Acostumbrada a jugar de víctima para mantener el aprecio
popular, Cristina FK no perdió la oportunidad de utilizar el desalojo de Lugo
del poder en Paraguay para inventar una supuesta campaña destituyente en su
contra, argumentando que la convocatoria de Moyano a la Plaza de Mayo se
inscribía en los preparativos de una maniobra golpista de la derecha.
La realidad sin embargo es que es el gobierno nacional
de Cristina el que viene operando desde hace un tiempo para “destituir” a
Moyano de la conducción de la CGT y que
la acción convocada por Moyano -apoyándose en un justo reclamo de un sector
importante de trabajadores- ha sido en
realidad defensiva. Tanto el paro de los camioneros buscando ubicarse como
“combativo” a la hora de negociar el
acuerdo salarial en la paritaria, como el anuncio de la CGT del paro para el 27
de junio que después se fue rebajando a las medidas que cada gremio decidiera
adoptar para garantizar la concurrencia al acto, como el acto mismo en la
Plaza, tuvieron como primer objetivo de Moyano y sus aliados posicionarse
frente a la inminente disputa por la conducción de la CGT. Moyano se presenta de esta manera como
defensor de los intereses de los trabajadores, frente a los “gordos” e
independientes, apoyatura gremial del menemismo en los 90 y complacientes con
el poder kirchnerista ahora.
El Kirchnerismo y los burócratas sindicales que juegan
de su lado, se pronunciaron contra el paro y el acto diciendo que adherir y
movilizarse era hacerle el juego a “la derecha”. Obviamente que Moyano no es “la
izquierda”, ni le interesan los problemas que tienen los trabajadores. ¿Pero
acaso puede sostener el gobierno que es
de izquierda su política de imponer un impuesto al salario, y un tope
a las asignaciones familiares, que además de engordar las arcas del estado para
subsidiar a los empresarios, pretende actuar como un techo para desalentar los
reclamos de mayores porcentajes salariales en las paritarias? La ruptura del
frente único que mantenía el gobierno nacional con la burocracia moyanista
permitió hacer oír en la Plaza de Mayo un reclamo parcial pero justo, y los
únicos que le hicieron el juego a la derecha son los que se opusieron al paro y
la movilización.
El otro curioso argumento que despliega el Kirchnerismo
sin ponerse colorado, es que se trataba de un acto político. A CFK le gustan
las manifestaciones políticas de los trabajadores cuando la apoyan, pero no
cuando cuestionan aunque sea parcialmente su política. No hay dudas de que
Moyano tiene ambiciones políticas (entre otras cosas porque ahora le resulta
indispensable para sostener sus posiciones económicas y garantizarse cierta
impunidad legal). Se lo trató de ubicar tejiendo una alianza con el gobernador
bonaerense Scioli, al que se le atribuye una cercanía con los proyectos
“neoliberales”. Es evidente que tras la ruptura política con el Kirchnerismo
Moyano trata de buscar nuevos aliados políticos. Pero, ¿no era Scioli hasta
hace muy poco el principal aliado político del Kirchnerismo? ¿Y no ha sido
acaso CFK la que llamó a los gobernadores a “administrar bien”, o sea, en otras
palabras, a que se hagan cargo de los ajustes contra los trabajadores que
tengan que hacer en sus provincias?
La
economía, entre el estancamiento y la recesión
El fondo de la cuestión es la crisis económica que ya es
bastante evidente, tanto que hasta el Indec ha tenido que reconocer una caída
del 0,5% en el PBI de mayo, en relación al mismo mes del año pasado, y una
caída más pronunciada de la actividad industrial de junio, del 4,4%. Esto
significa que vamos camino a la recesión. Aunque momentáneamente esto se
pudiera evitar por los altos precios de la soja, y por una supuestamente
esperada recuperación económica del Brasil en el segundo semestre, la tendencia
a una caída es irreversible.
Durante mucho tiempo la presidenta argumentó que el
Kirchnerismo tenía “un modelo”. Que los ejes macroeconómicos de ese “modelo”
son los que permitieron un crecimiento nunca antes registrado en la historia
del país. Decía también que gracias al “modelo” la economía argentina estaba blindada
de los problemas que pudieran afectar al resto del mundo. Ahora dice que “el
mundo se nos cayó encima” pero que gracias a las políticas “anticíclicas” la
Argentina sigue creciendo. Los datos de la realidad sin embargo demuestran que
la ilusión de un desarrollo autónomo e independiente de los factores económicos
internacionales son puras mentiras destinadas a mantener el apoyo popular a su
gobierno. La economía capitalista es una economía mundial, vinculada desde el
principio por el comercio internacional, y en la época imperialista determinada
por la dominación impuesta por el capital financiero de las naciones
dominantes. Si todos los países mantienen un grado de interdependencia, mucho
más los países que llegaron tarde al desarrollo, cuyas economías tienen una
dependencia semicolonial con las potencias imperialistas, como es el caso de la
Argentina. No hay forma de zafar de una crisis de la magnitud de la actual si
la economía se mantiene en los marcos capitalistas.
CFK otra vez se pone en el papel de víctima: la culpa es
del “mundo”, no del modelo kirchnerista. Pero el modelo kirchnerista no sólo no
rompió con ninguno de los factores de dominación imperialista, sino que durante
su gobierno se privilegió el pago de la deuda externa a los bancos financieros
acreedores, se agudizó la dependencia de la economía nacional a los capitales
imperialistas que controlan la producción y la exportación de la soja y la
industria automotriz, mientras que CFK y los gobernadores kirchneristas son los
garantes de las mineras imperialistas que se llevan fortunas dejando sólo
depredación del medio ambiente.
CFK va todavía más allá en su “relato” de ciencia
ficción y dice que, si los líderes de las potencias mundiales hicieran como su
gobierno, se saldría de la crisis. Este discurso, que es como el del asesino
que busca una coartada para seguir alegando su inocencia, busca empalmar con
una discusión que se desarrolla a nivel internacional acerca de si frente a la
crisis hay que ajustar como propone Alemania, o hay que dar incentivos a la
producción y el consumo, como plantea el presidente francés Hollande. La
realidad es que en una crisis como la actual, ninguna de estas dos políticas
pueden resolver la crisis.
El ajuste produce recesión, desocupación y caída de
salarios. Los incentivos producen inflación, caída de salarios y terminan por
producir desocupación, como ya está empezando a ocurrir en nuestro país. Es
decir los incentivos solo sirven para patear la crisis para adelante, pero no
la resuelven. El problema es que a nivel internacional ya patearon la crisis
para adelante inyectando en la economía mundial alrededor de 18 billones de
dólares (un tercio del PBI mundial) y por eso la caída del 2008-2009 fue
relativamente breve. Pero ahora la capacidad para postergar la crisis ya está
casi agotada, y por eso, a pesar de los incentivos, la economía de EE-UU va
rumbo a una nueva recesión y en Europa no hay salvataje que alcance. CFK lo
sabe, y por eso tanto su discurso como el del francés Hollande es vacío, es
para la tribuna, no tiene ninguna base en la realidad. No hay un “mal menor”
del tipo “prefiero ganar menos pero tener trabajo”; cualquiera de las variantes
u orientaciones burguesas conduce al mismo pozo de explotación y barbarie.
Durante los próximos meses podrá atenuarse la caída de
la economía nacional por el efecto de la soja y las medidas de reactivación
internas tomadas por Brasil. Pero la tendencia va hacia la recesión y no
tardará mucho tiempo en imponerse. Esa es la perspectiva hacia adelante.
Por eso el gobierno combina sus tibias “medidas
anticíclicas” (plan Procrear) con el ajuste que le impone sobre todo a las
provincias, y los recortes a los subsidios que ya le resultan imposible
mantener sin agrandar el déficit fiscal y la inflación.
Por
un partido de trabajadores revolucionario y agrupaciones clasistas
Es en este marco que CFK necesita una CGT dócil, que
apoye al
modelo, es decir: la caída del poder de compra del salario, los ajustes
y los despidos. Desde el punto de vista político le impone a los gobernadores
buena parte del costo político de ajustar, debilitando al mismo tiempo a los
posibles competidores electorales como Scioli, De la Sota o Binner. El
Kirchnerismo se reivindica ante la burguesía como el mejor garante de sus
ganancias (durante su gobierno “la juntaron con pala”) y se postula para
continuar en el poder después del 2015. La burguesía en su conjunto le reconoce
los servicios prestados y los que todavía puede prestar, y por eso no hay
ningún complot “destituyente” en curso.
Sin embargo, en el marco de la crisis internacional “el modelo” se va
quedando sin nafta, y las ganancias de la patronal se achican. Cada sector
patronal va a comenzar a tirar más fuerte de su lado de la frazada que ya es
corta para tapar a todos, y a preparar los recambios políticos que hagan falta.
Por entre estas “grietas en las alturas” que se producen
cuando la torta se achica, se puede colar la lucha de clases. Los trabajadores
debemos aprovechar las divisiones entre las distintas facciones de los
capitalistas, y entre las distintas camarillas de las burocracias sindicales,
para desarrollar la lucha por nuestras necesidades. Pero para no ser furgón de
cola de algún sector patronal, carne de cañón en la lucha entre los distintos
sectores patronales, para que no nos usen, para tener una política de clase
independiente, necesitamos organizar nuestro propio partido, un partido de
trabajadores revolucionario que a través de las luchas cotidianas se vaya
preparando para la lucha por el poder.
La única salida favorable a los trabajadores es la lucha
por imponer un gobierno de trabajadores que rompa con todas las variantes
burguesas y luche por el socialismo. Con los compañeros que entiendan ya esta
necesidad podemos avanzar en la construcción de un partido revolucionario. Con
los que todavía no la vean pero estén dispuestos a enfrentar a los gobiernos, a
las patronales y a las burocracias sindicales, desde una posición clasista y
basados en la democracia obrera, podremos constituir agrupaciones en los
lugares de trabajo. En la juventud y en los barrios populares debemos tener el mismo criterio de
organización. Por este camino, mediante la intervención y la experiencia común
en las luchas, sean por salarios, contra el ajuste, los despidos, y por todos
los problemas que afectan la vida de la clase trabajadora, así como a otros
sectores populares, será posible lograr una unidad estratégica de programa y
métodos con franjas de vanguardia de trabajadores y jóvenes y confluir en la
construcción del partido revolucionario de la clase obrera.
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