Cada
vez que algún “famoso” sufre un ataque de delincuentes –como ocurrió recientemente
con el locutor Baby Etchecopar-, la cuestión de la inseguridad gana espacio en la TV , en los diarios y se reaviva
la discusión acerca de cómo enfrentarla.
Sin
embargo, en los barrios donde habitamos los trabajadores y los sectores pobres
de la población, los robos y asesinatos son cuestiones de todos los días,
aunque la repercusión periodística en estos casos es inexistente o bastante
efímera. En los barrios obreros y populares, la situación desde hace tiempo es
muy difícil. La cantidad de robos viene subiendo de los niveles “habituales” y
se efectúan con mucha más violencia.
La
delincuencia que ataca a los trabajadores para robar una moto, una cartera, un
celular, o entra a una casa para llevarse lo poco que encuentran, es una
realidad que fluctúa en intensidad según los altibajos de la situación
económica, pero que en líneas generales va creciendo en tanto se agrava la
crisis social que deja cada vez a más personas en la marginalidad. Es decir es ante
todo un problema social.
El
capitalismo en decadencia fue acumulando generación tras generación un sector
de desocupados y pobres permanentes que no encuentran lugar en la producción.
Este sector social “excedente” que se instala en los márgenes de los barrios
obreros, son marginados sociales, “desclasados”.
La
delincuencia no necesariamente viene exclusivamente de este sector social, está
claro; pero la marginalidad que rodea las grandes ciudades, al no poder acceder
al trabajo productivo estructurado, es un caldo de cultivo para todas las
lacras sociales. La más peligrosa es el tráfico y consumo de drogas que desde
los años 90 no ha parado de crecer. En ese marco, pibes de muy corta edad se
inician en el delito, como forma de acceder a los bienes elementales que la
sociedad le niega. Este sector de delincuentes que roban para vivir al día
necesariamente tiene que atacar a los más débiles y desarmados que somos nosotros,
los trabajadores. Nos encuentran
vulnerables y además desorganizados y bajo los efectos de las drogas, ahora no
solo nos roban sino que también nos matan.
Tanto
los kirchneristas como los socialistas de Binner dicen que sólo se trata de una
“sensación” de inseguridad, que son hechos aislados, y que es una exageración
que utilizan los diarios opositores de derecha, etc.
Niegan los hechos que se suceden a
diario y que se profundizan junto con la miseria social de la cual ellos son
responsables. Niegan la realidad para sostener que sus gobiernos hacen las
cosas bien y que con una gestión “progresista” del capitalismo la paulatina
eliminación de los males sociales que nos aquejan es posible.
Ellos
dicen que para combatir el delito tienen una política de “izquierda”, de inclusión,
en contraposición a la política de “mano dura” que pregona la derecha. Pero la
única salida “inclusiva” que tienen para los marginados son las cooperativas
para juntar cartones y otras cosas reciclables de la basura o para la
producción de comestibles artesanales, subsidios miserables, asistencialismo y
planes de trabajo, con lo que apenas pueden subsistir entre la pobreza y la
indigencia.
Por
otro lado para pintarse de progresistas esgrimen una hipotética política de
rehabilitación en las cárceles. Sin embargo la realidad es que las condiciones de
detención que padecen los presos solo pueden exacerbar las tendencias
delictivas. Como denuncia la CADH
(Comisión Antirrepresiva y por los Derechos Humanos de Rosario), en las
cárceles, “Al hacinamiento, la falta de higiene, el ambiente edilicio
deplorable, la mala alimentación y las condiciones inhumanas de detención se
suma la violencia cotidiana del abuso de poder, las torturas y golpizas, las
humillaciones y el maltrato tanto hacia los detenidos como hacia sus
familiares. Todo esto, junto al asesinato o los “suicidios” son planificadas
políticas de estado y no mala administración penitenciaria”.
En estas condiciones no hay
rehabilitación posible. Pero aún si mejoraran las condiciones de detención, cuando
los presos salen de las cárceles se encuentran con más hostilidad; y si es muy
difícil para cualquiera conseguir trabajo, mucho más para un ex-convicto. De
igual manera es impotente la política que pretende rehabilitar a los menores a
través de la “contención psicológica” porque con eso no se resuelven las
condiciones infra-humanas en que se encuentra su familia, los hábitos
adquiridos durante décadas de estar sumergidos en la indigencia, y el creciente
flagelo de la drogadicción.
Cuando
la situación de “inseguridad” se agudiza, como ocurre en estos momentos, en un
barrio tras otro, los vecinos se movilizan para reclamar al gobierno de turno
“mas policía, más destacamentos en los barrios, más cárceles, mano dura,
tolerancia 0, cárcel a menores y hasta pena de muerte”.
Pero,
¿es ésta realmente la solución?
La policía es una parte importante
del problema, no su solución. Todos los días salen a luz casos de policías
envueltos en robos o asesinatos.
Mientras que por otro lado son
habituales los casos de “gatillo fácil”, y de muertes en las comisarías. Recientemente
causó gran repercusión el asesinato de un testigo “protegido” que iba a
declarar contra 9 policías acusados de torturar y violar a un adolescente de 16
años en una comisaría de Trelew.
Es
sabida a vinculación de la policía con el delito de cualquier tipo. Policías
integrando bandas de delincuentes, o en manifiesta complicidad dejando zonas
liberadas, como institución “recaudando” cuotas de quinieleros, prostíbulos,
manejando menores que van a robar para la policía, o sus estrechas relaciones
con barras bravas que están en el “negocio” de la droga, como quedó al
descubierto con el asesinato de los tres militantes del FPDS en Rosario.
Las
barras bravas de futbol son organizaciones delictivas para todo servicio. No
sólo prestan servicios a los dirigentes del futbol, sino también a los
dirigentes políticos y la burocracia sindical. Por eso no los pueden
desactivar. Inclusive el gobierno kirchnerista organizó las “hinchadas unidas”,
subsidiándolas con fondos estatales. Así como los políticos defensores del
capitalismo y la propia burocracia sindical necesitan a las barras bravas como
fuerzas de choque (como quedó en evidencia en el asesinato de Mariano Ferreyra),
también necesitan a la policía brava, dispuesta a cualquier acto de salvaje represión.
La necesidad para cualquier gobierno burgués de mantener este aparato represivo
hace que les sean permitidos todos los negocios sucios con los que se financia
“el aparato” y se enriquecen los jefes. Pero además, ¿cómo va a democratizar el
gobierno kirchnerista a la policía si las campañas políticas se financian con
el mismo narcotráfico con el que está asociada la cana?
En
esta sólida “cadena de favores” también está enganchado el sistema judicial,
sin la colaboración del cual la impunidad no sería efectiva.
No
se trata de cambiar a un gobierno corrupto por otro “decente”, como quiere
hacer creer la campaña de la oposición burguesa, como la del FAP binnerista,
entre otros. La corrupción está en la naturaleza misma del capitalismo. La
moral del capitalista está determinada por la ley intrínseca al sistema que lo
lleva a querer obtener la mayor ganancia posible, para lo cual no va a
detenerse ante cualquier crimen que haga falta, para lo cual gozará de impunidad
siempre que no joda a otro capitalista más grande. La plusvalía misma que
obtienen los capitalistas en la producción legal, es un robo a los
trabajadores. Pero además asociados al poder político roban con los subsidios a
las empresas, con la especulación financiera, etc.; todo el sistema capitalista
es un robo legalizado, una corrupción generalizada que como un cáncer se
ramifica hacia todo el aparato estatal que necesita la burguesía para mantener
su poder: políticos, jueces y policías.
La
delincuencia que se origina en la marginalidad, es la contracara de esta misma
moneda o su reflejo en las capas sociales más sumergidas. Por eso para terminar
con la delincuencia hay que empezar por la cabeza, por derrocar el poder de la
burguesía y el capitalismo en descomposición, para crear nuevas condiciones
sociales que permitan realmente incorporar a todos los que estén en condiciones
de trabajar a una tarea productiva.
¿Eso
significa que los trabajadores debemos permanecer indefensos y dejarnos robar o
matar impunemente hasta la revolución socialista? De ninguna manera, pero no
será apelando a las fuerzas represivas del régimen como lograremos defendernos.
Debemos organizar nuestra propia autodefensa en los barrios obreros y en los
mismos lugares de trabajo.
A la derecha
La
política de los supuestos “nacionales y populares” y “progres” que nos
gobiernan al sostener al régimen capitalista no pueden dar una salida efectiva
a la situación de inseguridad y por ello son los responsables de generar -principalmente
en la clase media, pero también en los trabajadores- una reacción que
inevitablemente va girando a la derecha. Y ante el desprestigio de la policía
hay sectores -inclusive de trabajadores- que no ven con malos ojos el
despliegue de otras fuerzas armadas y de seguridad. En ese marco, y apoyándose
en la angustia generada por los hechos cotidianos de violencia delictiva, es
que se refuerza constantemente el aparto represivo.
Ante los reclamos de la población, los
kirchneristas argumentan que en la ciudad de Bs As y en el conurbano, además de
la Policía Federal ,
han desplegado a la
Gendarmería y la Prefectura para “la prevención del delito”. Macri,
por su parte, creó la
Policía Metropolitana. Pero sus objetivos no son reprimir el
delito que asola las barriadas obreras. La Metropolitana de
Macri hizo su “bautismo de fuego”, junto con la Policía Federal y
barras bravas armados lanzados como fuerza de choque contra los ocupantes del
Parque Indoamericano, dejando como saldo tres muertos. En el 2007? La Prefectura “se destacó”
en la represión contra los trabajadores del casino flotante en Bs As. La Gendarmería , fuerza
que ha sido puesta como ejemplo por la ministra Garré, además de reprimir a los
trabajadores en lucha, se dedica a espiar a los delegados y militantes obreros.
Los
“socialistas” declaran que están invirtiendo más y más en seguridad, mencionan
la cantidad de nuevos vehículos incorporados al patrullaje, o la cantidad de
los nuevos cadetes en formación en las escuelas policiales. Pero acompañando
como la sombra al cuerpo la escalada represiva del gobierno nacional, la
policía santafecina se perfecciona en el desalojo de los manifestantes que
cortan calles u ocupan terrenos para construir viviendas.
Mientras
que en la década del 70, la excusa era el combate contra la subversión, el
despliegue de fuerzas policiales especiales y de las propias Fuerzas Armadas se
hace ahora con el argumento de la represión interna del delito común. Esta es
una política de los gobiernos burgueses que ya se ha concretado en varios países
latinoamericanos. En países donde el narcotráfico ha crecido los gobiernos
burgueses tienen la excusa perfecta para que el ejército tome las calles, como
México o como la represión a las favelas en Brasil. Hace poco en Bolivia, el
gobierno del “progresista” de Evo Morales también se sumó a esta tendencia,
anunciando que utilizaría al ejército para combatir la creciente ola de delitos
comunes.
Sin
embargo, contra esta política burguesa del gobierno, los pobladores de El Alto,
las barriadas obreras y populares que rodean la ciudad de La Paz han organizado sus propias
guardias civiles de autodefensa.
¿Qué
podemos hacer los trabajadores para defendernos de la delincuencia?
- Crear
organismos de autodefensa en los barrios obreros. Llamar a asambleas para
concretar estos organismos. Crear sistemas de alarmas caceras con bocinas,
silbatos, hacer cadenas telefónicas, etc.
- Crear
organismos de contención para niños, adolescentes y jóvenes en situación
crítica. De estos organismos pueden salir charlas y propuestas que vayan
unificando al barrio en vez de dividir como sucede ahora. Aquí planteamos
los problemas de falta de salida para los jóvenes.
- Unidad
en las luchas por trabajo y vivienda, toma de tierras, etc.(los hijos de
los obreros tampoco tienen donde vivir)
- Hay
que inculcar la defensa incondicional de la clase trabajadora ante
cualquier tipo de agresión de la delincuencia, explicando pacientemente
que la pelea de fondo debe ser contra el enemigo real: “la burguesía”.
- Crear todo tipo de vínculo posible entre los
barrios obreros y las villas y al interior de los barrios entre los
trabajadores y el resto de los pobres y marginados.
- No
recurrir a la policía. Sobre el odio y la desconfianza explicar la razón
de existencia de la policía como fuerza
represiva al servicio del estado burgués.
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