viernes, 24 de agosto de 2012

La burocracia sindical divide al movimiento obrero para ir detrás de intereses patronales


Ninguna de las conducciones de las CGTs les sirve a los trabajadores

Otra división de la CGT parece ya un hecho. El 12 de julio fue reelegido Moyano como secretario general de la CGT (Azopardo) y para el 3 de octubre está prevista la elección de un nuevo secretario general de la otra CGT (a la que irónicamente Moyano ha llamado la CGT Balcarce).
Anteriormente ya había roto un grupo de sindicatos encabezados por Luis Barrionuevo que constituyeron la CGT Azul y Blanca. Esta ruptura se produjo después del conflicto entre el gobierno y las patronales agropecuarias de la Mesa de Enlace. Barrionuevo siguiendo la política de Duhalde que se alineó con el sector patronal opositor a la política del gobierno, rompió con la CGT de Moyano que desde el 2003 apoyó al kirchnerismo.
La relación “carnal” de Moyano con los Kirchner le sirvió para amasar una fortuna personal, y para incrementar su control hegemónico sobre el movimiento obrero, aprovechando incluso esta situación para ganar afiliados de otros gremios descontentos con los bajos niveles salariales de sus convenios, lo cual provocó que un sector de la burocracia sindical (Barrionuevo, los “gordos” y los “independientes”) se distanciara de Moyano. Además siendo éste el que tenía la relación principal con el poder estatal, era el que se quedaba con la mayor parte de las prebendas destinadas a mantener el apoyo de la burocracia sindical al gobierno nacional.
Moyano intenta justificar el apoyo dado al gobierno diciendo que mientras estaba Néstor iba todo bien, y que la cosa empezó a cambiar después de que asumió Cristina. Pero en realidad la relación se empieza a complicar no por la muerte de Kirchner, sino porque Moyano quiso aumentar su cuota de participación en el poder político. El razonamiento de Moyano fue simple: si la CGT que el comandaba era la “columna vertebral” y el punto de apoyo fundamental que sostenía al gobierno, quería tener una cuota mayor en el poder político, es decir en las listas de candidatos, e incluso se decía que -de máxima- pretendía que la vicepresidencia la ocupara su principal asesor el abogado laboralista Héctor Recalde.
Sin embargo Cristina no estaba dispuesta a compartir el poder político, y la patronal de la UIA se alarmaba porque Moyano pretendía cada vez más concesiones que fortalecerían demasiado su poder burocrático, en momentos en que tanto el gobierno como las patronales sabían que se avecinaba una crisis y debería comenzar el ajuste contra los trabajadores y sectores populares. Desde allí comenzó la ruptura entre Moyano y el gobierno, que se fue agudizando cuando le destaparon las causas por los medicamentos truchos para chantajear a Moyano con que iría preso si seguía molestando.  No es que Moyano fuera combativo, como lo demuestra el hecho de que un 40% de los trabajadores están en negro con un salario promedio que no llega a la mitad de la canasta familiar. Es que Moyano le quería cobrar muy caro los servicios prestados a la patronal y el gobierno.
Por estos motivos desde el gobierno empezaron a preparar el recambio para desplazar a Moyano de la conducción una CGT que responda a la Casa Rosada, no sólo sin pedir más de lo que tiene, sino aceptando que la rebaja del nivel de vida de los trabajadores por la inflación, e incluso las suspensiones y los despidos como ya está ocurriendo en diversas industrias.

El objetivo de Cristina es disciplinar al movimiento obrero para que acepte mansamente estas peores condiciones a favor de los intereses patronales que el gobierno representa y por lo cual todavía conserva el apoyo de la UIA. El gobierno y la UIA hubieran preferido que Moyano retrocediera y aceptara ser un miembro más de la comisión directiva pero ya no el secretario general e incluso le ofrecieron que integrara un triunvirato dirigente para contener en ese marco “sus ambiciones”. Por eso el gobierno hizo todo lo que pudo para debilitar el paro y la movilización del 27 de junio, además de apoyar las impugnaciones de la burocracia “antimoyanista”. Y aunque hubo negociaciones no se llegó a un acuerdo por lo que ahora la ruptura es un hecho.

Moyano se hizo reelegir en el congreso del 12 de julio y el gobierno postula a Caló de la UOM para encabezar la CGT adicta al oficialismo, quizás porque es el menos quemado de todos ya que con él está la burocracia sindical que antes era menemista y ahora se hizo kirchnerista no por amor al “proyecto” sino a los sillones, como Cavalieri, Lescano, los secuaces de Pedraza y el agente de los servicios de la dictadura Gerardo Martínez.

Ahora Moyano, atacado desde todos los flancos por el gobierno, intenta fortalecerse apoyándose en la movilización de los trabajadores. Para esto tiene que plantear algunas reivindicaciones justas pero no para ir a fondo en la defensa de los intereses de los trabajadores sino para posicionarse mejor en su pelea con el gobierno.

Es que Moyano también es un burócrata propatronal. Su principal apoyo dentro de la CGT Azopardo es el Momo Venegas, de los trabajadores rurales, sirviente de las patronales del campo como la Sociedad Rural o la Federación Agraria. Moyano preparaba su propio proyecto político con la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista para integrarse a las listas electorales del Kirchnerismo, pero ahora, producto del distanciamiento del gobierno, se acerca a otros sectores patronales como la Federación Agraria y del peronismo como Scioli o el intendente bonaerense duhaldista Cariglino.

La división de la burocracia sindical de la CGT es un reflejo de las diferencias entre distintos sectores patronales (representados políticamente tanto por el gobierno kirchnerista, como por Scioli o Duhalde) y la defensa de sus propios intereses y privilegios.
Tanto Barrionuevo, como los que arman con Caló la CGT oficialista, como Moyano son agentes de sectores de la patronal en el movimiento obrero.
En manos de la burocracia, la CGT y los sindicatos están al servicio de defender la propiedad privada de los patrones. Utilizan las organizaciones obreras para cumplir el rol estratégico de mantener a los trabajadores como sostén del orden político y económico del régimen capitalista.

Los trabajadores no podemos tener confianza en ninguno de los sectores en los que se dividió la burocracia sindical de la CGT. Pero tenemos que utilizar las grietas que se producen por estas divisiones y enfrentamientos para desarrollar la movilización obrera y al mismo tiempo pelear por la dirección de estas movilizaciones y desplazar a la burocracia de las organizaciones obreras.

La clase trabajadora necesita la unidad que la hace fuerte, pero no la unidad para someterse al gobierno o a otros sectores patronales, sino la unidad para luchar por sus necesidades inmediatas y sus intereses históricos.

Por eso la unidad, de la clase trabajadora (los sindicalizados y los que no están afiliados, los que están en negro y los tercerizados o precarizados, los desocupados o que trabajan en cooperativas y diversos planes sociales)  dependerá del desarrollo de la lucha de clases, del avance del activismo clasista y de una dirección obrera revolucionaria del movimiento obrero.

Pero en esta situación de división y crisis de la burocracia sindical ¿cómo es posible que los sectores de vanguardia del movimiento obrero que se reivindican clasistas no logren actuar de manera unitaria alrededor de un programa de acción común?
La división de las fuerzas clasistas es una responsabilidad de las direcciones de los partidos que integran el FIT (PO-PTS-IS). Cada uno reúne por separado a su influencia en el movimiento sindical. El PO formalizó en su último Congreso una Coordinadora Sindical Clasista, El PTS realizó recientemente la reunión de una Conferencia  Nacional de Trabajadores. Esto no está mal en sí mismo; dado que son partidos independientes, cada uno lucha por organizar e influenciar a la vanguardia del movimiento obrero. Lo grave es que no se pueda acordar una línea de bloque o frente único en la lucha sindical, tal como han concretado en el plano electoral. Y más grave es esta cuestión dado que, ante la crisis de la burocracia sindical, un bloque o frente de las agrupaciones y militantes clasistas del FIT podría ampliarse considerablemente con una camada de compañeros independientes y de otras organizaciones políticas obreras de izquierda que no integran el FIT.
Entre la militancia de izquierda y la vanguardia clasista con alguna experiencia es sabido que el PO rechaza cualquier tipo de acuerdo unitario, salvo para las elecciones políticas o sindicales.
El PTS en cambio ha convocado anteriormente a “encuentros obreros” -sabiendo de antemano que el PO se negaría a concurrir-, y para dividirlos después, como hizo con el de Zona Norte por no querer aceptar que una lista unitaria para las elecciones de la CTA fuera encabezada por un delegado de Fate porque era del MAS. En realidad -hasta ahora- los encuentros unitarios del PTS no fueron más que maniobras para organizar su propia corriente sindical.
Ahora la Conferencia sindical del PTS votó impulsar una campaña “Por una gran Asamblea Nacional Clasista, impulsada en común por todas las corrientes independientes de las direcciones de las centrales sindicales (CGTs, CTAs), empezando por las que fueron parte del Frente de Izquierda y de los Trabajadores”. En su intervención en dicha conferencia, IS manifestó su intención de apoyar la convocatoria. El PO en cambio, no se ha pronunciado expresamente. En notas posteriores el PTS plantea que la Asamblea Nacional de Trabajadores Clasistas debería ser convocada por “los luchadores y la izquierda”, sin mencionar por su nombre a IS y el PO, ni proponerles redactar una declaración conjunta llamando a impulsar una convocatoria unitaria. Nosotros creemos que es hora de dejar de lado las especulaciones sectarias. La unidad en un solo bloque o frente de las agrupaciones del activismo clasista, delegados y comisiones internas, sería un paso importante en la lucha contra la burocracia sindical, las patronales y los gobiernos de los capitalistas.

Castigo a todos los responsables del asesinato de Mariano Ferreyra!
El 6 de agosto comienza el juicio contra José Pedraza y otros 16 procesados, entre colaboradores suyos, la policía que se encargó de liberar la zona y la patota que mató a Mariano. Que Pedraza espere el juicio detenido no es señal de que el gobierno quiera enjuiciarlo sino más bien una medida para descomprimir el descontento popular que generó el asesinato. Y para despegarse de la responsabilidad que tiene el propio gobierno, el Ministerio de Trabajo que convive con este tipo de patotas armadas como fuerza de choque contra los trabajadores y luchadores en los gremios. Que la Unión Ferroviaria se haya encolumnado detrás de la CGT paralela que el gobierno impulsa para desplazar a Moyano es una muestra más de que el gobierno hará cualquier cosa que tenga al alcance para fortalecer a la burocracia sindical para controlar a los trabajadores e imponer sus políticas pro-patronales. A medida que la crisis económica mundial se profundiza y empieza a sentirse en nuestro país, al gobierno se le va cayendo la careta. Mientras enjuicia sólo a un puñado de militares, Cristina Kirchner estrecha relaciones con toda la cúpula cegetista que apoyó a Menem y garantizó la flexibilización laboral de los 90`. De hecho, el gobierno recién desistió de colocar al burócrata de la UOCRA Gerardo Martínez como cabeza de su lista sindical cuando saltó a la luz su pasado como servicio del batallón 601 en la última dictadura, gracias a la denuncia presentada por distintos organismos de derechos humanos y el SITRAIC. En la medida en que le fue útil, tampoco se asqueó cuando se apoyó en Moyano, sabido entregador de compañeros durante la AAA y que en ese momento también estaba en unidad con Pedraza en la CGT de Moyano estaba a cargo de Secretaría de Cultura, Ciencia y Técnica.
El procesamiento de los activistas obreros y populares por luchar, mientras Cristina festeja en la Bolsa de Comercio, el pago de la deuda a los usureros que compraron los Boden 12 a los pequeños ahorristas, y les recuerda a las patronales que bajo su gobierno ganaron plata como nunca, son una muestra clara de los intereses que defiende el Kirchnerismo, que de a poco prepara el terreno para nuevos ajustes contra la clase trabajadora.
Mariano fue asesinado luchando junto a los trabajadores ferroviarios que se movilizaban contra la tercerización y por mejores condiciones de trabajo. El crimen de Mariano es un crimen de clase, es un crimen contra toda la clase obrera. El gobierno defiende los intereses de las patronales y las multinacionales. No debemos depositar la más mínima esperanza en que el Kirchnerismo y sus jueces condenen a Pedraza y al resto de los asesinos. La única forma de lograr la cadena perpetua y el castigo a los demás responsables es movilizándonos desde nuestros lugares de trabajo y estudio. Debemos impulsar una campaña unitaria de todos los organismos de DDHH, de los partidos políticos de izquierda y las comisiones internas anti-burocráticas para que Pedraza se pudra en la cárcel. Para enfrentarnos a los nuevos ajustes que prepara el gobierno, ya sea con la nueva CGT, amedrentando a los trabajadores con palos, como en la línea 60 o en el INTI, o con sus discursos, como con los trabajadores del subte o los docentes, es fundamental agruparnos en un Frente Único Obrero, independiente del gobierno nacional y los gobiernos provinciales, la burocracia y la oposición patronal.
¡Perpetua a Pedraza!
¡Castigo a todos los responsables del asesinato de Mariano Ferreyra!
¡Desprocesamiento de los delegados y activistas obreros y populares!

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