miércoles, 14 de marzo de 2012

Siria: La revolución se desangra


Se cumplió ya un año del inicio de las movilizaciones contra el régimen de Bashar Al Assad. Estas fueron particularmente masivas en las ciudades de Hama, Banías, Latakia (al noroeste), Deraá al suroeste, Homs al centro-oeste (segunda ciudad en cantidad de habitantes), y en los últimos meses han ido creciendo y también son importantes en los barrios populares de los alrededores de Damasco. El levantamiento popular es fuerte en las ciudades que son centros industriales y agrícolas, perjudicadas por la política económica implementada por el régimen, sobre todo en la última década. En cambio, el régimen de Al Assad conserva apoyo en Aleppo y Damasco que son centros comerciales, y en donde residen la gran burguesía y la clase media acomodada, vinculadas al aparato del poder.

La represión del régimen ha sido terrible desde las primeras manifestaciones. Según los últimos datos brindados desde distintas fuentes, la cantidad de muertos sería de entre 6 mil y 7 mil personas, entre las que se encuentran alrededor de 500 niños.

Desde principios de febrero, el gobierno sirio atacó de manera continua y brutalmente a la población de Homs, Hama y los alrededores de Damasco con fuego de artillería y el cañoneo de los tanques, causando una gran cantidad de muertos. Incluso bombardeó un centro de periodistas en Homs para evitar que informen sobre las matanzas, provocando la muerte de una periodista y un fotógrafo extranjeros. A pesar de la feroz represión, el pueblo se sigue movilizando, la gran mayoría desarmados. Aunque las últimas informaciones indican que están recibiendo armas, provenientes principalmente de Arabia Saudita, Qatar y Turquía a través de la frontera con este último país. Sin embargo, el flujo de armamento es muy a cuenta gotas, porque el objetivo de los gobiernos de estos países es mantener la presión del movimiento popular contra el régimen de Al Assad para obligarlo a llegar a un acuerdo, y no ayudar a un triunfo revolucionario de las masas obreras y populares.

Pocos días atrás, una feroz ofensiva con tropas de elite de Al Assad, luego de un mes de intenso bombardeo, logró derrotar la resistencia armada de Homs. Los milicianos tuvieron que replegarse y dejar la ciudad, uno de los principales baluartes del levantamiento. Las tropas oficiales ocuparon la ciudad y persiguen, asesinan, encarcelan y torturan a todo aquel que hayan identificado como parte de la oposición. Se trata evidentemente de una dura derrota para la insurrección popular, aunque por el momento no nos es posible caracterizar si es decisiva o no para el curso de la lucha revolucionaria.

Las causas del levantamiento

Los motivos del levantamiento popular en Siria son los mismos que han provocado los estallidos revolucionarios que recorren con distinta intensidad los países de Africa y el Medio Oriente: la miseria creciente, la desocupación y la opresión política. De los 23 millones de habitantes de Siria, cinco millones tienen entre 15 y 24 años, la mayoría de los cuales engrosan las estadísticas de la desocupación que ronda el 20%. Según cifras oficiales, el 12% de la población vive en condiciones de extrema pobreza y un tercio, en la pobreza a secas. Mientras, el 50% de la riqueza del país está en manos del 5 % de la población siria, ligada a la familia Assad – la más rica del país- y al aparato político del Estado.

Desde que Bashar heredó el poder de su padre Hafez, el régimen de Damasco, viene aplicando planes de austeridad, eliminando subsidios, reduciendo el gasto en servicios a la población, congelando salarios y privatizando empresas estatales, tratando de adaptarse a los lineamientos económicos dictados por el imperialismo, y a los propios límites de un estado capitalista semicolonial frente a la crisis internacional, que tuvo su primera manifestación clara en el mismo momento de la asunción de Bashar el Assad en el 2000. La miseria y la desocupación se combinan con un régimen de opresión política que reprime duramente a las masas populares y les niega derechos democráticos y políticos elementales, así como de organización sindical a los trabajadores.

Lo que el pueblo sirio está enfrentando es un gobierno capitalista y un régimen dictatorial, que como en otros tantos países de la región, ha hecho crecer la miseria y la desocupación, mientras los recursos del país se acumulan en manos de un puñado de burgueses vinculados a la familia Assad y de las multinacionales extranjeras. Por eso la lucha del pueblo sirio tiene una unidad estructural con las revoluciones del norte de África y Medio Oriente.

Los estrechos límites del nacionalismo burgués

Desde un principio, Chávez, Evo Morales y los hermanos Castro se han pronunciado en apoyo al régimen sirio, con el argumento de que es nacionalista y opuesto al imperialismo, tal como antes defendieron a Kadafi, aunque ante las matanzas perpetradas por Al Assad fueron bajando el tono. Argumentan, además, que todo lo que ocurre en Siria es una conspiración armada por la CIA.

Como con Kadafi, los actuales defensores del nacionalismo burgués latinoamericano, se basan en la orientación política que las burguesías árabes sostuvieron en el pasado, entre los años 50 y 70, cuando defendían un proyecto nacionalista, principalmente después de la creación del Estado de Israel, pero ocultan cómo esa orientación se fue transformando en los últimos años a favor del imperialismo.

Cuando Hafez al-Assad y el partido Baath asumieron el poder en 1963 -en momentos en estaban en auge los movimientos de liberación nacional-, mantuvo durante un período enfrentamientos con el imperialismo, alineándose al nasserismo egipcio y al Baath iraquí. Reclamándose defensor del nacionalismo árabe y de la causa palestina, se enfrentó con Israel en la Guerra de los Seis Días (1967), y en la Guerra del Yom Kippur (1973). Sin embargo, unos años después, tanto su gobierno, como el Baath iraquí de Sadam Hussein y las demás corrientes que se reivindicaban nacionalistas árabes, comenzaron a buscar negociaciones con el imperialismo. En 1976 intervino en el Líbano contra los palestinos para impedir la caída del gobierno burgués proimperialista, y mantuvo durante años las tropas sirias en ese país, como garantía de orden, con la aprobación del imperialismo. Luego fue parte de la alianza impulsada por EE-UU, para invadir a Irak en 1991, traicionando no sólo “la causa árabe” sino incluso a sus correligionarios del Baath irakí. En la década del 90 entregó el petróleo a empresas imperialistas como la Shell, Total (Francia), Gulfsands Petroleum (EEUU), etc., mientras que la norteamericana Conoco Philips explota el gas.

Desde que tras la muerte de su padre en el 2000 asumió el poder, Bashar Al Assad intensificó la política de negociación y trató de acercarse al gobierno norteamericano. Tanto es así que las fuerzas del Hamas, que están en territorio sirio, y que ya venían sufriendo la persecución por parte del régimen -e inclusive habían sido “invitadas” a retirarse del país-, ahora luchan junto al pueblo sirio contra el régimen de Al Assad.

Esta es una demostración más de la imposibilidad de que las burguesías nacionales y los movimientos nacionalistas burgueses sean consecuentes en la lucha contra el imperialismo por liberación nacional. Tarde o temprano, capitulan al imperialismo en función de sus intereses de clase.

Por otra parte ¿Quién, de manera honesta, puede pensar que centenares de miles de personas, trabajadores y sectores del pueblo pobre que enfrentan con sus pechos los disparos de fusiles y de artillería, pueden ser el resultado de una maniobra conspirativa de la CIA o de un grupo de provocadores armados por el imperialismo? Otra cuestión es que, sobre la base del levantamiento más o menos espontáneo de las masas, intervengan distintos sectores burgueses para dirigirlo en función de sus intereses.

Por supuesto que las distintas potencias imperialistas y sus aliados regionales intervienen en Siria, como lo han hecho en Túnez, Egipto, Libia, Bahrein, Yemen, etc., en defensa de sus intereses. También es cierto que el régimen de Al Assad no es un aliado directo del imperialismo y que, por el contrario, no sólo mantiene estrechos lazos con agrupaciones consideradas terroristas por Estados Unidos y otras potencias imperialistas, como Hezbollá y -de manera más contradictoria- con Hamás, sino que además es el principal aliado regional de Irán. Pero esas alianzas no son para fortalecer la lucha del pueblo palestino y libanés, sino que el régimen sirio las usa como puntos de apoyo para obtener concesiones en beneficio de su propia burguesía. Por ejemplo, hasta antes de los levantamientos el gobierno de EE-UU negociaba con Assad la posibilidad de llegar a un acuerdo con Israel para la devolución de las alturas del Golán, territorio ocupado por Israel desde la guerra de los Seis Días en 1967, a cambio de que Assad tomara distancia del régimen iraní. Si la discusión del acuerdo se abortó no fue por la negativa de Al Assad a entablar tales negociaciones, sino por la intransigencia de los sectores más duros de Israel a hacer tal concesión.

Pero, además, creer en la versión conspirativa se choca de frente con la realidad de que los levantamientos de los pueblos árabes afectaron principalmente a gobiernos aliados al imperialismo, desde los más firmes como Ben Alí y Mubarak hasta a los inestables como Kadafi. El propio régimen sirio, que el imperialismo desearía ver reemplazado por otro gobierno más afín, ha jugado un rol moderador y estabilizador en la región, esto reconocido inclusive por el propio Israel.

Los objetivos de las potencias imperialistas

La intervención imperialista tiene como objetivo lograr en Siria un régimen aliado directo, y evitar que se desarrolle una revolución obrera y popular o que accedan al poder sectores que cuestionen la dominación imperialista en la región. Esta intervención por el momento es política, por medio de la presión internacional y utilizando como principales agentes a la Liga Arabe y a Turquía. Las potencias imperialistas quisieran poder imponer acuerdos negociados que mantengan las bases del viejo régimen, como en Yemen, pero con un gobierno que rompa la alianza con Irán. Para eso han estrechado las relaciones con la oposición burguesa al régimen de Al Assad que está organizada en dos agrupamientos principales: El Consejo Nacional Sirio (CNS) y el Comité Nacional de Coordinación para el Cambio Democrático (CNCCD). Las potencias imperialistas, principalmente EE-UU, que en un principio buscó una vía de negociación con Al Assad, más tarde apoyó (al igual que la Unión Europea) la formación del Consejo Nacional Sirio, como hizo en su momento con el CNT libio. El mismo está conformado por una mayoría de dirigentes opositores que residen en Europa sin una base social real, pero también está integrado por la Hermandad Musulmana, el único movimiento político que cuenta con una organización real en el interior del país. Luego trataron de unificar el CNS con el CNCCD. Con esta política el imperialismo pretendió ocupar el vacío de dirección nacional que existe ante la dispersión de los comités locales.

Pero entre las organizaciones burguesas opositoras hay diferencias. El CNS avala directamente una intervención militar imperialista, mientras que el CNCCD se opone, y pretende que mediante la presión de las movilizaciones, por medios pacíficos, Al Assad acceda a un acuerdo para ceder el poder a un gobierno transitorio que incluya tanto a la oposición como a representantes del régimen.

Una intervención militar directa del imperialismo, si bien no se puede descartar, tendría un carácter diferente a la que ocurrió en Libia. No sólo por la firme oposición por parte de Rusia y China. Irán ha dicho reiteradamente que no permitirá una intervención militar extranjera en Siria. El apoyo directo de Irán al gobierno sirio podría, en caso de intervención militar imperialista, desencadenar una guerra regional que afectaría directamente al Líbano, Irak, Palestina e Israel.

Es decir, sólo habría intervención militar si las potencias imperialistas tomaran ya la decisión de llegar a un enfrentamiento directo contra Irán.

Inclusive en los últimos días dirigentes políticos importantes de EE-UU e Inglaterra, han señalado que no sería conveniente apoyar con armas a la oposición, dado que ha ido creciendo la presencia de milicias vinculadas a Al-Qaeda, que se fortalecen ante la falta de unidad de los agrupamientos burgueses opositores. Inclusive señalan el riesgo que significa que las unidades de combate del ELS no tengan un mando unificado y subordinado claramente al control imperialista.

Justamente uno de los elementos con el que cuenta Assad para especular con mantenerse en el poder, es el hecho de que para varios gobiernos de la región, una Siria bajo su control es preferible a la llegada de grupos islámicos “extremistas” al poder.

"Incluso en el momento de mayor ambición de EE.UU. en la región, que culminó con el derrocamiento de Saddam Hussein en Irak en 2003, la idea de derrocar a Assad no consiguió mucho apoyo, por miedo a que los sunitas radicales se hicieran con el control", recordó el corresponsal de la BBC en Beirut, Jim Muir. Y lo mismo preocupa en la actualidad al ex-director general del ministerio de Relaciones Exteriores de Israel, Alon Liel. "Si hay un cambio (en el gobierno de Siria), creo que será en una dirección que no nos gustaría", le dijo Liel a la BBC. "Entre los rebeldes hay kurdos, hay islamistas, y hay activistas de Facebook. No creo que los tipos de Facebook vayan a controlar Siria", agregó. "Siria es un vecino. Es un enemigo que mantiene tranquila la frontera", dijo por su parte el viceprimer ministro de Israel, Dan Meridor.

Quizás por estas razones, durante los últimos días, Hillary Clinton está tratando de encontrar un nuevo punto de apoyo para su política, llamando -apenas veladamente- a las fuerzas armadas sirias a dar un golpe contra Al Assad, que le facilite su doble objetivo de aislar a Irán y contener el movimiento revolucionario de las masas populares.

Comités de coordinación y Ejército libre

El movimiento popular en Siria se ha organizado en los Comités Locales de Coordinación -que han sido los impulsores del levantamiento revolucionario. Los comités de coordinación locales, parecen ser los que nuclean a la oposición obrera y popular: en algunos casos están integrado por sindicatos, pero fundamentalmente por nuevos activistas surgidos en el fragor de las movilizaciones, como por activistas con experiencia política. Los comités fueron extendiendo su capacidad de organización y coordinación, logrando que el levantamiento se trasladara a todas las ciudades importantes y a los barrios cercanos a la capital.

Hasta donde podemos conocer, aparentemente, los comités mantienen una línea independiente a las de las oposiciones oficiales respaldadas por el imperialismo yanqui y europeo. Se oponen a una intervención imperialista y algunos han comenzado a armarse para enfrentar la represión del gobierno, vinculándose a las unidades militares que desertaron del ejército oficial.

Desde principios de agosto pasado surgieron signos claros de descomposición en el ejército sirio, cuando una división blindada con base en el suroeste de Damasco se desintegró y la mayoría de sus oficiales y soldados desertaron, llevándose con ellos sus blindados y armas portátiles. La unidad reaccionó de esta forma al recibir órdenes de movilizarse para disparar contra los manifestantes. La heroica resistencia del pueblo sirio abrió así una crisis en el ejército, provocando las deserciones de soldados y oficiales que se organizaron en el llamado Ejército Libre de Siria, que mantuvo enfrentamientos militares abiertos con las tropas fieles a Al Assad, pero que principalmente actúa como la defensa armada de la población movilizada.

El levantamiento revolucionario tomó entonces el curso hacia una guerra civil, aunque con una gran diferencia de capacidad de fuego. Más bien se trata de una resistencia armada a la ofensiva militar del régimen por aplastar la revolución. Como dijimos antes las potencias imperialistas dudan en armar a estos comités y al ejército libre porque no confían en poder controlarlos.

Un programa para desarrollar la revolución obrera en Siria

El programa revolucionario que puede permitir el desarrollo de la revolución siria a favor de las masas obreras y populares tendría que contener los siguientes puntos:

*Centralización de los comités locales en un comité de coordinación nacional independiente de las oposiciones burguesas (CNS y CNCCD).

*Subordinación de las tropas del ELS al comando de estos comités. Por milicias obreras y populares.

*Declarar la oposición a cualquier intervención militar imperialista.

*Reclamar armamentos y aceptarlos de cualquier procedencia, sin que ello implique ningún condicionamiento político.

*Levantar un programa obrero y popular, que expropiando a la burguesía y al imperialismo (nacionalizando la industria petrolera hoy explotada por las empresas imperialistas) ponga los medios de producción en manos de un estado obrero al servicio de terminar con la desocupación y la miseria.

*Plena libertad política y de organización para las masas obreras y populares, sin distinción de origen étnico o religioso.

* Derecho de autodeterminación para el pueblo kurdo. Respeto a los derechos democráticos de las minorías étnicas y libertad religiosa.

*Por el derrocamiento del régimen de Al Assad. Por un Gobierno Obrero y Popular, basado en los comités y en las milicias obreras y populares, que convoque una Asamblea Constituyente.

En base a este programa es una necesidad apremiante organizar un partido obrero revolucionario para dirigir la revolución.

A pesar del enorme heroísmo de los trabajadores y el pueblo, la revolución se desangra y puede ser derrotada, no por falta de voluntad de lucha, que llega hasta el punto de dar la vida en ella, sino por la falta de un partido marxista revolucionario que centralice y dirija la lucha por el derrocamiento de Al Assad y la conquista del poder.

04 de Marzo

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