viernes, 24 de agosto de 2012

Editorial: LOS CHOQUES ENTRE CFK, MOYANO Y SCIOLI: UNA EXPRESION DE LA PROFUNDA CRISIS DEL “MODELO”


Acostumbrada a jugar de víctima para mantener el aprecio popular, Cristina FK no perdió la oportunidad de utilizar el desalojo de Lugo del poder en Paraguay para inventar una supuesta campaña destituyente en su contra, argumentando que la convocatoria de Moyano a la Plaza de Mayo se inscribía en los preparativos de una maniobra golpista de la derecha.
La realidad sin embargo es que es el gobierno nacional de Cristina el que viene operando desde hace un tiempo para “destituir” a Moyano  de la conducción de la CGT y que la acción convocada por Moyano -apoyándose en un justo reclamo de un sector importante de trabajadores-  ha sido en realidad defensiva. Tanto el paro de los camioneros buscando ubicarse como “combativo”   a la hora de negociar el acuerdo salarial en la paritaria, como el anuncio de la CGT del paro para el 27 de junio que después se fue rebajando a las medidas que cada gremio decidiera adoptar para garantizar la concurrencia al acto, como el acto mismo en la Plaza, tuvieron como primer objetivo de Moyano y sus aliados posicionarse frente a la inminente disputa por la conducción de la CGT.  Moyano se presenta de esta manera como defensor de los intereses de los trabajadores, frente a los “gordos” e independientes, apoyatura gremial del menemismo en los 90 y complacientes con el poder kirchnerista ahora.
El Kirchnerismo y los burócratas sindicales que juegan de su lado, se pronunciaron contra el paro y el acto diciendo que adherir y movilizarse era hacerle el juego a “la derecha”. Obviamente que Moyano no es “la izquierda”, ni le interesan los problemas que tienen los trabajadores. ¿Pero acaso puede sostener el gobierno  que es de izquierda su  política  de imponer un impuesto al salario, y un tope a las asignaciones familiares, que además de engordar las arcas del estado para subsidiar a los empresarios, pretende actuar como un techo para desalentar los reclamos de mayores porcentajes salariales en las paritarias? La ruptura del frente único que mantenía el gobierno nacional con la burocracia moyanista permitió hacer oír en la Plaza de Mayo un reclamo parcial pero justo, y los únicos que le hicieron el juego a la derecha son los que se opusieron al paro y la movilización.
El otro curioso argumento que despliega el Kirchnerismo sin ponerse colorado, es que se trataba de un acto político. A CFK le gustan las manifestaciones políticas de los trabajadores cuando la apoyan, pero no cuando cuestionan aunque sea parcialmente su política. No hay dudas de que Moyano tiene ambiciones políticas (entre otras cosas porque ahora le resulta indispensable para sostener sus posiciones económicas y garantizarse cierta impunidad legal). Se lo trató de ubicar tejiendo una alianza con el gobernador bonaerense Scioli, al que se le atribuye una cercanía con los proyectos “neoliberales”. Es evidente que tras la ruptura política con el Kirchnerismo Moyano trata de buscar nuevos aliados políticos. Pero, ¿no era Scioli hasta hace muy poco el principal aliado político del Kirchnerismo? ¿Y no ha sido acaso CFK la que llamó a los gobernadores a “administrar bien”, o sea, en otras palabras, a que se hagan cargo de los ajustes contra los trabajadores que tengan que hacer en sus provincias?

La economía, entre el estancamiento y la recesión

El fondo de la cuestión es la crisis económica que ya es bastante evidente, tanto que hasta el Indec ha tenido que reconocer una caída del 0,5% en el PBI de mayo, en relación al mismo mes del año pasado, y una caída más pronunciada de la actividad industrial de junio, del 4,4%. Esto significa que vamos camino a la recesión. Aunque momentáneamente esto se pudiera evitar por los altos precios de la soja, y por una supuestamente esperada recuperación económica del Brasil en el segundo semestre, la tendencia a una caída es irreversible.  
Durante mucho tiempo la presidenta argumentó que el Kirchnerismo tenía “un modelo”. Que los ejes macroeconómicos de ese “modelo” son los que permitieron un crecimiento nunca antes registrado en la historia del país. Decía también que gracias al “modelo” la economía argentina estaba blindada de los problemas que pudieran afectar al resto del mundo. Ahora dice que “el mundo se nos cayó encima” pero que gracias a las políticas “anticíclicas” la Argentina sigue creciendo. Los datos de la realidad sin embargo demuestran que la ilusión de un desarrollo autónomo e independiente de los factores económicos internacionales son puras mentiras destinadas a mantener el apoyo popular a su gobierno. La economía capitalista es una economía mundial, vinculada desde el principio por el comercio internacional, y en la época imperialista determinada por la dominación impuesta por el capital financiero de las naciones dominantes. Si todos los países mantienen un grado de interdependencia, mucho más los países que llegaron tarde al desarrollo, cuyas economías tienen una dependencia semicolonial con las potencias imperialistas, como es el caso de la Argentina. No hay forma de zafar de una crisis de la magnitud de la actual si la economía se mantiene en los marcos capitalistas.
CFK otra vez se pone en el papel de víctima: la culpa es del “mundo”, no del modelo kirchnerista. Pero el modelo kirchnerista no sólo no rompió con ninguno de los factores de dominación imperialista, sino que durante su gobierno se privilegió el pago de la deuda externa a los bancos financieros acreedores, se agudizó la dependencia de la economía nacional a los capitales imperialistas que controlan la producción y la exportación de la soja y la industria automotriz, mientras que CFK y los gobernadores kirchneristas son los garantes de las mineras imperialistas que se llevan fortunas dejando sólo depredación del medio ambiente.
CFK va todavía más allá en su “relato” de ciencia ficción y dice que, si los líderes de las potencias mundiales hicieran como su gobierno, se saldría de la crisis. Este discurso, que es como el del asesino que busca una coartada para seguir alegando su inocencia, busca empalmar con una discusión que se desarrolla a nivel internacional acerca de si frente a la crisis hay que ajustar como propone Alemania, o hay que dar incentivos a la producción y el consumo, como plantea el presidente francés Hollande. La realidad es que en una crisis como la actual, ninguna de estas dos políticas pueden resolver la crisis.
El ajuste produce recesión, desocupación y caída de salarios. Los incentivos producen inflación, caída de salarios y terminan por producir desocupación, como ya está empezando a ocurrir en nuestro país. Es decir los incentivos solo sirven para patear la crisis para adelante, pero no la resuelven. El problema es que a nivel internacional ya patearon la crisis para adelante inyectando en la economía mundial alrededor de 18 billones de dólares (un tercio del PBI mundial) y por eso la caída del 2008-2009 fue relativamente breve. Pero ahora la capacidad para postergar la crisis ya está casi agotada, y por eso, a pesar de los incentivos, la economía de EE-UU va rumbo a una nueva recesión y en Europa no hay salvataje que alcance. CFK lo sabe, y por eso tanto su discurso como el del francés Hollande es vacío, es para la tribuna, no tiene ninguna base en la realidad. No hay un “mal menor” del tipo “prefiero ganar menos pero tener trabajo”; cualquiera de las variantes u orientaciones burguesas conduce al mismo pozo de explotación y barbarie.
Durante los próximos meses podrá atenuarse la caída de la economía nacional por el efecto de la soja y las medidas de reactivación internas tomadas por Brasil. Pero la tendencia va hacia la recesión y no tardará mucho tiempo en imponerse. Esa es la perspectiva hacia adelante.
Por eso el gobierno combina sus tibias “medidas anticíclicas” (plan Procrear) con el ajuste que le impone sobre todo a las provincias, y los recortes a los subsidios que ya le resultan imposible mantener sin agrandar el déficit fiscal y la inflación.

Por un partido de trabajadores revolucionario y agrupaciones clasistas

Es en este marco que CFK necesita una CGT dócil, que apoye  al  modelo, es decir: la caída del poder de compra del salario, los ajustes y los despidos. Desde el punto de vista político le impone a los gobernadores buena parte del costo político de ajustar, debilitando al mismo tiempo a los posibles competidores electorales como Scioli, De la Sota o Binner. El Kirchnerismo se reivindica ante la burguesía como el mejor garante de sus ganancias (durante su gobierno “la juntaron con pala”) y se postula para continuar en el poder después del 2015. La burguesía en su conjunto le reconoce los servicios prestados y los que todavía puede prestar, y por eso no hay ningún complot “destituyente” en curso.  Sin embargo, en el marco de la crisis internacional “el modelo” se va quedando sin nafta, y las ganancias de la patronal se achican. Cada sector patronal va a comenzar a tirar más fuerte de su lado de la frazada que ya es corta para tapar a todos, y a preparar los recambios políticos que hagan falta.
Por entre estas “grietas en las alturas” que se producen cuando la torta se achica, se puede colar la lucha de clases. Los trabajadores debemos aprovechar las divisiones entre las distintas facciones de los capitalistas, y entre las distintas camarillas de las burocracias sindicales, para desarrollar la lucha por nuestras necesidades. Pero para no ser furgón de cola de algún sector patronal, carne de cañón en la lucha entre los distintos sectores patronales, para que no nos usen, para tener una política de clase independiente, necesitamos organizar nuestro propio partido, un partido de trabajadores revolucionario que a través de las luchas cotidianas se vaya preparando para la lucha por el poder.
La única salida favorable a los trabajadores es la lucha por imponer un gobierno de trabajadores que rompa con todas las variantes burguesas y luche por el socialismo. Con los compañeros que entiendan ya esta necesidad podemos avanzar en la construcción de un partido revolucionario. Con los que todavía no la vean pero estén dispuestos a enfrentar a los gobiernos, a las patronales y a las burocracias sindicales, desde una posición clasista y basados en la democracia obrera, podremos constituir agrupaciones en los lugares de trabajo. En la juventud y en los barrios populares  debemos tener el mismo criterio de organización. Por este camino, mediante la intervención y la experiencia común en las luchas, sean por salarios, contra el ajuste, los despidos, y por todos los problemas que afectan la vida de la clase trabajadora, así como a otros sectores populares, será posible lograr una unidad estratégica de programa y métodos con franjas de vanguardia de trabajadores y jóvenes y confluir en la construcción del partido revolucionario de la clase obrera.

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