Habían
pasado 14 años desde la última visita de un Papa a territorio cubano. En 1998
Juan Pablo II fue recibido calurosamente por Fidel Castro en el marco de la
finalización del llamado “período especial”, que hundió a Cuba en una crisis
económica producto de la restauración capitalista en la ex Unión Soviética.
La
llegada de Benedicto XVI se produce en un momento
de avanzada restauracionista por parte de la burocracia del Partido
Comunista Cubano (PCC), y es en ese contexto en que hay que ubicarla.
En
el último congreso del PCC, el VI, se aprobó un plan de reformas económicas que
introducen más facilidades para el
desarrollo de la economía capitalista, como la posibilidad de vender y
adquirir propiedades, así como el despido masivo de trabajadores estatales a
quienes se les ofrece subsistir como cuentapropistas, o incluso como
“trabajadores asalariados”.
El
Papa fue recibido por el General del Ejército Raúl Castro, hermano de Fidel, y
por toda la cúpula del PC, así como por el Presidente de los Consejos de Estado
y de Ministros de Cuba, es decir, por todo el aparato político-militar y
económico del régimen. El PC fue uno de los más fervientes impulsores de la
movilización de personas y militantes para escuchar la misa oficiada por el “Obispo
de Roma”. En ella sostuvo que “en Cuba se han dado pasos para que la Iglesia
lleve a cabo su misión insoslayable de expresar pública y abiertamente su fe”,
remarcando el papel de los creyentes en la “contribución a la edificación de la
sociedad”.
La
burocracia cubana apuesta a lo que eufemísticamente llama “actualización del
socialismo”, donde paradójicamente se
eliminan en forma gradual las conquistas sociales que se alcanzaron hace 50
años gracias a la Revolución. En esta “actualización” la Iglesia católica
cumple y cumplirá un papel importante. Será garante de un tránsito ordenado al
capitalismo, en donde la casta burocrática comandada por los hermanos Castro
procurará convertirse en la burguesía dominante de Cuba.
Yoswany
Carvajal Sureda, rector de la catedral de La Habana, señalaba que a diferencia
del encuentro con Juan Pablo II en 1998 hoy “Cuba está inmersa en un proceso de
cambios económicos que conllevan otros cambios”, y abogó por cambios
“armoniosos”, “no traumáticos” (i-Eco, 30-03-2012).
Este
“modelo” de transición es el mismo que aplicó la burocracia del Partido
Comunista de China con mucho éxito, puesto que mientras las miserias de los
trabajadores aumentaron enormemente los antiguos burócratas son hoy más ricos
que los parlamentarios yanquis.
Un
aspecto de vital importancia para los objetivos restauradores de la burocracia,
es la solución del problema de la emigración cubana, esto es, arreglar con los
famosos “gusanos de Miami”. La preocupación del PC es que una apertura abrupta
a los “gusanos” (quienes poseen poder económico) los termine desplazando de sus
posiciones de poder. Es llamativo que el Papa Benedicto XVI no haya recibido a
las Damas de Blanco (mujeres de disidentes pro-Miami). Es que la Iglesia parece haber comprendido que la
vuelta al capitalismo viene de la mano de los Castro. De ahí el “ninguneo”
a los cubanos de Miami y a la disidencia interna. Sin embargo el Papa sostuvo
en sus discursos y misas la necesidad de regularizar la situación con los exiliados,
más precisamente acerca de la necesidad de una “reconciliación” nacional. En un
gesto, Raúl Castro deslizó en el discurso de despedida de Benedicto XVI que
"hemos realizado prolongados esfuerzos hacia la normalización plena de las
relaciones de Cuba con su emigración que siente amor por la patria y por sus
familias y persistiremos en ellos por la voluntad común de nuestra
nación".
Del Che a Cristo
No
sólo los ataques a las conquistas sociales marca la pauta en la voluntad
restauracionista de la burocracia, sino también el abandono gradual de la propaganda más “izquierdista” por parte del
régimen cubano.
En
la prensa de la isla, controlada por el PCC, así como en las declaraciones de
los funcionarios, se ha exaltado el espíritu religioso de la población en
general. El mismísimo Raúl Castro no se cansó de llamarlo “Su Santidad”.
También Fidel Castro se despachó afirmando que "Gustosamente saludaré a Su
Excelencia el papa Benedicto XVI, como lo hice con Juan Pablo II, un hombre a
quien el contacto con los niños y los ciudadanos humildes del pueblo suscitaba,
invariablemente, sentimientos de afecto".
El diario Juventud Rebelde de Cuba
regurgitaba las palabras del Papa a quien se le cantaron loas. Es hilarante las
transcripciones de las actividades del “Sumo Pontífice” en el mencionado
periódico: “Frente a todos el Santo Padre
comulgó y bebió reverentemente el cuerpo y la sangre de Cristo. Luego, tomó el
copón y se acercó a los que comulgaron, a quienes les ofreció el Cuerpo de
Cristo, antes de que reflexionaran en silencio, en el momento de meditación que
le precede a la comunión. El Santo Padre, quien vino a Cuba como peregrino de
la caridad y del amor, oró ante Dios, luego del ritual de la comunión, para que
todos los presentes puedan llegar a las alegrías de su Reino por el poder de su
santa resurrección” (Juventud Rebelde 28-03-2012).
Benedicto XVI, que en su juventud
perteneció a las juventudes hitlerianas del régimen nazi, reclamó también a la
burocracia cubana mayor libertad para la Iglesia Católica respecto a la
apertura de colegios, acceso a medios de comunicación y construcción de nuevos
templos. El reclamo sucede en un momento en que la Iglesia es puesta en
cuestión en todo el mundo por los cientos de miles de casos de abusos que los
sacerdotes cometieron contra niños y que el Papa fue formalmente acusado de
encubrir.
Tal es la estima de los burócratas
para con Ratzinger que hasta declararon feriado el viernes santo, cosa que
sorprendió hasta los mismos curas.
Una
restauración “no traumática”
La caída de la Unión Soviética fue un
evento catastrófico que hundió a Rusia y sus países “satélites” en una crisis
económica y sobre todo política tan devastadora que sus efectos perduran hasta
el día de hoy. La burocracia cubana, así como la china, tomaron nota: la
restauración debe ser un proceso controlado. De ahí que la apertura económica
sea garantizada bajo la estricta vigilancia del aparato militar y el PCC. Acá
encontramos una diferencia táctica entre la orientación de la Iglesia, que
refleja los intereses del imperialismo europeo con la política todavía
predominante del imperialismo yanky -en la que tiene peso el lobby
anticastrista-, que todavía pretende derrocar a la burocracia castrista para
instaurar una república burguesa con parlamento y todo, Esto sería garantizado
por los gusanos de Miami financiados por el aparato económico del Partido
Republicano yanqui. Pero la Iglesia sabe que es éste un proyecto inviable, y se
ha comprometido en apoyar cada paso que de la burocracia en el retorno completo
del capitalismo, que ya ha dado grandes avances.
La inversión de capitales
imperialistas en sectores estratégicos de la economía cubana como en la
producción metalífera, en las telecomunicaciones y en el turismo (donde resalta
la presencia española) es muestra de ello; así como también el abandono casi
total del monopolio del comercio exterior a partir de 1992. Esto significa que
es el mercado el que guía la producción de las empresas estatales y no
estatales. La producción se realiza bajo la lógica capitalista (anárquica) y no
en base a la planificación central. Hoy Cuba está inmersa en un proceso que
intenta desarrollar y consolidar a la casta burocrática del PCC en la nueva
burguesía cubana. El impulso que se dio al derecho de propiedad privada en el
último congreso del partido comunista va en ese sentido y acelera el proceso.
Cuba es hoy un estado capitalista
controlado por una burocracia en proceso de convertirse en burguesía. El
capitalismo, como fuente de miseria y explotación en todo el mundo, hundirá al
pueblo cubano en más precariedad, sobre todo cuando comiencen a desmantelarse
las conquistas “fuertes” en la salud y la educación (en particular con la
pretensión de la Iglesia católica en inmiscuirse en la enseñanza). Sólo un
proceso revolucionario surgido de la clase obrera y el pueblo cubano puede derrocar
a la camarilla burocrática del PC, evitar la consolidación de la restauración
capitalista -imponiendo el control obrero, la planificación democrática de la
economía y (re)introduciendo el monopolio del comercio exterior- e instaurar la
democracia sindical y libertad política para la clase obrera y para aquellos sectores
populares que se opongan a la restauración capitalista y apoyen las conquistas sociales
aún no totalmente desmanteladas de la Revolución del 59.
Luciano Andrade
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