el pueblo pobre y oprimido.

El PTS critica correctamente el carácter “semi” (?) etapista de la LIT y la UIT. Pero la posición del PTS tampoco es trotskista:

Desde el punto de vista militar había dos campos, el de Kadafi y el del CNT con el apoyo de los bombardeos de la OTAN.

El PTS reconoce al pasar, como si fuera de muy poca importancia, que hay que definir en qué campo militar hay que luchar: “No sólo hay que tener una definición precisa del “campo militar” en que ubicarse”, dicen. Pero el PTS nunca dio esa definición precisa, sino que por el contrario sostiene la política abstencionista de no estar ni con uno, ni con otro de los bandos militares enfrentados.

A lo que Trotsky podría responder:

“Los trabajadores se preguntan: «¿Qué debemos hacer, no en el Bronx o en Manhattan, sino en España? Somos demasiado débiles y además estamos desarmados.» El grupo Salemme responderá con nuestras propias palabras: «Hay que preparar políticamente a las masas para el futuro derrocamiento del gobierno Negrin.» Bien. Pero para esto hace falta tiempo, y durante este tiempo, Franco se acerca. ¿No vamos a intentar vencerlo?

La consigna de «Ni victoria ni derrota» o «No somos ni defensistas ni derrotistas» es errónea desde el punto de vista de los principios y políticamente perniciosa. Está desprovista de todo valor agitativo. Imaginaros a un revolucionario en medio de los dos campos de la guerra civil con su bandera: «Ni victoria ni derrota.» Esta consigna es válida para Poncio Pilato, no para un revolucionario. Estamos por la defensa de las organizaciones obreras. Participamos en la lucha contra Franco Somos «defensistas». Los «derrotistas» son Negrin, Stalin y compañía. Participamos en la lucha contra Franco como los mejores soldados, y al mismo tiempo, en interés de la victoria sobre el fascismo, agitamos la revolución social y preparamos el derrocamiento del gobierno derrotista de Negrín. Sólo una actitud semejante puede acercarnos a las masas.”

(Contra “el derrotismo” en España)

El PO, comentarista de la revolución

La posición del Partido Obrero a través de los artículos publicados en Prensa Obrera sobre la revolución en Libia se caracteriza por la ambigüedad y la indefinición. Abunda en descripciones y en pronósticos acerca del curso de la guerra civil, pero es imposible distinguir un programa para orientar la lucha revolucionaria.

El PO reconoce la existencia de comités populares y milicias armadas, pero no propone su unificación en un organismo de carácter soviético, no propone nada. Reconoce que la dirección del CNT está en manos de elementos ex kadafistas agentes del imperialismo y dice que “hay que poner fin a este gobierno” y reemplazarlo por “un gobierno realmente revolucionario” que desarrolle “una amplia agitación nacional para producir nuevos levantamientos populares”. Cuál sería el contenido político de esa agitación no se sabe.

El PO proclama queNuestra consigna es: fuera la Otan de Libia; armas para los revolucionarios libios; por la extensión y profundización de la revolución árabe. Deseamos que el Medio Oriente se convierta en la tumba del imperialismo mundial”. Pero no dice a quién hay que exigirle las armas, ni qué significa en concreto la “profundización” de la revolución, más allá de un par de esporádicos y abstractas menciones a la revolución socialista. Por otra parte llamar “árabe” a la revolución es considerar que se trata de una revolución de carácter “nacional” antiimperialista y eso es coherente con “desear” que se convierta en la tumba sólo del imperialismo mundial, sin mencionar a las reaccionarias burguesías árabes. Pero esto se contrapone con caracterizar que “su contenido político es en esencia la ruptura de la “unidad nacional” árabe entre los explotados, de un lado, y los regímenes feudal-capitalistas, burgueses y pequeño burgueses reaccionarios, del otro. En la historia de la lucha de clases de las naciones o pseudonaciones árabes, la crisis actual representa, más que su momento ‘nacional’, su momento ‘social’”. Sobre cómo ayudar a esa ruptura y con qué programa luchar contra la política burguesa e imperialista para subordinar a los explotados, el PO no dice nada.

El PO nunca tomó una definición clara acerca de si había o no que seguir combatiendo en el frente militar del CNT a pesar de los bombardeos de la OTAN.

Por último, el PO se lamenta de que la “rebelión” fue copada por el imperialismo, pero nunca planteó un programa para evitar que ello ocurriera.

El desinterés del PO por levantar un programa revolucionario para Libia revela su nacional trotskismo, mucho más ocupado por la propaganda electoralista que por educar a la vanguardia obrera en las cuestiones estratégicas fundamentales de la revolución socialista.

23/12/2011

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