martes, 10 de enero de 2012

Polémica sobre Libia








Cayó el régimen de Kadafi:

¿Un primer triunfo parcial de los trabajadores y el pueblo libio o un triunfo del imperialismo?

Como sucede con cada acontecimiento importante de la lucha de clases de repercusión internacional, la guerra civil y la intervención imperialista en Libia han generado una polémica entre los partidos y/o corrientes que se reivindican trotskistas. Si en relación a los alzamientos de masas en Túnez y Egipto las diferencias se circunscribieron al grado de importancia de los procesos de movilización (¿revuelta o revolución?) y al programa para intervenir en ellos, en el caso de Libia las diferencias afectan además a cuestiones todavía más básicas y elementales, dando como resultado posiciones opuestas acerca del carácter de los bandos en lucha en la guerra civil, y por ende del primer resultado importante de la lucha: la caída de Kadafi. ¿Se trata de un primer triunfo parcial de una revolución o del triunfo de la contrarrevolución?

La polémica acerca del carácter del proceso en curso -que ya se había abierto con la intervención militar imperialista- resurge tras la caída de Kadafi y la entrada de las tropas “rebeldes” en Trípoli.

Mientras los partidos y movimientos “nacionalistas” burgueses y gobiernos -como el encabezado por Chávez y Evo Morales- apoyaban a Kadafi ubicándolo en el bando “antiimperialista”, la mayoría de las corrientes trotskistas coincidió en definir que Kadafi hacía ya tiempo que se había integrado por completo al orden imperialista.

Otra coincidencia fundamental fue reconocer que el levantamiento de masas de Bengazi y Trípoli fue la manifestación en Libia de los mismos procesos revolucionarios protagonizados por las masas tunecinas y egipcias, y no complots armados artificialmente por la CIA como alegaban los Chávez, Evo Morales y Ortega.

La primera diferencia clave surge alrededor de si la intervención militar del imperialismo, disfrazada de ayuda humanitaria para defender la vida de la población de Bengazi atacada por Kadafi, y aceptada con condiciones por el CNT, cambió el carácter del proceso en curso iniciado con el levantamiento popular.

En este artículo polemizaremos con la posición del Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) sección fundacional de la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional (FT-CI), que opina que la intervención de la OTAN cambió el carácter del movimiento de masas libio y que la caída de Kadafi fue un triunfo de la política imperialista.

En LVO(*) 415, el PTS caracterizaba al levantamiento de masas en Libia como una expresión más radicalizada y poderosa de la “primavera árabe”, y en LVO 417 del 10 de marzo, Claudia Cinatti describía a las fuerzas enfrentadas en la guerra civil, y las contradicciones internas del bando “rebelde”:

“En estos combates se enfrentan las fuerzas que permanecen leales a Kadafi, principalmente el aparato de seguridad del estado, sectores del ejército y mercenarios traídos desde países vecinos, y las milicias de la oposición compuestas por sectores del ejército que han desertado y se pasaron del lado de la rebelión, y sobre todo, por decenas de miles de jóvenes pobres y de las clases medias, de tendencias islamistas y laicas, que voluntariamente y de manera espontánea se unen a la defensa de las ciudades ante el avance de los tropas oficialistas. Según la revista The Economist sólo en Bengasi se han alistado 17.000 jóvenes, que portan desde armas automáticas y granadas tomadas en los cuarteles hasta cuchillos domésticos y que se lanzan al combate a pesar de carecer de toda experiencia militar.

La existencia de estas milicias irregulares confirma que, a pesar de sus esfuerzos iniciales, el Consejo Nacional con sede en Bengasi que actúa como gobierno provisorio de la oposición, no ha podido llevar adelante su política de desarmar a la población y disciplinar una fuerza regular dirigida por los ex oficiales del régimen. Este elemento muestra el grado de radicalidad que alcanzó la lucha contra Kadafi pero también expresa su debilidad: que la dirección política del proceso está hegemonizada por los sectores de “notables”, que incluyen las clases medias ilustradas, empresarios y los elementos que desertaron del antiguo régimen que buscan reemplazar la dictadura de Kadafi con otro régimen confiable para los intereses de las potencias imperialistas. Esto explica que miembros prominentes del gobierno provisional hayan pedido la intervención “humanitaria” de las potencias occidentales, mientras que en las calles de Bengasi y otras ciudades se rechaza todo tipo de injerencia imperialista.

En cambio, en el periódico LVO 420 (31 de marzo), el PTS, polemizando con Gilbert Achcar, quien, según los autores, es la expresión de “un sector amplio de la izquierda francesa -desde el PS al PG, los “Verdes” y otros sectores de la izquierda- que han avalado la política intervencionista del gobierno Sarkozy”, dicen:

“A diferencia de las fuerzas que se oponían a Milosevic en Kosovo, los insurgentes libios no pedían la ocupación de su país por tropas extranjeras”, afirma Achcar. Pero la dirección del Concejo Nacional de Transición Libio (CNTL), que desde Bengasi se arroga la representación del levantamiento, se subordina cada vez más a los aliados en el mismo camino del ELK kosovar, invocando la protección imperialista y transformándose en la “infantería de la OTAN”, cuyos cazabombarderos le abren el camino en los enfrentamientos con las fuerzas gubernamentales. No es casual que: “EE UU y Reino Unido estudian armar a los rebeldes en su combate contra Gadafi. Cameron y Clinton creen que el suministro de armamento es compatible con el embargo y estaría amparado por la resolución de Naciones Unidas” (El País, 29/03). Si a diferencia del ELK no piden participación terrestre es porque el propio imperialismo no quiere correr mayores riesgos, a la luz de las costosas experiencias en las guerras contra Irak y Afganistán y resultaría difícil legitimarla entre los pueblos árabes. La dirección del CNTL, dominada por arribistas, ex kadafistas y jefes tribales, se montó sobre la rebelión buscando desde el principio impedir que se extendiera el armamento popular y presentándose como “moderados”. En realidad, dejándose cooptar como agentes de la intervención imperialista, se disponen a servir de “Karzai” libios (Karzai encabeza el corrupto gobierno títere impuesto por EE.UU. en Afganistán tras su invasión).”

(Libia: Una polémica en la izquierda - Frente a la intervención “humanitaria” de la OTAN, LVO 420, Eduardo Molina y Graciela López Erguía)

El cambio que se produjo en la apreciación de los hechos por parte del PTS es notable. Mientras que el 10 de marzo señalaban que el CNT no había podido ni desarmar ni disciplinar totalmente las milicias, y que la presencia de tropas terrestres era rechazada por el pueblo en las manifestaciones callejeras, el 31 de marzo ya no distingue entre la dirección del CNT y las milicias, las que ahora sin contradicciones y de manera homogénea serían en conjunto la “infantería de la OTAN”.

Es decir, para el PTS, desde la intervención de los bombardeos imperialistas, las milicias “rebeldes” se transformaron a en la “infantería de la OTAN”. Esta caracterización es reafirmada en LVO 441(del 25 de agosto, después de la caída de Trípoli):

“Aunque las imágenes de televisión muestren milicias locales en lugar de soldados norteamericanos ingresando en el complejo de Bab al Aziziya y derribando las estatuas de Kadafi, las fuerzas “rebeldes” que tomaron Trípoli actuaron como “tropa terrestre” de los bombardeos de la OTAN, con una dirección completamente colaboracionista con las grandes potencias.”

Entonces, según el análisis que hace el PTS, con la intervención imperialista se habría consolidado el control político y militar del CNT sobre las masas, el cual está hegemonizado por los “notables” pequeñoburgueses y burgueses, los ex ministros y oficiales del régimen de Kadafi. Los comités y las milicias populares y sus contradicciones con el CNT, en particular con los ministros que desertaron del gobierno de Kadafi, desaparecen con la intervención imperialista. Y, en base a ese análisis, caracterizan la caída de Kadafi como un acontecimiento contrarrevolucionario:

“Indudablemente, el odio hacia la dictadura de Kadafi y su sistema de prebendas surgidas del control estatal de la importante renta petrolera motorizó el levantamiento popular de febrero en Bengasi y otras ciudades, como parte de la “primavera árabe”. Sin embargo, a diferencia de Túnez o Egipto, la caída de Kadafi en las condiciones que se produjo no es la primera conquista de un proceso revolucionario, sino un triunfo de la política de las potencias imperialistas –en particular Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña– que con la excusa “humanitaria” de “proteger a los civiles” llevaron adelante una intervención militar para garantizar que surja un gobierno aún más proimperialista que el de Kadafi y religitimarse poniéndose del bando “rebelde” para poder intervenir y frenar los procesos abiertos por la primavera árabe.”

En cambio creemos que el Partido Obrero (PO) hace una descripción más cercana a la realidad (**), afirmando que el CNT no controla a las milicias y que es más bien la coordinadora de un frente único por el derrocamiento del régimen de Kadafi. En el Prensa Obrera 1194 / del 15-9, en la nota titulada “La insurrección del pueblo libio unificó en un frente contra el régimen de Kadafi a fuerzas diversas” dicen:

“El Consejo Nacional de Transición, compuesto por varias decenas de delegados que representan formalmente a los ‘comités’ de las diferentes ciudades y regiones del país, está hegemonizado por los dirigentes del movimiento de Bengasi. Según el corresponsal de El País (8/9), “liberales, abogados, tecnócratas y exiliados principalmente en Estados Unidos nutren el Ejecutivo”, en el cual tienen escasa representación muchos otros grupos que participaron del movimiento rebelde y ven con recelo el liderazgo de los dirigentes del CNT. “Para el CNT es clave integrar las múltiples milicias en un nuevo ejército y una nueva policía. Por el momento, cada consejo local administra sus asuntos militares y nombra su propio jefe de seguridad: en Trípoli, por ejemplo, se rechazó el nombramiento impulsado por Bengasi y se insistió en poner al mando a Abdelhakim Belhaj, un ex jihadista, a cargo de la ciudad” (The Economist, 10/9). Belhaj fue detenido en 2004 por fuerzas norteamericanas, las que lo entregaron al régimen de Gaddafi, acusándolo de terrorismo y vínculos con Al Qaeda. Aunque ahora ha negado estas acusaciones y planteado que pretende “un estado civil que respete las leyes y los derechos y haga justicia, no un régimen al estilo talibán”, lo cierto es que las diferencias del mando rebelde en Trípoli con el CNT ya han alcanzado un nivel muy serio. En los últimos días, “aparecieron voces de dirigentes islámicos moderados demandando la renuncia completa del Comité de Transición: rechazan que esta conducción administre los miles de millones de dólares pirateados por Gaddafi y que los bancos del mundo devolverán al país” (Clarín, 8/9).”

Como dato ilustrativo de las contradicciones que afectan las fuerzas organizadas tras el CNT hay que mencionar el asesinato del ex ministro del Interior Mohammed Fatah Younis, que fundó las fuerzas especiales de Kadafi y controlaba la seguridad en la zona liberada, en una acción militar atribuida a milicias independientes.

Lógica formal e incoherencias en el análisis del PTS

El PTS había caracterizado las caídas de los gobiernos en Túnez y en Egipto, como primeros triunfos del movimiento de masas. En cambio dice que la caída de Kadafi fue un triunfo del imperialismo. La diferencia en Libia sería que la intervención militar del imperialismo impondría un régimen títere comparable al de Karzai en Afganistán. Pero, tanto la guerra contra el gobierno talibán de Afganistán, como contra Saddam Hussein en Irak, fueron guerras imperialistas contra gobiernos que mantenían cierta independencia política y económica. Para imponer sus gobiernos títeres tuvieron que invadir y ocupar esos países con tropas terrestres. En Libia el factor fundamental fue el levantamiento armado de las masas contra el régimen de Kadafi, sobre el cual se monta la intervención militar imperialista, pero limitada a los bombardeos, sin ocupación del territorio con tropas terrestres. Es innegable que esa intervención le da al imperialismo una gran influencia en la constitución del gobierno y el régimen que asumirá en Libia. Pero será una influencia política y no militar, porque no dominan militarmente el territorio, cuyo control sigue en manos de las milicias populares.

La caída de Mubarak, en el último momento –luego de los fracasados intentos de doblegar el alzamiento por la represión-, fue forzada por la política imperialista, que le soltó la mano y dio luz verde para que el ejército asumiera el poder. ¿El alto mando del ejército egipcio es menos proimperialista que Mubarak? ¿Las direcciones del movimiento de masas que voltearon a Mubarak (Los Hermanos musulmanes y El Baradei) son menos burguesas y proimperialistas que las del CNTL? Evidentemente, no.

La intervención imperialista en Egipto fue de carácter político, para asegurar una transición ordenada que permitiera frenar al movimiento de masas una vez que “sacrificaron” a Mubarak. En cambio en Libia, la intervención no se podía limitar al terreno político por la simple y sencilla razón de que ante la brutal represión desatada por Kadafi, las masas de Bengazi tomaron las armas y comenzó una guerra civil.

¿La guerra es o no la continuación de la política por otros medios? ¿Por qué la caída de Mubarak, facilitada por la política del imperialismo, es para el PTS un triunfo de las masas árabes, pero en cambio la caída de Kadafi, facilitada por la intervención militar de la OTAN, es un triunfo de la política imperialista?

Las masas libias están en mejores condiciones para conquistar un margen muy superior de libertades democráticas que las egipcias y tunecinas, ya que en estos últimos países gobiernan juntas militares, mientras que en Libia las masas populares todavía están armadas y el ejército de Kadafi fue derrotado. El CNTL será un gobierno mucho más débil que el de las juntas militares de Egipto y Túnez, ya que si por arriba estará sostenido por el imperialismo, por abajo está asentado en la ebullición revolucionaria potenciada con el triunfo, de los comités populares y las milicias.

Si la asunción del gobierno militar, institución muchísimo más solida y respetada por el pueblo, no cerró el proceso de movilización de masas en Egipto, ¿por qué habría que dar por terminado el proceso de movilización de masas y caracterizar como triunfo del imperialismo la caída de Kadafi, cuando el CNTL todavía no ha podido formar gobierno, y se asienta sobre una base más endeble e inestable por provenir de una guerra civil?

Para nosotros, al contrario que de lo que dice el PTS, tanto la caída de Mubarak como la de Kadafi son triunfos de la movilización revolucionaria de las masas obreras y populares, son sus primeros triunfos democráticos. Por la ausencia de dirección revolucionaria, el imperialismo y la burguesía, caído Mubarak, lograron que el poder pasara a la junta militar, con lo cual, obtuvieron su primer triunfo reaccionario, y tendrá el mismo contenido la instalación de un gobierno del CNTL en Libia. Pero la movilización de las masas se sigue desarrollando, no ha sido derrotada, ni el proceso revolucionario ha terminado, por el contrario se retroalimenta. Basta con ver Siria, Yemen, Bahrein, etc.

La intervención imperialista y la guerra civil

Cuando la represión no logra contener al movimiento de masas, la política del imperialismo ha sido intervenir para garantizar la asunción de gobiernos de transición que permitan salvaguardar sus intereses. En Túnez y Egipto esta política se canalizó a través de las fuerzas armadas, las que al no participar en la represión y mantener su unidad, son el baluarte para contener la movilización, mientras dosifican las concesiones democráticas y se fortalecen los partidos burgueses “moderados” proimperialistas. En Siria, a través de Turquía se busca implementar una transición a partir de que Al Assad ceda el poder. La misma línea se intenta en Yemen.

Por supuesto que si la insurrección en Libia estuviera dirigida por un partido obrero revolucionario el imperialismo se hubiera unido para apoyar a Kadafi. Pero Kadafi, siendo un aliado del imperialismo, era un aliado inestable e imprevisible que de ninguna manera estaba dispuesto a aceptar ninguna transición que lo desplazara, incluso parcialmente, del poder. La intervención militar les permitía a las potencias imperialistas reubicarse en la región, luego de venir mal paradas por el apoyo a los gobiernos dictatoriales de Túnez y Egipto. Permitir que Kadafi masacrara a la población de Bengazi los hubiera dejado sin autoridad para implementar sus planes en la región. El pasaje a la oposición de figuras importantes del régimen y los síntomas de división en las fuerzas armadas, la ausencia de una clase obrera con direcciones independientes, terminaron de convencer al imperialismo que la intervención a favor del CNTL era la mejor opción, aunque hubo bastantes vacilaciones antes de definir esta posición, la que incluso fue rechazada por Alemania (además de China y Rusia).

Obviamente que el CNTL reclamó la intervención imperialista. Pero las masas, aun cuando las tropas de Kadafi amenazaban con destruir Bengazi, pusieron un límite a esa intervención negándose a aceptar el ingreso de tropas terrestres.

La cuestión reside en caracterizar correctamente el proceso en curso. La intervención imperialista no fue para asegurar el carácter semicolonial del Estado libio que Kadafi ya había sometido al imperialismo, sino para tener un punto de apoyo para controlar el movimiento de masas revolucionario. El alzamiento del pueblo libio y la consecuente guerra civil con las tropas de Kadafi es un movimiento revolucionario. La intervención de la OTAN no modificó el carácter fundamental de la lucha en desarrollo, determinado por la guerra civil, sino que, justamente, el objetivo de la intervención fue incidir en el resultado de esa guerra civil. La intervención de la OTAN no transformó la guerra civil en una guerra de colonización imperialista contra una nación oprimida sino que fue secundaria en relación al movimiento revolucionario. No cambió el carácter del proceso transformando a las masas insurreccionadas en tropas terrestres del imperialismo y a Kadafi en dirigente de una nación oprimida contra una guerra de colonización imperialista. Nuestro razonamiento encuentra puntos de apoyo en el de Trotsky durante la guerra civil española:

“Se nos puede objetar que durante una guerra entre dos estados burgueses el proletariado, cualquiera que sea el régimen político de su país, debe adoptar la postura según la cual «la derrota de nuestro propio gobierno es un mal menor». ¿Esta regla no es igualmente aplicable a la guerra civil en la que se enfrentan dos gobiernos burgueses? De ninguna forma. En una guerra entre dos Estados burgueses, el objetivo es una conquista imperialista, no la lucha entre la democracia y el fascismo. En la guerra civil española, la cuestión es: democracia o fascismo.

Para la clase capitalista, la diferencia entre democracia y fascismo no es decisiva. Según las circunstancias utiliza una u otro para sus propios fines. Pero, para los agentes pequeño burgueses del capital -los dirigentes de la socialdemocracia, los estalinistas y los anarquistas- la democracia es la propia fuente de su existencia y de su influencia. El fascismo significa para ellos desastre y exterminio. El proletariado revolucionario no puede colocar los dos campos en lucha en un mismo saco: debe utilizar este combate para sus propios intereses. No puede alcanzar el éxito con una política neutral, sino por el contrario, golpeando militarmente a su enemigo número uno: el fascismo. (…)

Se puede objetar que los dos campos imperialistas (Italia y Alemania por una parte, Inglaterra, Francia y la U.R.S.S. por otra) luchan en la península Ibérica y que la guerra de España no es más que un episodio de esta lucha. En el sentido de la posibilidad histórica, es cierto. Pero no es lícito identificar la posibilidad histórica, con el curso real, concreto, de la guerra civil hoy día. Los intereses de los países imperialistas indudablemente tienen influencia sobre el desarrollo de los acontecimientos en España. Pero, hasta ahora, no se ha conseguido modificar su carácter fundamental, en tanto que lucha entre el campo de la democracia burguesa española y el campo del fascismo. (…)

Tomemos un ejemplo: Dos barcos con armas y municiones salen de Francia o de los Estados Unidos, uno para Franco y otro para Negrín. ¿Qué actitud deberían tomar los trabajadores? ¿Sabotear el transporte de los dos o sólo el de Franco? No somos neutrales. Dejaríamos pasar el barco con municiones para Negrín. Sin ilusiones, sabemos que de estas balas, nueve de cada diez serán dirigidas contra los fascistas, pero al menos una contra nuestros camaradas. Pero de las municiones destinadas a Franco, diez de diez serán dirigidas contra nuestros camaradas. No somos neutrales. No dejaríamos pasar el barco con municiones para Franco. Entiéndase bien, si se produjese en España una insurrección obrera armada, intentaríamos hacer llegar las armas y las municiones hasta las masas de obreros insurrectos. Pero mientras no tengan suficiente fuerza para esto, escogeríamos el mal menor. (León Trotsky, Respuesta a preguntas relativas a la situación española 14 de septiembre de 1937)”

Como se ha dicho tantas veces, toda analogía “cojea”. Pero lo fundamental es extraer de estas citas el método. La insurrección del pueblo libio contra el régimen de Kadafi está en la fase “democrática”, es decir, su objetivo inmediato es la derrota de un régimen “fascista”, aunque las reivindicaciones de los obreros y el pueblo sublevado no se limitan a las cuestiones exclusivamente democráticas formales, sino que están determinadas por su situación social, igual que ocurría con los obreros y campesinos españoles. El frente popular español –al igual que el CNTL- también reclamaba el apoyo militar de potencias imperialistas. De hecho la burocracia stalinista intervino en España para frenar la revolución obrera al servicio del imperialismo europeo. La burocracia de la URSS y el PC español actuaron como los agentes del imperialismo. Trotsky plantea que era lícito recibir armas de Francia o Estados Unidos. En tanto el factor fundamental fuera todavía la guerra civil, el proletariado no podía ser neutral y debía luchar militarmente en el bando republicano y “aprovechar” la lucha entre los dos campos dirigidos por sectores de la burguesía para sus propios intereses. Para ganar debía golpear militarmente a su enemigo número uno: el fascismo.

Los bombardeos imperialistas ayudan objetivamente a las milicias y al CNT. ¿Es comparable esto a recibir armamento? No, no es lo mismo, porque la aviación y los bombardeos no están en manos del pueblo insurrecto, y por eso había que denunciar la intervención imperialista, poniendo el énfasis en el programa y el llamado internacional a proveer de armamento y voluntarios a la revolución. Pero por sí mismos no son un factor decisivo que cambie el carácter de la lucha. El imperialismo actuó contra Kadafi para apuntalar la defensa de Bengazi primero, y luego la ofensiva de las milicias hacia el oeste, es decir impulsó la derrota de Kadafi por intermedio de las milicias del CNT, esperando capitalizar a su favor un triunfo conquistado con su ayuda. Pero las vacilaciones que desde antes de la intervención militar mantienen acerca del carácter y la composición de las fuerzas que coexisten con los dirigentes del CNT revelan que ese triunfo no sería directo. El imperialismo no quisiera que se repita la situación de Afganistán en 1980 cuando armaron a los talibanes y a Bin Laden para expulsar a las tropas de la URSS, y estos luego se volvieron en su contra. Pero evidentemente, la situación en todo el norte de Africa y el Medio Oriente los apremia y no tienen mucho margen de maniobra. Por eso están actuando con esta política de “emergencia”, pero sabiendo que sólo con una ocupación militar podría el imperialismo consolidar un triunfo directo contra Kadafi y por ese medio conquistar un bastión contrarrevolucionario sólido en la región.

El ejemplo de Afganistán de los 80 fue permanente citado por quienes querían asegurarse que el apoyo aéreo y eventualmente la entrega de armas que se estaba discutiendo no cayeran en manos inseguras o no confiables. Es sabido que los talibanes (con armas y entrenamiento de la CIA) –Bin Laden incluido- derrotaron al ejército de la burocracia soviética, para luego resistirse y hasta volverse en contra de los EE-UU.

En aquel momento el CI-CI (Comité Internacional por la Cuarta Internacional) en el cual estaban intentando fusionarse la LIT (corriente internacional de Moreno) y el lambertismo, caracterizaron que en Afganistán estaba en curso un proceso revolucionario que había derrocado un gobierno que era títere de la URSS, y que la burocracia stalinista ordenó la ocupación militar para derrotar esa revolución y por el temor a que ésta se extendiera a los otros países musulmanes oprimidos del sur de la URSS. A pesar de esa caracterización, el CI-CI no exigió el retiro del ejército de la burocracia stalinista, ni quiso apoyar a las milicias talibanes y otras –caracterizadas como “feudales”- armadas por la CIA, y especuló con la posibilidad de que la burocracia stalinista podía llegar a expropiar a los capitalistas en Afganistán, cuando desde hacía más de 30 años que el stalinismo no impulsaba ninguna expropiación en ningún lugar del mundo. O sea, la política de Moreno-Lambert fue capitularle a la burocracia stalinista y a su ejército cuando éste actuaba reflejando no el carácter social de la URSS, sino el interés de la burocracia de aplastar la revolución. Allí ni la intervención de la CIA, ni la abundante provisión de armamento por parte de EE-UU cambió el factor fundamental de la guerra: de liberación nacional por parte de las milicias afganas, contra la opresión y ocupación de Afganistán por el ejército de la burocracia stalinista.

Para tomar posición ante situaciones que son complejas, Trotsky partía siempre de analizar en donde están los puntos de apoyo para desarrollar la revolución, en donde está el movimiento que se desarrolla en dirección del avance de la revolución. Podemos citar otros ejemplos, siempre con la idea de extraer las lecciones metodológicas y no para compararlos esquemáticamente.

La autodeterminación de los pueblos es un derecho democrático, mientras que la defensa del estado obrero un principio socialista. Sin embargo, aunque se argumentaba –y en un sentido era cierto- que la independencia de Ucrania debilitaba la URSS, Trotsky defendió la independencia de Ucrania, levantando la consigna “Por una Ucrania Soviética de obreros y campesinos, unida, libre e independiente” porque consideraba que más debilitaba la defensa del estado obrero la política de opresión de los pueblos de la burocracia stalinista. Y esto a pesar de que caracterizaba que “Las masas obreras y campesinas de la Ucrania Occidental, de Bukovina, de los Cárpatos ucranianos están confundidas: ¿a quién recurrir? ¿qué pedir? Esta situación desvía naturalmente el liderazgo hacia las camarillas ucranianas más reaccionarias, que expresan su “nacionalismo” tratando de vender el pueblo ucraniano a uno u otro imperialismo en pago de una promesa de independencia ficticia. Sobre esta trágica confusión, basa Hitler su política en la cuestión ucraniana.”

Este ejemplo es solo para ilustrar que no se puede hacer política marxista basados en esquemas de lógica formal.

Cuando todavía las potencias imperialistas estaban discutiendo su intervención militar, en Libia se desarrollaba una revolución que se había transformado, por la represión de Kadafi, en guerra civil. La dirección proimperialista del CNT trataba de controlar a las milicias y a las bases movilizadas para llevarlas a aceptar la intervención militar del imperialismo, pero había un sector (liderado por Ghoga) que reflejando el sentimiento de la población se pronunciaba en contra. En ese momento planteábamos que la clave era levantar un programa revolucionario: Lo que hace falta para ganar la guerra civil es levantar un programa revolucionario:

“Total rechazo a la intervención imperialistas en Libia. Un ferveroso llamado a los trabajadores y los pueblos árabes –fundamentalmente a los de Egipto y Túnez-, a apoyar su revolución con armas y voluntarios. Declarar la nacionalización bajo control obrero de toda la industria petrolera, no sólo los pozos y las reservas que ya están nacionalizadas, sino de toda la infraestructura extractiva y de comercialización en manos de empresas imperialistas; y que el dinero proveniente de la exportación petrolera será destinado a las necesidades populares según un plan económico obrero y popular aprobado en un consejo nacional de delegados democráticamente elegido por los obreros y los barrios populares. Amnistía total para los soldados y sub-oficiales que se pasen al lado de la revolución. Elección de abajo hacia arriba de todos los mandos militares de las milicias. Ninguna de las alas del Consejo Nacional de Bengazi, por su carácter burgués es capaz de levantar un programa revolucionario semejante para ganar a su favor las fuerzas en las que se apoya Kadafi. Por el contrario, su política es convencer al imperialismo que son dignos de su confianza. Completa ruptura con todos los elementos burgueses del CNL de transición y creación de un Gobierno de delegados obreros, populares y de soldados de las milicias.

Organizar en el curso de la lucha un partido de obreros y sectores del pueblo revolucionarios que levante este programa es decisivo para definir el triunfo de la guerra civil.

¡Abajo Kadafi! ¡Por el triunfo de las milicias revolucionarias! ¡Ninguna intervención imperialista!”

Posteriormente, cuando Bengazi se hallaba completamente rodeada por las tropas de Kadafi –superiores en armamento- y a punto de sucumbir, el sector de Ghoga aceptó la intervención imperialista, poniendo como límite que se rechazara expresamente la intervención con tropas terrestres. ¿Qué hubiera debido hacer un grupo trotskista en esas circunstancias? Habiendo planteando la ruptura política con el CNT, denunciando que la intervención imperialista se hace en función de sus intereses políticos y económicos y que lo que buscan las potencias imperialistas no es el “bien humanitario”, ni establecer una democracia, sino controlar el proceso revolucionario, debería haber aceptado ese “compromiso”, que era obligado por la situación, de permitir que los aviones del imperialismo salven a Bengazi, y con ello le den una oportunidad a la revolución. Sin embargo, había que seguir Insistiendo en la denuncia del imperialismo y poniendo el acento en reclamar armas y voluntarios, en particular, de los pueblos árabes, para que la revolución no dependa de la intervención militar imperialista. Pero mientras el ataque imperialista aéreo se siguiera centrando en las tropas de Kadafi, se debería mantener la unidad de acción militar con el CNT, es decir continuar la lucha contra Kadafi. Tales “compromisos” obligatorios encuentran antecedentes en la política de Lenin, por ejemplo, en relación a la paz de Brest-Litovsk, o la expresada en el artículo ¿Ningún compromiso? del “Izquierdismo…”.

Cuando el poder soviético, en guerra contra Alemania, aceptaba armas de Inglaterra y Francia, Lenin escribía:

Supongamos que para matar al tirano y verdugo, Kaliáiev* consigue que un canalla, pillo y bandido le entregue un revólver, bajo la promesa de pagar ese favor con pan, dinero y vodka. ¿Podemos reprochar a Kaliáiev por haber hecho la “transacción con un bandido” a fin de conseguir el arma mortífera? Cualquier persona sensata responderá que no. Si Kaliáiev no podía conseguir el revólver en otra parte, y su causa era realmente honrada (el móvil era el asesinato del tirano, y no el robo), entonces la acción no merece reproches, sino elogios.”

*(Kaliáiev fue un eserista que en febrero de 1905 mató con una bomba al gobernador de Moscú, el duque Romanov, tío del Zar Nicolás II)

Y Lenin agrega una posdata:

P.S.: En la lucha de liberación contra Inglaterra, a fines del siglo XVIII, los norteamericanos recurrieron a la ayuda de los competidores de Inglaterra, bandidos colonialistas al igual que ésta, los Estados español y francés. Se dice que por ahí andan “bolcheviques de izquierda” que se sentaron a escribir una “obra erudita” sobre las “indecorosas transacciones” de aquellos americanos…” (Acerca de la sarna, OC tomo XXVII)

En Trotsky también encontramos razonamientos similares. El primero, contra el izquierdismo stalinista del tercer período, que ponía un signo igual entre la socialdemocracia y el fascismo:

“Nosotros como marxistas, consideramos tanto a Brüning y a Hitler como a Braun como los representantes de un único mismo sistema. El problema de saber cuál de entre ellos es un “mal menor” carece de sentido, porque su sistema, contra el cual luchamos nosotros, necesita de todos sus elementos. Pero hoy estos elementos están en conflicto, y el partido del proletariado debe utilizar absolutamente este conflicto en interés de la revolución. En una gama hay siete notas. Preguntarse cuál de las notas es la mejor, si do, re o sol, no tiene sentido. Sin embargo, el músico debe saber cuándo y qué tecla golpear. Preguntarse quién es el mal menor, si Brüning o Hitler, carece de sentido. Pero hay que saber cuál de estas teclas golpear. ¿Está claro? Para los que no lo comprendan, tomemos un ejemplo más. Si uno de mis enemigos me envenena cada día con pequeñas dosis de veneno y otro quiere darme un tiro por detrás, yo arrancaré primero el revólver de las manos del segundo, lo que me dará la posibilidad de terminar con el primero” (La lucha contra el fascismo en Alemania)

Y el segundo, contra el pensamiento antidialéctico de la oposición pequeñoburguesa del SWP de EE-UU:

“Si mañana Hitler se viera obligado a enviar armas a los hindúes insurreccionados, ¿deben oponerse los obreros revolucionarios alemanes a esta acción concreta? De ninguna manera. Deben esforzarse porque los insurrectos reciban las armas lo más pronto posible. Esperamos que esto sea claro para Stanley. Pero el ejemplo es puramente hipotético. Lo usamos para demostrar que hasta un gobierno fascista del capital financiero puede en ciertas condiciones, verse obligado a apoyar un movimiento nacional revolucionario (que tratará de estrangular al día siguiente).” (En defensa del marxismo)

El PTS, utilizando un razonamiento esquemático cree que si el imperialismo apoya a un movimiento revolucionario, este automáticamente se transforma en proimperialista, sin más consideraciones. Según el PTS, a partir de la intervención de la OTAN, las milicias “rebeldes” integradas “por decenas de miles de jóvenes pobres y de las clases medias, de tendencias islamistas y laicas, que voluntariamente y de manera espontánea se unen a la defensa de las ciudades ante el avance de los tropas oficialistas”, milicias irregulares, “no disciplinadas” por el CNT, pasaron automáticamente a convertirse en la tropa terrestre del imperialismo. Desaparecieron las contradicciones internas entre los jóvenes rebeldes, los ex ministros del régimen y el imperialismo. A partir de entonces se enfrentaron dos bandos: el de Kadafi, proimperialista, contra el del CNT (más proimperialista que Kadafi) y la OTAN.

El PTS hace estos análisis y comentarios pero no explica qué posición había que tener en la guerra civil. Cuando estalla una guerra civil, un partido marxista revolucionario, manteniendo su política independiente, debe saber en qué lado combatir.

Cabe preguntarse: si la FTCI tuviera una sección en Libia ¿qué política hubiera tenido en relación a la guerra civil? Hubiera armado milicias para luchar en frente único con Kadafi contra las “tropas terrestres del imperialismo” que buscaban instaurar un gobierno más proimperialista que el de Kadafi? De su caracterización se desprende que no hubieran luchado junto con las milicias rebeldes. De su programa (¡Abajo Kadafi!), que tampoco hubieran combatido en el bando del gobierno libio. ¿Se hubieran cruzado de brazos en medio de la guerra civil esperando que aparezcan las “condiciones” ideales para aplicar su política? La falta de una correcta interpretación dialéctica de los acontecimientos los lleva al camino del abstencionismo político.

El análisis del PTS da por terminado el proceso más inestable de todo el norte de Africa. La caída de Kadafi es “un triunfo de la política de las potencias imperialistas”, se lamentan. Es verdad que la ausencia de una clase obrera organizada, y la inexistencia de un partido marxista revolucionario, va a facilitar las maniobras de los ex funcionarios kadafistas y del imperialismo. Pero todavía tienen que desarmar a las masas, como ha reclamado con énfasis, Hilary Clinton en su reciente visita a Libia: "unificar las distintas milicias en un único Ejército", es algo que "tiene que ocurrir", "conseguir un Ejército nacional bajo un mando civil es esencial", dijo. Mientras tanto la caída de Kadafi ha dado impulso adicional a las manifestaciones en Yemen y en Siria, y sin ninguna duda habrán impactado también en Túnez, Egipto y en todo el medio oriente. El CNT –tal como estaba constituido- todavía no ha podido asumir, por el contrario el principal referente del imperialismo, el ex ministro de justicia de Kadafi, Mustafa Abdul Jalil, tuvo que renunciar para dar lugar a la formación de un gobierno provisorio. El movimiento de masas libio se siente victorioso, mucho más todavía luego de capturar y ejecutar a Kadafi, cobrándole de esa manera el precio por haber “desaparecido” y ejecutado a miles de activistas opositores. No, el movimiento revolucionario de las masas obreras y populares libias todavía no ha sido derrotado, al contrario están festejando su primera gran victoria. Por supuesto que los objetivistas, que creen que el movimiento es todo y la dirección nada, terminan desbarrancando al oportunismo. Para impulsar el movimiento revolucionario hacia adelante y conquistar el triunfo de una revolución obrera y socialista, es necesaria la dirección de un partido obrero revolucionario. Pero también se puede caer en el fatalismo subjetivista de creer que como no hay tal partido, los levantamientos revolucionarios de las masas no son nada. Esa vía lleva al sectarismo abstencionista, y esa concepción estéril impide basarse en el movimiento revolucionario de las masas para poder construir el partido revolucionario.

5/11/2011

(*)LVO: La Verdad Obrera, periódico del PTS.

(**) Esto no quiere decir que coincidamos con la posición del PO sobre Libia, sobre la cual haremos nuestra crítica en un próximo artículo.

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