miércoles, 14 de marzo de 2012

La lucha contra la opresión de la mujer trabajadora y la revolución socialista


8 de marzo: Día Internacional de la Mujer Trabajadora

Discriminación y opresión

Frecuentemente los propagandistas del capitalismo tratan de enmascarar con palabras la cruda realidad tratando de vaciarla de contenido. Así, se usa ahora la expresión “niños en condición de calle” para designar a los niños pobres abandonados a su suerte por el estado capitalista; al día del trabajador se lo intenta reemplazar por el “día del trabajo” y el día de la mujer trabajadora, por el “día de la mujer” a secas. De igual manera se puso de moda el término “discriminación” de la mujer –en general- cometida por el hombre –en general-, es decir dándole un carácter de oposición entre sexos, para vaciar de contenido el carácter clasista de tal opresión.

En todo caso, la discriminación no es otra cosa que la base ideológica de la opresión. Pero la discriminación por raza, nacionalidad, religión, sexo, etc., en la sociedad capitalista así como en todas las sociedades de clase anteriores, es funcional a la clase dominante, sirve para justificar su dominación, o para dividir a los explotados y mejor dominarlos, condenando a un determinado sector social a un régimen de opresión particular. Así durante la sociedad esclavista, los esclavos no eran considerados personas, sino herramientas parlantes. Bajo el capitalismo, los pueblos originarios americanos, los negros, etc., son consideradas razas inferiores, siendo condenadas a la esclavitud en el pasado y actualmente a la marginación. Así como antes en Europa eran perseguidos los judíos, ahora son marginados los musulmanes, expulsados los gitanos y los inmigrantes africanos, etc. Eliminada la esclavitud, los capitalistas han tratado siempre de dividir y contraponer a los obreros blancos con los negros. En nuestro país quieren dividir y oponer a los trabajadores argentinos con los bolivianos o peruanos, al que vive en un barrio pobre contra el que vive en la villa, etc.

El intento de poner al hombre contra la mujer tiene el mismo sentido. La mujer es el “sexo débil”, debe trabajar sólo para “complementar” el salario del marido o el padre, por lo tanto, debe recibir un salario menor. Ese es el justificativo del capitalista.

A pensar de algunos derechos conquistados con la lucha, la mujer sigue sufriendo la discriminación y la opresión. Pero si bien la discriminación como opresión moral abarca en general a la mujer como género, en las mujeres de las clases pobres y explotadas la opresión es mucho más real, concreta y dolorosa. Por ejemplo, si bien el aborto está prohibido para todas las mujeres, las mujeres burguesas pueden abortar en clínicas privadas del más alto nivel, con garantías de higiene, seguridad y reserva, mientras que las mujeres pobres arriesgan su vida con parteras en condiciones precarias y sin la asepsia necesaria, y en esas terribles condiciones muchas mueren.

El origen y desarrollo de la opresión de la mujer

El matrimonio monogámico y la familia patriarcal tuvieron su origen con el surgimiento de la propiedad privada, cuando el trabajo del hombre en la agricultura y la cría de ganado le dio el lugar predominante en la economía familiar; y cuando disuelta la organización comunitaria, la necesidad de heredar la propiedad individual acumulada indujo a asegurar la filiación legítima de los hijos por medio de la monogamia. La mujer paso a ocupar un segundo lugar en la estructura familiar subordinada al hombre. Esta condición se exacerbó en los albores del capitalismo. La estructura patriarcal responde a las necesidades burguesas pero como la cultura que prevalece es la de la clase dominante se extendió al proletariado aunque este no tenga nada para heredar.

Actualmente con el divorcio, los acuerdos prematrimoniales y la validez de los testamentos notariales, se ha socavado la necesidad de la familia monogámica patriarcal para los miembros de la burguesía. Pero entonces, si no es una necesidad vital para mantener la herencia en el seno de las familias de la burguesía, ni responde a una condición económico-social propia de la clase trabajadora, ¿por qué se mantiene la opresión de la mujer y la familia patriarcal?

En primer lugar, porque como célula social impuesta al proletariado, la familia y fundamentalmente el rol de la mujer dentro de ella, le sigue garantizando a los patrones la reproducción de la fuerza de trabajo sin un costo adicional.

Con el desarrollo del capitalismo y su necesidad de explotar masas cada vez más amplias de trabajadores, la mujer proletaria fue incorporada al trabajo productivo social, aunque sin embargo siguió siendo la encargada de las tareas domésticas, sumando a su condición de explotada la anterior condición de oprimida; con el tiempo, equiparando el rol de “proveedor” del varón, fue ganando el respeto como “igual” o más bien como “pareja” de sus compañeros. Lo menos que puede reclamar una mujer es repartir las cargas familiares con el compañero varón. Eso haría que la carga compartida sea más equitativa, pero trabajando ambos, con menos tiempo disponible para los dos miembros de la pareja, igual se tendrán que hacer cargo de un trabajo que por ser considerado “privado” no es pagado por los patrones, a pesar de que es un trabajo fundamental para la reproducción de la fuerza de trabajo que el patrón explota.

De todas maneras, el trabajo de la mujer fuera de la casa sigue siendo en general considerado como una desgraciada necesidad, por lo que si –eventualmente- la situación salarial del “padre de familia” mejorara, la mujer debería volver a ocupar “el lugar que verdaderamente le corresponde”, en la casa, como madre, esposa, y sirvienta encadenada a las tareas domésticas.

La lucha de los oprimidos ha obtenido algunos triunfos parciales en varios países, mediante los cuales se logró liquidar la legislación más oprobiosa que legalizaba la discriminación y la opresión. Sin embargo esos logros formales no se corresponden totalmente con la situación real. Los negros siguen siendo los más pobres y marginados en EE-UU, y en nuestro país lo son los pueblos originarios o los inmigrantes sudamericanos.

Así como la burguesía ha adaptado las formas políticas de su dominación sin perder la condición de propietaria de los medios de producción, frente a las luchas de las mujeres por la igualdad de derechos, ha relajado la legislación opresiva, aunque no la eliminado totalmente. La mujer ha conquistado el derecho al voto, el divorcio, la patria potestad compartida, y en muchos convenios laborales la igualdad salarial con el varón. Pero sigue estando prohibido el aborto, en el matrimonio la mujer está obligada a seguir al hombre en su lugar de residencia, etc.

Además la concesión de derechos formales en varios países, contrasta con la realidad concreta en la cual la mujer sigue siendo oprimida: los convenios de las ramas de la producción u oficios ocupados mayormente por mujeres son los peores pagos; atada a la obligación principal de cumplir con las tareas domestica y el cuidado de los hijos, no hay ninguna posibilidad de que la mujer tenga las mismas oportunidades que la legislación formalmente puede consagrar. Por supuesto que nos referimos a algunos países de mayor desarrollo capitalista, ya que en muchos otros países todavía se practica la ablación del clítoris para que la mujer no sea tentada por los placeres sexuales, el adulterio es condenado a muerte por lapidación, debe caminar siempre detrás del hombre y cubierto su rostro por un velo, le está prohibido estudiar o conducir vehículos, etc., etc.

Propiedad y religión

El capitalismo decadente es incapaz de ir hasta el fin en la resolución de las tareas democráticas. En el Reino Unido o en España –por ejemplo- se mantiene la monarquía anacrónica con poder de veto, investida de un aura de casta superior, como tradición que mantiene los tenues rastros de su históricamente atribuido origen divino. El fin objetivo concreto que la burguesía persigue al mantener a la familia real es darle más estabilidad a su régimen de dominación.

La tenacidad con la que la burguesía sostiene la opresión femenina en la sociedad y la familia, está relacionada con el papel primordial que juega la religión. Las iglesias, estén jurídicamente vinculadas al Estado o no, son un factor fundamental de dominación para la burguesía, porque contienen o desvían la movilización de las masas trabajadoras. La dominación capitalista y el predominio del opio religioso son inseparables.

Pero las iglesias, para poder jugar ese rol de puntal fundamental del poder dominante, tienen que poder ejercer un fuerte control social sobre las masas populares. No pueden ejercer este control sino se presentan como los dueños de la vida, de la muerte y de la vida después de la muerte. Si se basan en que Dios creó al hombre y luego de, su costilla, creo a la mujer para que le haga compañía; y si Eva fue la que engañó a Adán para que comiera el fruto prohibido, entonces las iglesias para sostener esa concepción “creacionista” de la humanidad necesitan mantener la estructural patriarcal de la familia y la opresión social de la mujer. En la propia estructura religiosa, desde la católica cuyos obispos y papas sólo pueden ser hombres, hasta las evangelistas en la que los pastores varones jefes de las iglesias son “acompañados” por sus mujeres, siempre en un rol secundario, se estructura la concepción social patriarcal que defienden. La iglesia no puede permitir el aborto, porque “la vida la otorga y la quita Dios”, y si Dios pierde ese poder divino sobre la vida y la muerte, también perderá la Iglesia su poder terrenal. Esta relación estrecha entre el opio religioso y el poder capitalista es la que provee los elementos ideológicos que sostienen y recrean la opresión de la mujer en general.

La lucha contra la opresión de la mujer es de carácter clasista

Las mujeres de todas las clases son discriminadas. Pero la mujer burguesa o de las capas medias acomodadas, aunque pueden sufrir los efectos de la cultura “machista”, tiene acceso al estudio, a ejercer alguna profesión, y pueden tener sus sirvientas para que atienda las tareas domésticas y el cuidado y crianza de los hijos; difícilmente serán víctimas de una red de trata, o llevadas por la necesidad de sobrevivir a la prostitución.

En cambio las mujeres trabajadoras en general, además de sufrir la explotación como cualquier trabajador, siguen cargando con el mayor peso de las tareas domésticas y la crianza de los hijos.

Sobre todo en las capas sociales más pobres, la mujer es una de las víctimas principales de todas las lacras sociales que se profundizan con la decadencia de la sociedad capitalista: como consecuencia del alcoholismo y la drogadicción sufre en una proporción más alta las agresiones físicas del varón, los abusos sexuales, y está más expuesta a caer en las redes de trata y en la prostitución.

Una de los ejes de la lucha actual, por el cual se movilizan muchas mujeres es la de aborto legal, impulsado por las distintas organizaciones de izquierda y feministas. Un proyecto de ley se empezó a discutir en el Congreso a fines del año pasado, pero hoy en día está encajonado por decisión política del gobierno de Cristina, para no afectar la alianza que mantiene con la Iglesia. La relación de clase entre Cristina y las Iglesias prevalece sobre su condición de mujer. Mientras tanto, 800 mujeres trabajadoras y pobres mueren al año por abortos clandestinos. También ha ganado estado público, gracias a la lucha de muchas mujeres, y se va tomando conciencia de la gravedad y extensión de la trata de mujeres con destino a la prostitución, con la difusión del caso -que hoy es el más conocido- de Marita Verón. De la misma manera, se denuncian muchos más los casos de femicidio. Por otra parte sigue siendo una de las principales trabas y fuentes de desigualdad la ausencia de guarderías gratuitas en los trabajos y lugares de estudio. Las consignas de esta lucha son:

· Aborto legal para no morir, anticonceptivos para no abortar. Educación sexual en las escuelas y centros de salud.

· Guarderías gratuitas para las madres trabajadoras y estudiantes

· Contra la trata de personas, la explotación sexual y los femicidios!

La lucha contra toda opresión en general y la de las mujeres trabajadoras en particular, es una lucha clasista

La lucha contra estos flagelos que padecen en particular las mujeres trabajadoras y pobres, debe ser tomada por las organizaciones obreras, en donde las compañeras no deben aislarse de los varones, sino que al contrario deben ganarlos para una lucha conjunta, porque la opresión de la mujer, como toda opresión tiene una raíz de clase.

Veamos sino este ejemplo reciente. Cuando asumió Cristina Kirchner la presidencia, ella misma se ocupó de resaltar su carácter de mujer y haciendo referencia a la “discriminación machista” auguró que por su condición de mujer todo le iba a ser más difícil. En ese momento muchas mujeres trabajadoras se sintieron identificadas con Cristina, vieron en ella un ejemplo, y una demostración de que las mujeres son tan capaces como los hombres, lo cual está de más decir, es totalmente cierto. Sin embargo, el carácter de clase de Cristina está por encima de su condición de mujer. La defensa de los intereses de los capitalistas llevó a Cristina a atacar duramente las demandas salariales de las trabajadoras docentes y a tratarlas de manera humillante, prácticamente como vagas o pretensiosas privilegiadas. ¡Para luchar por su liberación las trabajadoras deben unirse a todos los explotados y oprimidos contra la clase dominante!¡La lucha contra la opresión de la mujer trabajadora y las mujeres pobres debe ser una lucha de toda la clase trabajadora!

Liberación de la mujer y revolución socialista

La opresión de la mujer trabajadora y de las mujeres pobres no puede ser resuelta en el marco de la sociedad capitalista. No lo fue en su época de apogeo y menos lo será en su decadencia. En la lucha contra los flagelos más crudos de la opresión, las mujeres trabajadoras y pobres podrán entender la raíz de clase que da origen y sustento a esta desigualdad. Es en la lucha conjunta con sus compañeros trabajadores contra la explotación capitalista, que las mujeres trabajadoras podrán encontrar el camino de su liberación. Pero el fin definitivo de la opresión de la mujer sólo podrá conquistarse cuando la clase trabajadora liquide toda explotación y toda opresión, mediante la revolución socialista. Cuando la clase trabajadora conquiste el poder político y económico podrá terminar con las bases materiales de la explotación y la opresión. Sacando el trabajo familiar de la órbita privada, para considerarlo un trabajo social como cualquier otro trabajo, garantizando comedores y lavanderías comunitarios, guarderías y escolaridad pedagógica y recreativa en doble turno. Cuando se eliminen las causas materiales y sociales de la prostitución, el alcoholismo y la drogadicción, y se de protección social efectiva a las mujeres y a la niñez. Sólo apoyándonos en la transformación social de las bases económicas, es decir, en la expropiación la propiedad privada y la socialización de los medios de producción; llevando a fondo las tareas democráticas que la burguesía no puede terminar de cumplir, es decir imponiendo la efectiva separación de todas las iglesias del estado, con la eliminación de los subsidios estatales a la iglesias, con la enseñanza laica y científica monopolizada por el estado obrero, se puede desarrollar ampliamente el combate con las armas de la ciencia y la cultura contra el atraso oscurantista en el que sumerge el opio religioso a las masas populares, eliminar el patriarcado y las relaciones de opresión en la sociedad y en la familia.

Compañeras y compañeros del PRS

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